lunes, 4 de noviembre de 2024

Qué hacer con estos pedazos, de Piedad Bonnett

Emilia tiene 64 años, escribe crónicas para una revista a la que solo va al consejo de redacción cada 15 días, y en donde todos los periodistas y jefes son mucho más jóvenes que ella. Vive con su marido de toda la vida, que toma decisiones por ella sin que eso le parezca anómalo, y sobreviven en una tensa convivencia que se alimenta de rutinas y silencios. Emilia tiene un hermano, Luciano, que vive viajando, y una hermana, Angélica, que es quien está pendiente de la cada vez más deteriorada salud de su papá. La hija de Emilia, Pilar, tiene 30 años, está casada y vive en otro país con su marido y su hija Sara. Emilia resiente el desapego de su hija, y no habla con nadie de Pablo, su hijo que murió súbitamente cuando tenía once meses de nacido. La persona con la que a veces conversa infidencias es Mima, la empleada de la casa, madre de Betsy, quien a su vez es madre de un niño de 3 años.

Esta es la cartografía de afectos y desafectos en la que se teje Qué hacer con estos pedazos, una novela en la que Piedad Bonnett utiliza la metáfora de la remodelación de una cocina para mostrar cómo pequeños cambios pueden sacar a flote grandes grietas en la convivencia cotidiana. En principio Emilia es una mujer normal, con una vida normal y una familia normal, sin grandes problemas, pero a medida que avanza el relato se entiende que Emilia es una equilibrista que ha hecho del silencio, el aguante y la sumisión su forma de vida, todo para no romper la frágil armonía familiar.

Feminicidio, clasismo, apariencias, envejecimiento, machismo y silencios familiares son los hilos que tensan esta novela en la que se presta voz a una mujer madura para preguntarse, luego de toda una vida de entrega y amor, si realmente todo eso valió la pena. Leer esta novela en paralelo con La mujer incierta puede ser un ejercicio de leer desde la ficción y la no ficción la lectura que hace Piedad Bonnett sobre lo difíciles que son las relaciones familiares y cómo los micromachismos alimentan el día a día de la convivencia en pareja.

Algunos subrayados

Porque a los veinte, una biblioteca es una ilusión, a los cuarenta un lugar de pleinitud y a los sesenta un recordatorio permanente de que la vida no te va a alcanzar para leerlos todos (p. 12).

Se antoja de alguno, lo empieza a leer de manera urgente, para luego dejarlo muchas veces por la mitad. Por aburrición. Por avidez de leer otro. Porque un viaje. Porque en realidad quisiera leerlos todos al mismo tiempo (p. 13). 

cuando se es pobre da miedo comprar libros (p. 13).

una narración cualquier narración es algo que siempre derrota el vacío, que crea un vínculo o sostiene el que todavía existe (p. 22).

preguntar es como tirar anzuelos a una laguna llena de peces: algo cae (p. 27).

viajar era para él abrir una puerta a la incertidumbre, a la ansiedad, al malestar (p. 33).

La rivalidad, la envidia y el odio a menudo crean vínculos más fuertes que el amor (p. 34).

a veces puede durar ocho, diez horas, frente al computador. Es para que las ideas no se me escapen. Es que ya cogí el ritmo. Es para mantener el tono. En realidad, aunque Emilia no lo sabe, lo que esas horas le dan es aire y fuego. Oxígeno para que haya compustión en su vida marchita (p. 36).

En la incondicionalidad perenne de su madre, en su incapacidad de rebeldía, Emilia creía reconocer un mandato transmitido de abuela en abuela. También su madre las instaba a ella y a su hermana a la sumisión (p. 38). 

esa extraña capacidad que tienen tantos hombres de erigirse como patrones o patriarcas mientras se comportan, sin aparente contradicción, como hijos incapaces (p. 39). 

Envejecer es reununciar. Dejar atrás. Desinteresarse (p. 57).

La amistad con ella es como recorrer desde la ventanilla de un tren un país desconocido, de paisajes siempre distintos y atrayentes (p. 60).

Sólo el tiempo es capaz de señalar la rotundidad del fracaso (p. 80).

El dulce placer de procastinar (p. 81).

Como siempre que está por salir de esos paréntesis que son sus viajes, una nostalgia prematura se mezcla con el deseo de volver (p. 116).


Qué hacer con estos pedazos
Piedad Bonnett
Editorial Alfaguara
Bogotá
Noviembre de 2001
168 páginas

sábado, 26 de octubre de 2024

Darién, de Federico Ríos Escobar

Una noche de lunes el querido Juan Sebastián Bar está atestado de gente. Hay muchas personas de pie que ni siquiera alcanzan un rincón de la barra para poder ubicar allí su vaso. Otros ni siquiera pueden entrar. Al fondo hay una improvisada tarima con una mesa. El fotógrafo y editor de Raya, Santiago Escobar-Jaramillo conversa con la estrella de la jornada: Federico Ríos Escobar, quien hace más de dos décadas empezó su vida laboral como mesero en este bar de Manizales y ahora es fotógrafo del New York Times y finalista en el premio Pulitzer. Es 21 de octubre de 2024 y Federico elige Juan Sebastián Bar como la primera de muchas paradas que hará para presentar su fotolibro Darién. Está en casa, con los amigos, y los amigos no caben en el recinto, que se queda pequeño para el tamaño de su obra.

En 2021 Federico Ríos publicó Verde un fotolibro que recoge su trabajo de muchos años registrando imágenes de la intimidad de las Farc. En su momento buscó editoriales que una a una lo fueron rechazando porque publicar un libro en donde los guerrilleros se ven como seres humanos y no como monstruos podría generarles ruido. Se alió entonces con su amigo, socio y editor Santiago Escobar-Jaramillo y publicó su obra. La preventa se hizo por Vaki y cuando resultó la plata necesaria imprimieron Verde. Fue un éxito inmediato y le siguieron varias reimpresiones. Federico comprobó que sí tiene un público ávido de sus fotos y por eso para publicar Darién utilizó la misma fórmula: alianza con Raya Editorial y preventa por Vaki. Estar por fuera de los canales comerciales de distribución es también un mensaje.

Del Darién aprendimos en el colegio que es la frontera entre Colombia y Panamá y que es un tapón de selva tan espeso que por eso la carretera Panamericana no recorre de Norte a Suramérica sin interrupciones. Allí se corta. Eso fue lo que supimos del Darién durante décadas, hasta que hace pocos años Federico Ríos empezó a contar otra historia sobre este territorio: la de miles de migrantes, sobre todo venezolanos, pero también afganos, chinos, haitianos y de diversas nacionalidades, que se someten a una travesía extenuante, peligrosa y costosa con tal de llegar a Centroamérica para continuar hacia Estados Unidos y lograr el sueño americano. El recorrido se cuenta en tres líneas, pero puede tardar un año, acabar con el exiguo capital de una familia y en muchas ocasiones que nadie cuantifica cobra la vida de los migrantes, o la tranquilidad, porque las agresiones sexuales en el lado panameño son constantes y masivas.

En la presentación de Darién Federico y Santiago contaron que tenían más de 33.000 fotografías para elegir, tomadas a lo largo de 11 años. El reto consistió en seleccionar 200 que contaran una historia clara. El libro trae un prólogo de Julie Turkewitz, la periodista del New York Times que ha acompañado a Federico en diversos recorridos por esta frontera, y a continuación vienen las imágenes, que a veces se complementan con pequeños textos en los que el autor ofrece contexto y, sobre todo, cuenta quiénes son los migrantes.

Darién documenta una enorme tragedia humanitaria de la que se habla poco. Los ricos migran en avión pero los que poco tienen deben hacerlo a pie durante meses, bajo lluvias o soles inclmentes, caminando entre la arena, el lodo, los ríos, y extorsionados por toda clase de personas que encuentran en la urgencia de los migrantes un negocio lucrativo. Darién es un libro profundamente político sin necesidad de enlistar presidentes o partidos: le enrostra al lector en primer plano cómo es que tantos sobreviven a guerras, dictaduras o decisiones políticas excluyentes. Se trata de imágenes impactantes, fuertes, que comunican una profunda empatía. Hay respeto por la dignidad de las personas fotografiadas y por eso es tan potente el mensaje de las últimas nueve fotos del libro: imágenes que los migrantes le envían por Whatsapp a Federico de sus nuevas vidas, luego del paso por el Darién. Pocos reporteros gráficos conservan con sus fotografiados relaciones cercanas tan perdurables en el tiempo. Eso habla de la calidad profesional del autor, que se sustenta en una visión humanista del periodismo que da esperanza en el oficio.

Darién
Federico Ríos Escobar
Raya Editorial
Manizales, Colombia
Septiembre de 2024
308 páginas

martes, 15 de octubre de 2024

La clase de griego, de Han Kang

Si "La vegetariana" parte de la pregunta ¿qué pasa si una mujer decide dejar de comer? "La clase de griego" parece ser la respuesta a ¿qué pasa si una mujer decide dejar de hablar?. Al igual que en "La vegetariana", en "La clase de griego" la premio Nobel Han Kang habla de sueños, pesadillas, de mujer divorciadas en la conservadora sociedad contemporánea de Corea, en donde el machismo se observa desde la aniquilación de la voz femenina hasta escenas de mujeres que reciben bofetadas. Hay también en los dos libros manchas marrón de sangre seca en la ropa, numerosos personajes sin nombre y 
árboles que se mueven como si fueran humanos o animales. Hay un lenguaje poético y reflexión sobre las honduras de la condición humana. Hay muchos elementos comunes y sin embargo la experiencia lectora es tan distinta que por momentos parecen libros escritos por dos autores diferentes. 

Mientras "La vegetariana" tiene un ritmo trepidante, de vértigo, en La clase de griego se privilegia la lentitud. La autora presenta a un profesor de griego que está a punto de perder la vista y a una estudiante de esta lengua muerta que, por segunda vez en su vida, ha dejado de hablar. El encuentro entre un hombre que pronto verá en sueños y una mujer a la que él no puede oír y tampoco podrá ver provoca una necesidad de aguzar otros sentidos. 

En esta novela Han Kang habla menciona el racismo que sufren los coreanos en Alemania, pero no se trata de una novela de denuncia. Hay dos cuerpos que transitan por Seúl en profunda soledad y la desconexión sensorial es la metáfora de sociedades en las que hay poco contacto. La obra también es una oda a la literatura, desde Borges hasta Platón: una reflexión sobre el sistema de pensamiento que se pierde cuando se muere una lengua, sobre las distintas dimesiones de significado que tienen las palabras a través de los siglos y sobre los lenguajes no convencionales, como la lengua de señas, el braille y otros sitemas. 

"La clase de griego" es una obra para paladear, para detenerse con lentitud en cada página, en los párrafos que son poemas, en las frases que evidencian por qué este premio Nobel estuvo bien asignado.


Algunos subrayados

sentía vergüenza de las oraciones que se desprendían de su lengua y de sus dedos como blancos hilos de telaraña (p. 15).

El lenguaje, que la aprisionaba y la hería como una prenda hecha con miles de alfileres, desapareció de un día para otro. Podía oirlo, pero su silencio como una gruesa y compacta capa de aire se interponía entre el caracol de sus oídos y el cerebro (p. 15). 

Una vez que alcanza su cota máxima, la lengua cambia hacia formas más sencillas, descendiendo en una curva suave y gradual. En cierto modo se trata de un deterioro, de su decadencia, pero desde otro punto de vista, supone un avance. Las lenguas europeas de hoy en día son el resultado de un largo proceso de evolución que las hizo menos estrictas, menos elaboradas y menos complicadas (p. 29). 

La gente cree que cuando dejas de ver bien empiezas a oír mejor, pero eso no es cierto. Lo que percibes, sobre todo, es el paso del tiempo (p. 38). 

Aunque cada tanto ocurra algo que valga la pena recordar, se borra sin dejar rastro alguno, sepultado bajo la mole gigantesca y opaca del tiempo (p. 39). 

descubrí que estar enamorado era como estar poseído (p. 44).

yo no habría necesitado tu voz tras quedarme ciego, pues, al mismo tiempo que el mundo visible se alejase de mí como la bajamar, nuestro silencio se había ido perfeccionando a la par (p. 47).

Simplemente no le gustaba acaparar espacio. Todo el mundo ocupa un espacio físico proporcional al volumen de su cuerpo, pero la voz se propaga a una distancia aún mayor. Y ella no deseaba amplificar de ese modo su persona (p. 50).

Para ella no existía una forma de relacionarse más inmediata y directa que la mirada, pues era la única forma de establecer contacto sin tocarse (p. 54). 

A veces no se siente como una persona, sino más bien como una sustancia, una materia sólida o líquida en movimiento. Cuando come arroz caliente, se siente arroz; cuando se lava la cara con agua fría, se siente agua (p. 58).

últimamente todo lo que escribo se convierte enseguida en algo apagado y sin vida (p. 72).

A veces me quedo pensando
en lo extraño que es formar parte de una familia,
en lo extrañamente triste que es eso (p. 78).

Cuando algún día escriba un libro, me gustaría que también tuviera una edición en braille, para que alguien lo leyera pasando sus dedos por cada letra y cada línea hasta el final. Eso sería como... una auténtica conexión, como tocar de verdad a esa persona (p. 107).

Que cuando le devolvamos al mundo material la vida, lo más frágil, blando y triste que poseemos, no recibiremos ninguna compensación. Que cuando llegue ese día, no podré recordar todas las experiencias que habré acumulado hasta entonces en términos de belleza (p. 117).

Tomé conciencia de que el cuerpo humano es triste, de que está lleno de zonas cóncavas, suaves y vulnerables, como brazos, axilas, pecho y entrepierna; de que es un cuerpo nacido para abrazar y desear el abrazo de alguien (p. 120).

Con el tiempo... sólo veré en sueños (p. 148).

Me aterra no poder enmendar las palabras una vez pronunciadas, que esas palabras sepan mucho más de lo que yo sé (p. 155).



La clase de griego
Han Kang
Traducción de Sunme Yoon
Penguin Random House
Bogotá
Septiembre de 2023 (publicado originalmente en coreano en 2011)
176 páginas

lunes, 14 de octubre de 2024

La vegetariana, de Han Kang

Yi Sang (1910-1937) fue un poeta coreano que vivió en la época en la que su país fue ocupado por Japón. Murió a los 27 años (la mítica edad de la muerte de Janis Joplin, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y Amy Winehouse, entre otros artistas) y es posible que su nombre hubiese sido olvidado si la premio nobel de literatura 2024, Han Kang (1970), no hubiese leído su verso 
"Creo que los humanos deberían ser plantas".

Con esa idea Han Kang escribió en el año 2000 el relato "Los frutos de mi mujer", la historia de una mujer que se convierte en planta, su marido la siembra en un matero y la mata se seca luego de dar unos frutos. "Los frutos de mi mujer" fue el primer fruto de Han Kang a partir de la semilla sembrada por Yi Sang, pero el verso siguió germinando hasta terminar en "La vegetariana" una novela de 2007 que sigue trabajando la idea de una mujer-planta, aunque sin la fantasía de su primer relato.

Yeonghye es una mujer ordinaria, corriente, ni fea ni bonita, cuya mayor rareza consiste en que a veces prefiere no usar brasier. Eso cuenta sobre ella su marido, quien con extrañeza observa cómo, de manera súbita, Yeonghye decide dejar de comer carne. La primera parte de la novela está narrada desde el punto de vista del marido, quien observa a una mujer que se convierte en una extraña para él. Su dictamen es que perdió la razón.

La segunda parte de la novela ocurre casi dos años después y la cuenta el cuñado, un artista visual casado con Inhye, la hermana mayor de Yeonghye. Él le propone a su cuñada posar para un video arte que imagina, en donde el cuerpo desnudo es un lienzo en el que él pinta flores de colores. Las imágenes y el potente erotismo de esta segunda parte constituyen uno de los momentos más sublimes de la novela, y uno de los pasajes eróticos más destacados de la literatura contemporánea, en donde, además, la autora cuestiona esa línea difusa entre arte erótico y pornografía.

La última parte la narra Inhye, con Yeonghye internada en un hospital mental. Yeonghye ya no quiere comer: no solo rechaza la carne sino cualquier tipo de alimento. Sólo necesita agua y sol, como las plantas.

Han Kang logra con maestría crear todo un simbolismo alrededor de la falta de autonomía de las mujeres, de su borrado cultural (la voz de Yeonghye apenas aparece brevemente en el relato) y del rechazo o la repulsión que provoca lo humano. Es también un útil retrato para conocer algunas marcas culturales coreanas: la familia de Yeonghye se disculpa con su marido por el cambio súbito de ella (como si el marido hubiese hecho una especie de "favor" al casarse, o la familia de la novia estuviera en deuda) y hay dos escenas de violación cometidas por esposos en contra sus esposas. 
 
La vegetariana es un relato crudo, duro, impactante, en el que la reflexión sobre la autonomía humana y la posibilidad de romper normas sociales está en el centro.

Algunos subrayados
Cuando alguien cambia de un modo an tajante, no hay más remedio que seguirle la corriente (p. 21).

A veces pensaba que no era tan malo convivir con una mujer rara. Vivíamos como si fuéramos desconocidos o, mejor dicho, como si ella fuera mi hermana o la empleada doméstica que hacía la comida y limpiaba la casa (p. 34). 

sentía que detestaba con todas mis fuerzas a mi mujer (p. 45). 

si no comes carne, te devorará el resto del mundo (p. 49).

son gritos, alaridos apretujados, que se han atascado allí. Es por la carne. He comido demasiada carne. Todas esas vidas se han encallado en ese sitio. No me cabe la menor duda. La sangre y la carne fueron digeridas y diseminadas por todos los rincones del cuerpo y los residuos fueron excretados, pero las vidas se obstinan en obstruirme el plexo solar (p. 49).

se podía sentir en ella la fuerza de un árbol silvestre y sin podar (p. 62).

y en los momentos en que se encontraba en casa se le veía incómodo como un viajero alojado en un hotel de paso (p. 122)-

existía un abismo entre sus apasionados trabajos y su vida cotidiana, en la que se veía como un pez encerrado en una pecera, hasta tal punto que no parecía ser la misma persona en uno y otro ámbito (p. 123).

Tu propio cuerpo es lo único a lo único a lo que puedes hacer daño. Es lo único con lo que puedes hacer lo que quieras. Pero ni eso te dejan hacer (p. 162)
 
La vegetariana
Han Kang
Traducción de Sunme Yoon
Editorial Penguin Random House
Bogotá
2024 (primera edición en coreano: 2007)
168 páginas


sábado, 12 de octubre de 2024

El silencio del violonchelo, de Vera Grabe

Hace al menos 30 años leí "Vida mía" un libro de Silvia Gálvis que recoge testimonios de mujeres colombianas reconocidas que tuvieron que afrontar distintas dificultades, y recuerdo aún la crudeza de lo que Vera Grabe le contó a la periodista, o quizás mejor, de lo que la periodista logró sacarle: detalles de las torturas que sufrió a manos de militares, cuando la capturaron por su militancia guerrillera en el M-19, y la difícil vida de la clandestinidad y la muerte de sus compañeros.

"El silencio del violonchelo" no llega a ese nivel de intimidad y emotividad. Es un ensayo escrito en primera persona en el que Vera Grabe reflexiona sobre las circunstancias particulares que implica la lucha armada para una mujer: la dificultad de decidir sobre la maternidad, la sexualidad en los campamentos, el secretismo con la familia, como medida de protección, y la necesidad de vivir las relaciones y los afectos en un eterno y radical presente, porque el futuro es incierto.

Vera Grabe tiene la posibilidad de contar detalles de la vida cotidiana en la tropa que han sido poco narrados en nuestra literatura y que ella conoció de primera mano. Sin embargo, quizás por sus años en la clandestinidad y su disciplina en el secretistmo, todo se narra con hondura y honestidad, pero con distancia. Sin infidencias, sin confesiones emotivas, con contención emocional, aunque no con frialdad. Usa el plural de la primera persona para evitar referencias personales que fueron colectivas pero que apelan directamente a su vida, como por ejemplo el sentimiento de deuda por los hijos que no pudieron criar. 

Después de la desmovilización del M-19 en 1990 varios de sus militantes fueron asesinados y otros lograron participación en la vida política de Colombia, por la vía electoral. Ese compromiso público exige costos o renuncias personales. "El silencio del violonchelo" habla sobre esos intereses personales que fueron aplazados o silenciados ante las necesidades de la vida guerrillera.
 
Algunos subrayados
Y aún hoy, la política como ejercicio dista mucho de humanizarse, en el sentido de que opone vida a compromiso público: sigue siendo una actividad absorbente (p. 9).

Después de muchos años es fácil caer en lecturas moralizantes, juzgar el ayer según parámetros actuales. El reto es cómo contar la historia incorporando los aprendizajes actuales, pero comprendiendo el ayer (p. 10).

"Usted no ha perdido el vicio de la clandestinidad". ¿Qué quería decir con eso? Más que la introversión como un rasgo de mi personalidad, se refería a la inmensa dificultad que me costaba haclar de mí como persona, expresar lo que sentía y quería, contar cosas de mi vida (p. 15).

La paz es también recuperar proyectos individuales (p. 16). 

ir a la cárcel significó para mi padre la recuperación de su hija; y para mí recuperar al padre como confidente, porque por fin, sin el obstáculo del secreto, pudimos recuperar el diálogo perdido por años (p. 20).

Una compañera dijo una vez que para ella era fácil amar a cualquier compañero, porque la afinidad los convertía en seres muy cercanos y amables, es decir, aptos para ser amados (p. 22). 

Los secretos amorosos eran tal vez los únicos que compartíamos entre mujeres, porque las cosas que nos pasan en la vida, lo que nos conmueve y ocupa, realmente sólo existe cuando lo podemos socializar, así, en secreto, con destinos afines (p. 23). 

en una vida que se vivía en tiempo presente, las exigencias de fidelidad eterna estaban suspendidas (p. 25).

En ese mundo de milicia no se hablaba de lo que se sentía, de cómo se sentía cada cual. Eran colectivos que tenían que probar que eran fuertes. Pero en el juego de los desafíos y del afianzamiento del colectivo, la mayoría de hombres y mujeres se hacían sus propias preguntas, y tenían sus propias dudas, su propia soledad (p. 29). 

el afecto genera incondicionalidad, pero al mismo tiempo implica un sentido de responsabilidad, de poner límites a la guerra (p. 35). 

aunque no estaba escrito, se suponía que los mandos femeninos debían pedir permiso para tener hijos (p. 39). 

(sobre los hijos) lo único que a estas alturas sé es que desprenderse también puede ser un acto de amor (p. 42).

muchos de quienes tuvimos hijos e hijas en medio de la guerra sentimos que tenemos una deuda con ellos. Tuvimos encuentros furtivos, a nuestro modo estuvimos presentes en su vida, pero no en su cotidianidad. Y ese es un tiempo que no se recupera. Vivir momentos no es lo mismo que vivir procesos cotidianos (p. 43). 

El silencio del violonchelo
Vera Grabe
Fondo de Cultura Económica, colección Vientos del Pueblo
Bogotá
Octubre de 2023
47 páginas

martes, 8 de octubre de 2024

Las ballenas son más sutiles, de María Antonia León

Ocho cuentos protagonizados por mujeres componen este volumen con el que María Antonia León ganó en 2023 el Premio Nacional de Libro de Cuentos Inédito Escrito por Mujeres, del Ministerio de Cultura.

Al referirse a este libro, María Antonia León me dijo en una entrevista que la característica común que une a los ocho cuentos del libro es el hundimiento: montañas que se hunden, cuerpos que se hunden en el agua, barcos hundidos, vidas que naufragan. No hay en estos relatos de mujeres distintas, de edades diversas y vidas disímiles, espacio para la alegría ligera o la carcajada feliz. Incluso en las conversaciones aparentemente amables entre dos amigas en una piscina, hay siempre un halo sombrío que hace temer el futuro. Es como si la atmósfera jovial sólo pudiera leerse como el presagio de lo gris y lo lúgubre.

El volumen trae ocho cuentos: "Las ballenas son más sutiles"; "La Cuchilla del Salado", "Te matas o me mato", "La base del mundo", "A Betty se le zafa un tornillo", "Una muerte pariendo una vida", "La calle más dolorosa de Bogotá" y "Luna de semen". Se trata de ocho relatos en los que se abordan la amistad entre mujeres, la maternidad, la violencia intrafamiliar, el sexo y el deseo, la muerte y la enfermedad. Los cuentos transitan entre Manizales y sus alrededores, Bogotá, Aruba, México y otras geografías. Distintos espacios para ambientar la desazón que atraviesa a las mujeres en sus relaciones afectivas.

Algunos subrayados
 
La Cuchilla del Salado quedaba en un valle pequeño al que se llegaba por la vía Manizales-La Cabaña-Tres Puertas. Se podría decir que la vereda estaba ubicada por debajo de la ciudad; escondida entre los paños del paisaje (p. 28).

A veces fantaseaba con la idea de convertirse en una yegua: así tendría más posibilidades de huir (p. 32). 

El tío, al igual que el caballo, era viejo y flaco, como muerto de antemano (p. 33). 

Los baños de hombres o los de mujeres. ¿Cuál de los dos es más puerco? Los dos nos parecían igual de sucios; en eso sí había igualdad de género (p. 42). 

La palabra es la verdadera violencia que ejercemos las mujeres (p. 46). 


Las ballenas son más sutiles
María Antonia León
Fondo de Cultura Económica
Bogotá
Agosto de 2024 
97 páginas

domingo, 6 de octubre de 2024

La cuadra, de Gilmer Mesa

El narrador de La cuadra vive en el barrio Aranjuez de Medellín. Su papá maneja un camión desvencijado, su mamá trabaja, su hermano menor estudia y el mayor también, pero además hace trabajitos para los pillos de la esquina. 

En la cuadra pasa todo. La vida ocurre en la calle: la de los chicos que quieren ser más grandes, y la de los grandes que conversan afuera. Hay solidaridad y rebusque, pero también hay miedo porque el combo de Los Riscos impone su ley. 

La cuadra es la primera novela de Gilmer Mesa. La obra está dividida en nueve capítulos y en cada uno desarrolla la historia de algún personaje de la cuadra, aunque desde el comienzo se entreteje que la historia avanza hacia el despeñadero: hacia la muerte que quiebra en dos a una familia, aunque la cuadra siga siendo la misma.

Resulta interesante observar el rol de las mujeres en una obra tan masculina y cargada de tanta violencia: hay mujeres víctimas de homicidio y de violencia sexual, hay prostitutas y hay madres que sufren por sus hijos. Se describe en detalle "El revolión", una violación masiva de hombres armados a mujeres adolescentes, una práctica que similar a la que ocurre en El Salvador con las maras, y que ha descrito el medio El Faro. Pero La Cuadra presenta tamb a mujeres vengadoras, mujeres que salen adelante sin el apoyo de familiares o de parejas y esta multiplicidad permite vislumbrar los matices complejos de una sociedad en la que ellos, los hombres, cargan con la obligación de disparar, porque demostrar que son muy machos es una imposición social. 


Algunos subrayados
Para quienes nacimos en un barrio popular de una ciudad como esta, el respeto es más necesario para sobrevivir que el aire (p. 14).

cuando uno nace, crece y se reproduce viendo a sus similares morir todos jóvenes, sus expectativas de vida no superan los veinte años, y entonces cuando la única vida posible y vivible es la adolescencia, ahí es donde se tiene que ser alguien, no hay tiempo de espera (p. 15).

Al ingresar la pareja, el hombre, con alguna excusa, se devolvía y entreabría la puerta para que pasados treinta segundos entraran los compinches armados y obligaran a la mujer a tener sexo con todos y cada uno, a veces por turnos, pero la mayor parte del tiempo al unísono y por los diferentes orificios de su cuerpo (p. 40).

Las mujeres sometidas a estas vejaciones tenían que guardar silencio (p. 40).

Esa rabia impúdica y resentida que los feos suelen sentir frente a la belleza (p. 42). 

era tan solo miedo, el mismo que cargábamos todos para enfrentarnos a lo desconocido que era el mundo femenino: no dejan de ser paradójicas las formas que tiene el miedo de instalarse en los hombres, nunca apareció para detetener la mano del matón de policías pero emergía imponente y total a la hora de encarar a una mujer (p. 44). 

Los seres humanos no somos uno solamente, inmutable y parejo, somos antes que nada plurales, con una pluralidad dicotómica y contradictoria que nos hace levantarnos angélicos virtuosos y acostarnos demoniacos porque en ambos estados mantenemos la misma mueva (p. 62).

nuestros ídolos de niñez nunca fueron superhéroes de historietas ni futbolistas famosos, nosotros queríamos ser bandidos como los que veíamos a diario en la esquina (p. 98). 

En esos barrios pobres la calle es el sitio en donde se pasa la mayor parte de tiempo en la infancia, a falta de guarderías y jardines infantiles, la calle suplía con ardor la sed de aprendizaje (p. 115). 

El delito ha sido siempre patrocinado más por las gentes que se dicen de bien que por los mismos delincuentes, quienes solo son la cara visible del crimen, pero bajo la superficie se mueven los verdaderos favorecedores de todas las fechorías, los que compran lo robado, los que mandan a matar, los que consumen lo ilegal, ahí está la verdadera cara de la sociedad que inculpa y sataniza al criminal pero lo tolera, disculpa e incluso ampara la infracción (p. 122). 

Lo menos difícil de llegar al poder es acceder a él, lo verdaderamente importante es mantenerlo y la forma más fácil de lograrlo es mantener el bienestar de los súbditos y de los trabajadores (p. 125). 

Las personas suelen creer que el poder y el dinero cambian a la gente, pero eso es falso, lo que hacen el poder y el dinero es que nos desenmascaran, nos ponen en evidencia con nosotros mismos, con nuestras propias miserias (p. 133). 

Más que trabarse lo que uno buscaba con la mariguana en los enrevesados años de adolescencia era aceptación (p. 172). 

La tristeza es un sentimiento que se padece en soledad, que necesita del aislamiento (p. 179). 

Después del entierro la esquina siguió siendo la esquina, con sus crímenes, su agite y sus muertos, pero mi familia y yo ya nunca volvimos a ser los mismos (p. 188). 


La cuadra
Gilmer Mesa
Penguin Random House
Bogotá, 2016
194 páginas

domingo, 29 de septiembre de 2024

Aranjuez, de Gilmer Mesa

Manizales tiene un barrio popular que se llama Aranjuez, en el que hay venta de empanadas, niños que juegan en la calle y pequeños negocios abiertos hasta la noche, atendidos por sus propietarios, los vecinos que viven y trabajan allí. Todo esto ocurre en el barrio Aranjuez de Medellín, y sin embargo no se pueden comparar: el Aranjuez que Gilmer Mesa describe en su libro es un barrio en el que los muchachos, casi niños, empiezan a hacer trabajos para "Los pillos" que mandan desde una esquina. "Los sanos" juegan fútbol, hacen mandados y se mueven con cuidado para no levantar sospechas y poder sobrevivir. 

Aranjuez es un libro que Gilmer Mesa escribió para honrar la memoria de su padre, que murió luego de que su mente, su memoria y sus recuerdos lo hubieran abandonado. Pero el libro, aunque habla de ese padre ausente, retrata estampas de personajes de un barrio en el que morir joven y violentamente es un sino que cargan muchos hogares, incluido el del narrador. 

La obra está compuesta por 15 capítulos, cada uno con unidad en sí mismo. Es decir: cada capítulo eventualmente podría funcionar como un relato independiente, aunque el personaje que se menciona en uno se desarrolla a profundidad en otro. El barrio es una suma de personajes y el libro pasea por cada uno de ellos. Cada capítulo corresponde a los 15 minutos de fama de algún habitante de Aranjuez.

El autor tiene una posición política clara: no le interesa hacer una división maniquea entre buenos y malos, entre pillos y sanos. Critica a quienes llegan al barrio a hacer etnografía con la profundidad de un turista y descree de los poderes mesiánicos. Explica que en la pobreza también hay clases sociales y que aunque la exclusión es norma general en el barrio, hay algunos más excluidos que otros. No sataniza, no juzga, no señala, pero sí se duele de la muerte, de la impotencia y de la fatalidad que rodea a varios vecinos.

La prosa de Gilmer Mesa es vertiginosa: párrafos muy largos con frases separadas por comas, por puntos y comas, en donde los puntos seguidos se demoran. El texto se lee con el frenesí de una historia que se siente honesta, urgente y digna. Una visión en la que la periferia es el centro. Como dice en alguna parte del libro, "la ciudad era un Aranjuez grandote".

Algunos subrayados

Era una casa de apariencia pobre y fea aunque con una belleza íntima como el dibujo de un niño al que le falta destreza pero tiene talento porque a las casas como a las gentes nos definen los interiores (p. 17). 

un padre maltratador pero padre al fin que toma la figura de un caudillo cualquiera que ejerce el poder a la manera de un mal padre, imponiendo el maltrato como único trato: en un país de malos padres y malos tratos el maltratador es rey (p. 22). 

Escribo estos textos para mejorarlos a todos en el recuerdo, para mejorarme yo de esta angustia presente de ya no tenerlos (p. 25).

Ojeaba el periódico más amarillista de la ciudad al cual estaba suscrito y que todos los días traía historias crudas e inverosímiles para cualquier parte del mundo, menos para esta en donde lo imposible es cotidiano (p. 28). 

no quería trastocar su rutina que, si bien no le complacía, al menos no lo atormentaba (p. 29). 

si algo hicieron bien los bandidos en nuestra ciudad fue que nos endilgaron su modo de vida y su desparpajo como aspiración hasta hacerlo cultura (p. 46). 

las penas nunca pasan, solo se estancan en una quietud lóbrega cebada en silencio porque ellas son en sí mismas estridencia ensordecedora, grito total y acuciante que no debe contaminarse con otras voces (p. 52). 

apoyados en los hijos que fue lo único que alcanzaron a hacer y que en este país cicatero son la única recompensa de los padres y su jubilación (p. 55). 

no trastocaba la rutina diaria de tantos años, que es lo único que garantiza una convivencia armónica entre un matrimonio viejo (p. 56). 

era un raro, que es como la sociedad llana y procaz llama despectivamente a lo que no entiende (p. 70). 

en los barrios populares contemplar el paso del tiempo es casi un oficio (p. 73). 

nuestros padres fueron castrados en su expresividad por la misma sociedad machista y altanera que castiga con burlas y rechazos cualquier síntoma de debilidad (p. 76). 

la música lo va a salvar, no de sufrir, de eso nada nos salva, pero sí le va a dar la fuerza para resistir la vida, para aguantar los malos trances sin volverse un resentido ni una mala persona, ya tiene en qué descargar sus dolores sin hacerle daño a nadie, y eso es más de lo que muchos pueden tener y lo único que yo como padre puedo desear para él (p. 78). 

en la edad en que estaba había entendido que las cuentas del alma no se acaban nunca de pagar (p. 91). 

Terminamos borrachos cantando tangos y llorando sin pudor y sin freno como se deben llorar las tristezas cuando son reales (p. 103).

hasta la pobreza tiene gradaciones: están los menos pobres que logran tener las tres comidas diarias, una de las cuales tiene carne en el menú; están los que a duras penas llegan a fin de mes y tienen que hacer piruetas con el esmirriado sueldo para poner arroz con huevo y aguapanlea todos los días en el plato; están los pobres vergonzantes, que son la mayoría, los que sin tener un centavo aparentan plétoras y se endeudan por mantener una posición en la que solo ellos creen, puesto que todo el mundo sabe que están vaciados, que mantienen reventadas las diversas libretas del fiado en las tiendas cercanas, les cortan la luz y el agua cada tanto y tienen que invetar cada día una nueva excusa para salvaguardar su marginalidad evidente —en esta categoría estábamos casi todos en el barrio—; y salidos de la pirámide social de pobreza que constituyen nuestros barrios populares están los pobres extremos que rayan en la indigencia, aquellos para quienes no alcanzó ni siquiera una sucia esquina de la cobija zarrapastroza con la que cubrimos nuestras miserias, los que pasan hambre pura y dura, frío y mal sueño día a día, los que hasta nuestras escaseces envidian porque las ven como opulencia (p. 142). 

somos cuando más una sociedad lavada pero nunca limpia (p. 144). 

ofreciéndolo como cultivo popular perfeccionado, con esa extraña pirueta de vender lo barrial como moda para las élites que gustan de las expresiones y maneras de los pobres pero sin pobres (p. 187).

Lo malo de vivir tanto tiempo escondido es que fácilmente la trinchera se vuelve morada (p. 188). 

Esa precisamente es una de las primeras cosas en las que interviene la religión para conseguir adepots: insulfa un sentimiento de superioridad moral en sus miembros que los hace juzgar a los demás como inferiores por no compartir sus más primarios temores, expresados en bisutería ideológica contra el cuerpo y las libertades civiles (p. 194).

nada une más a dos personas que haber sufrido juntas (p. 199).

tenía belleza pero carecía de encanto, que es de alguna manera la revancha de los feos y lo único que equilibra un poco el universo seductor de la adolescencia; un feo encantador incrementa las posibilidades y en ocasiones arrasa contra un bonito lerdo (p. 224).

en el fondo la aventura está en la conquista, no en lo conquistado, el vértigo lo da la búsqueda, es el camino lo que aporta, no su llegada (p. 229).

Uno debe estar donde perdió lo querido y donde quiso lo perdido, y aquí están mis muertos, que son lo que más quise y perdí, de manera que debo quedarme donde mis muertos sepan donde hallarme, irme sería cambiar de geografía pero mantener la mente y el corazón en estas esquinas a las que extrañaría a diario (p. 249).

estoy seguro de que solo el amor y la amistad trascienden la insignificancia de la vida (p. 251). 

las motos parecían gritar lo que ellos no podían, que existían, que eran importantes, y de ahí que entre más roncas y potentes, mejor el grito, más significativo (p. 273).

la muerte del padre cuando se lo ha tenido tan cerca tanto tiempo precisa el principio de la propia extinción (p. 284). 

La pérdida ha sido y es el tema, y toda la literatura que me interesa está compuesta de pérdidas y de muerte (p. 287).

Aranjuez
Gilmer Mesa
Penguin Random House
Bogotá, Septiembre de 2023
296 páginas

jueves, 26 de septiembre de 2024

El vacío en el que flotas, de Jorge Franco

El vacío en el que flotas
es el título de la segunda novela de Ánderson Posada, quien tuvo un éxito temprano e inesperado con su primera novela Aquel monstruo indomable, con la cual ganó un premio internacional en 2002. Esto, lo del premio, lo sabe el lector en la primera página de esta obra de Jorge Franco. 

Hay en este libro de Jorge Franco muchos vacíos: en el hogar de Sergio y Celmira hay un vacío enorme porque Richi, su niño de cinco años, desapareció tras la explosión de una bomba en un centro comercial. Está también el vacío de Uriel o Kike Boreal, que no tiene una familia a la que pueda aferrarse y tiene, además, múltiples vacíos económicos. Ánderson, por su parte, tiene una primera infancia que es un gran vacío en su memoria: Uriel le dice que sus padres murieron en un accidente, pero la historia tiene tantos huecos que Ánderson duda de su veracidad. Está, por supuesto, el vacío físico que deja la explosión de una bomba, que es el hecho que detona toda la historia, y hay, a través de todas las páginas, la presencia/ausencia del dolor de un desaparecido. 

Entre tanto vacío es posible caer, hundirse, pero Jorge Franco tiene otra apuesta: en medio del vacío sus personajes pueden flotar, que es una manera de sobrevivir. 

El vacío en el que flotas ocurre en una ciudad colombiana que parece Medellín pero no se nombra dentro del libro. Es una historia urbana que se narra de manera fragmentada y asincrónica, a partir del punto de vista de distintos personajes. La estructura del libro es un artefacto sólido que evidencia el trabajo del autor: Sergio escribe un libro que por momentos parece ser la historia entre Anderson y Uriel. Sergio y Anderson son escritores y, en consecuencia, reflexionan sobre el proceso de escribir. En la armazón de esta novela Franco le propone al lector el juego de adivinar si Anderson existe o es una creación literaria, y ese salón de espejos devuelve múltiples imágenes con distintas respuestas factibles.

Uriel o Kike Boreal o Api es el personaje más atractivo de esta novela. Un travesti pobre, solitario y marginal que comete el delito de raptar a Richi y sin embargo logra despertar ternura y humor. Tiene tantos matices que resulta imposible leerlo como "el villano". Su oralidad, sus diálogos con la Virgen o las matas y sus costumbres muestran una ética personal difícil de encasillar.

Jorge Franco tiene un estilo vertiginoso, rápido y ameno, que mantiene el ritmo y engancha al lector. En esta novela un personaje dice que está "hasta el cogote de las novelitas burguesas y almibaradas de Jorge Franco". Ésta puede ser otra novelita burguesa y almibarada, quizás. No todo tiene que ser Proust. Yo difruté la lectura. 



Algunos subrayados 
Ya había cruzado el umbral de otra realidad inimaginable que le imponía buscar a su hijo en el mundo de los muertos (p. 20).

Sobre el escritorio estaban las páginas arrumadas, bocaabajo y perfectamente alineadas, de lo que él mismo llamaba "el embeleco de un periodista con ínfulas de escritor". Lo más probable era que nunca fuera a escribir un libro (p. 28).

―También me mandan libros de autoayuda ―continuó Celmira―. Sobre la pérdida de un ser querido, sobre el duelo, de cómo establecer comunicación con los ángeles, con los muertos, con los espíritus, hasta con los extraterrestres.
―En situaciones desesperadas, la gente se pega de lo que sea. Y algunos logran cierta paz (p. 34).

―¿O sea que recordar es limpiar? (p. 35). 

como artista no estoy en la obligación de decir más de lo que mi arte dice. Ni siquiera tendría que estar asistiendo a este evento ni dando esta entrevista. Mi libro ―continuas―, que tampoco estoy seguro de que sea arte, dice lo que tiene que decir de mí como escritor (p. 39). 

en la mitad de las entrevistas que he dado en mi vida, el entrevistador no se ha leído mi único libro (p. 41). 

Sabía de la desazón de los escritores al volver sobre lo escrito (p. 65). 

estaba hasta el cogote de las novelitas burguesas y almibaradas de Jorge Franco (p. 107).

Leer a McCarthy ameritaba también un trago de cualquier cosa (p. 107). 

Culpa porque en algún momento iba a aflojar y dejaría de pensar en su hijo. Porque cualquier mañana se iba a despertar con menos agonía que el día anterior. Porque cuando menos lo imaginara, iba a retomar la inercia de su vida antes de aquel día (p. 130). 

abres algunos portales de los periódicos colombianos. Treinta segundos para confirmar que todo sigue igual. Seguimos odiándonos (p. 135). 

quedó frente a ella, indeciso y perturbado, como queda cualquiera frente a una mujer que llora (p. 149). 

―¿No eres creyente? ―le preguntó ella.
―No sé ―respondió Sergio. Se quedó pensativo y luego dijo―: Me da trabajo asimilar ese lado mágico de la religión. Ante los misterios, me he refugiado siempre en los libros. 
―¿Y ahí está la respuesta? ―Preguntó la fiscal.
―Claro. Y siempre es la misma: todo lo del hombre es, únicamente, del hombre. Punto (p. 152). 

Va mal porque es mi primer libro, porque el aprendizaje es duro, porque nunca llegaré a escribir como los autores que admiro, porque el protagonista de mi libro es un escritor exitoso y yo no lo soy, porque las ideas no se acoplan con las palabras y las palabras se me escapan. Eso suena bonito, dijo Clarisa. ¿Qué? Eso que acaba de decir; debería escribirlo. Le apuesto a que si lo escribo, dijo Sergio, ya no va a sonar igual. Así de caprichosa es la escritura (p. 153).

―"Interesante" es una expresión interesante ―le comentas―. No descalifica, pero tampoco elogia. No compromete a quien la dice. Abre la puerta a la discusión. Los pensamientos opuestos pueden coincidir en algo o en alguien "interesante". (p. 163). 

―Lo importante es que quieran tus libros. Nosotros nos vamos a morir (p. 167). 

―¿A quién decepcionas si no cumples con tu rol de madre dolorida? ¿A ti misma, a tu familia, a la sociedad? (p. 248). 

Lo que ignoran los demás es que detrás de un autor hay un ser humano, despreciable en la mayoría de los casos, vanidoso y sobrevalorado, porque el mercado de la cultura es tan vil como cualquier otro mercado (p. 302). 

―¿Usted va a misa, Carolina? ―le preguntó Celmira.
―Por supuesto ―respondió―, si allá están los que me buscan por las noches (p. 315). 

Te angustia soltar tu libro al mundo. Pronto llegarán las galeradas y será tu última oportunidad para intervenir, después tu trabajo caerá en manos de lectores y críticos, y lo peor, de las redes sociales, inundadas de sabiondos y reseñistas de último minuto. Hasta los que no leen opinarán de tu libro. Lo elogiarán o despedazarán dependiendo de si les caes bien o mal (p. 321). 

Quien vive en el mundo de la escritura no puede irse nunca y estará condenado a habitarlo ya sea en un tugurio, en la suite de un hotel, en una mansión o en la sucia calle. Morirás dándole vueltas a alguna historia en tu cabeza, es irremediable (p. 324). 

no es sino mirar para darse cuenta de que casi todos los escritores están muertos, y él está muy joven para morirse, que mejor se dedique a eso cuando esté viejo, o muerto, como esos otros (p. 326). 

Los escombros siguen pegados a los esqueletos, y sobre los que cayeron no se visulmbran restauraciones ni construcciones nuevas (p. 333). 



El vacío en el que flotas
Jorge Franco
Editorial Alfaguara

Agosto de 2023
Bogotá
336 páginas

domingo, 8 de septiembre de 2024

Manu, de Octavio Escobar Giraldo

No tengo claro a partir de cuántos libros publicados se puede empezar a decir que un autor es un escritor prolífico pero creo que Octavio Escobar Giraldo ya lo es. En este espacio he comentado más de 10 títulos suyos, entre novelas, poemarios y libros de cuentos. 

"Manu", su último libro, es el cuarto que dedica al público infantil y juvenil, después de Las láminas más difíciles del álbum, El mapa de Sara y El viaje del príncipe, aunque también al menos la mitad de los cuentos de El color del agua podría caber en esa categoría de "literatura infantil y juvenil", que siempre resulta tan problemática. ¿Qué es un libro infantil? Tener como protagonista a un niño o adolescente no necesariamente lo define, porque dudo que alguien considere El diario de Ana Frank como un libro infantil. ¿Es el tema? ¿Es el tono? La categoría de "literatura infantil" apela a un lector de nicho, limitado a un rango de edad, pero yo misma publiqué el año pasado "Sakas", un libro que se supone que también va para ese público, y en las dedicatorias que firmé escribí algunas veces que el libro es para el niño interior que habita en cada lector, independiente de la edad biológica que revele la cédula.

Mi niña interior viajó con "Manu" a través de los túneles que conectan a todas las ciudades del mundo y que salen de las piscinas de pelotas que hay en los centros comerciales. Comprendió perfectamente la explicación según la cual los cordones de los zapatos se desamarran porque en realidad son lombrices juguetonas, y admiró los atardeceres anaranjados que se disfrutan desde Manizales, con el Cerro Tatamá como límite visual.

"Manu" tiene todas las características que se esperan de un buen libro infantil: es alegre, juguetón, se lee con agilidad, su protagonista despierta simpatía y además el libro se complementa con ilustraciones hermosas, de Elizabeth Builes, que le ponen cuerpo a lo que Octavio Escobar narra.

Pero además de mi niña interior, me acerqué a la lectura de "Manu" como la adulta que soy y sabiendo que Octavio Escobar Giraldo es un escritor al que le gusta el juego y la experimentación en sus textos. Lo que encontré fue una primera capa de lectura que presenta a un personaje juguetón y fantasioso, pero, en otra capa, encontré un libro acerca de lo que no se narra. Es decir: normalmente a los escritores les preguntan "de qué se trata tu libro", o "de qué va tu novela". En este caso pareciera que Octavio Escobar se preguntó eso pero, al mismo tiempo, se preguntó también de qué no va a hablar. De identificar cuáles son los elementos claves que no se mencionan, que se le esconden al lector y que es éste el que debe aceptar sumergirse en la lectura, sin datos esenciales. 

¿Manu es Manuel o Manuela? ¿Cuántos años tiene? ¿Cómo llegó a la familia en la que vive? ¿Cuáles son los detalles de lo que ocurrió con sus padres? Las respuestas, que son claves para adentrarse en este texto, están escondidas en un túnel que sale de una piscina de pelotas de color lapislázuli.


Algunos subrayados 
Manu me explica que algunas piscinas de pelotas se comunican por túneles que recorren el mundo, y que por eso conoce Ciudad de México y Lima (p. 9).

Cuando Manu me pide que le amarre los zapatos, me insiste en que lo haga con mucho cuidado, con suavidad, porque los cordones son gusanitos que a veces hacen fiesta y se desamarran de la emoción (p. 61).

--¿Y qué es un omnívoro?
--Que come de todo --respondió mamá--. Como papá (p. 89).

las nubes se estaban coloreando de rojo y anaranjado y al fondo se veía el relieve del cerro Tatamá, que es una reserva natural que mamá y papá visitaron muchas veces y a donde llevan a los turistas. Me alegro cuando lo veo desde la ventana de nuestra habitación (p. 100).

Creo que Manu piensa lo mismo que mamá, que los libros nunca terminan (p. 110).




Manu
Octavio Escobar Giraldo
Ilustraciones de Elizabeth Builes
Editorial Planeta
Agosto de 2024
Bogotá
128 páginas