El vacío en el que flotas es el título de la segunda novela de Ánderson Posada, quien tuvo un éxito temprano e inesperado con su primera novela Aquel monstruo indomable, con la cual ganó un premio internacional en 2002. Esto, lo del premio, lo sabe el lector en la primera página de esta obra de Jorge Franco.
Hay en este libro de Jorge Franco muchos vacíos: en el hogar de Sergio y Celmira hay un vacío enorme porque Richi, su niño de cinco años, desapareció tras la explosión de una bomba en un centro comercial. Está también el vacío de Uriel o Kike Boreal, que no tiene una familia a la que pueda aferrarse y tiene, además, múltiples vacíos económicos. Ánderson, por su parte, tiene una primera infancia que es un gran vacío en su memoria: Uriel le dice que sus padres murieron en un accidente, pero la historia tiene tantos huecos que Ánderson duda de su veracidad. Está, por supuesto, el vacío físico que deja la explosión de una bomba, que es el hecho que detona toda la historia, y hay, a través de todas las páginas, la presencia/ausencia del dolor de un desaparecido.
Entre tanto vacío es posible caer, hundirse, pero Jorge Franco tiene otra apuesta: en medio del vacío sus personajes pueden flotar, que es una manera de sobrevivir.
El vacío en el que flotas ocurre en una ciudad colombiana que parece Medellín pero no se nombra dentro del libro. Es una historia urbana que se narra de manera fragmentada y asincrónica, a partir del punto de vista de distintos personajes. La estructura del libro es un artefacto sólido que evidencia el trabajo del autor: Sergio escribe un libro que por momentos parece ser la historia entre Anderson y Uriel. Sergio y Anderson son escritores y, en consecuencia, reflexionan sobre el proceso de escribir. En la armazón de esta novela Franco le propone al lector el juego de adivinar si Anderson existe o es una creación literaria, y ese salón de espejos devuelve múltiples imágenes con distintas respuestas factibles.
Uriel o Kike Boreal o Api es el personaje más atractivo de esta novela. Un travesti pobre, solitario y marginal que comete el delito de raptar a Richi y sin embargo logra despertar ternura y humor. Tiene tantos matices que resulta imposible leerlo como "el villano". Su oralidad, sus diálogos con la Virgen o las matas y sus costumbres muestran una ética personal difícil de encasillar.
Jorge Franco tiene un estilo vertiginoso, rápido y ameno, que mantiene el ritmo y engancha al lector. En esta novela un personaje dice que está "hasta el cogote de las novelitas burguesas y almibaradas de Jorge Franco". Ésta puede ser otra novelita burguesa y almibarada, quizás. No todo tiene que ser Proust. Yo difruté la lectura.
Algunos subrayados
Ya había cruzado el umbral de otra realidad inimaginable que le imponía buscar a su hijo en el mundo de los muertos (p. 20).
Sobre el escritorio estaban las páginas arrumadas, bocaabajo y perfectamente alineadas, de lo que él mismo llamaba "el embeleco de un periodista con ínfulas de escritor". Lo más probable era que nunca fuera a escribir un libro (p. 28).
―También me mandan libros de autoayuda ―continuó Celmira―. Sobre la pérdida de un ser querido, sobre el duelo, de cómo establecer comunicación con los ángeles, con los muertos, con los espíritus, hasta con los extraterrestres.
―En situaciones desesperadas, la gente se pega de lo que sea. Y algunos logran cierta paz (p. 34).
―¿O sea que recordar es limpiar? (p. 35).
como artista no estoy en la obligación de decir más de lo que mi arte dice. Ni siquiera tendría que estar asistiendo a este evento ni dando esta entrevista. Mi libro ―continuas―, que tampoco estoy seguro de que sea arte, dice lo que tiene que decir de mí como escritor (p. 39).
en la mitad de las entrevistas que he dado en mi vida, el entrevistador no se ha leído mi único libro (p. 41).
Sabía de la desazón de los escritores al volver sobre lo escrito (p. 65).
estaba hasta el cogote de las novelitas burguesas y almibaradas de Jorge Franco (p. 107).
Leer a McCarthy ameritaba también un trago de cualquier cosa (p. 107).
Culpa porque en algún momento iba a aflojar y dejaría de pensar en su hijo. Porque cualquier mañana se iba a despertar con menos agonía que el día anterior. Porque cuando menos lo imaginara, iba a retomar la inercia de su vida antes de aquel día (p. 130).
abres algunos portales de los periódicos colombianos. Treinta segundos para confirmar que todo sigue igual. Seguimos odiándonos (p. 135).
quedó frente a ella, indeciso y perturbado, como queda cualquiera frente a una mujer que llora (p. 149).
―¿No eres creyente? ―le preguntó ella.
―No sé ―respondió Sergio. Se quedó pensativo y luego dijo―: Me da trabajo asimilar ese lado mágico de la religión. Ante los misterios, me he refugiado siempre en los libros.
―¿Y ahí está la respuesta? ―Preguntó la fiscal.
―Claro. Y siempre es la misma: todo lo del hombre es, únicamente, del hombre. Punto (p. 152).
Va mal porque es mi primer libro, porque el aprendizaje es duro, porque nunca llegaré a escribir como los autores que admiro, porque el protagonista de mi libro es un escritor exitoso y yo no lo soy, porque las ideas no se acoplan con las palabras y las palabras se me escapan. Eso suena bonito, dijo Clarisa. ¿Qué? Eso que acaba de decir; debería escribirlo. Le apuesto a que si lo escribo, dijo Sergio, ya no va a sonar igual. Así de caprichosa es la escritura (p. 153).
―"Interesante" es una expresión interesante ―le comentas―. No descalifica, pero tampoco elogia. No compromete a quien la dice. Abre la puerta a la discusión. Los pensamientos opuestos pueden coincidir en algo o en alguien "interesante". (p. 163).
―Lo importante es que quieran tus libros. Nosotros nos vamos a morir (p. 167).
―¿A quién decepcionas si no cumples con tu rol de madre dolorida? ¿A ti misma, a tu familia, a la sociedad? (p. 248).
Lo que ignoran los demás es que detrás de un autor hay un ser humano, despreciable en la mayoría de los casos, vanidoso y sobrevalorado, porque el mercado de la cultura es tan vil como cualquier otro mercado (p. 302).
―¿Usted va a misa, Carolina? ―le preguntó Celmira.
―Por supuesto ―respondió―, si allá están los que me buscan por las noches (p. 315).
Te angustia soltar tu libro al mundo. Pronto llegarán las galeradas y será tu última oportunidad para intervenir, después tu trabajo caerá en manos de lectores y críticos, y lo peor, de las redes sociales, inundadas de sabiondos y reseñistas de último minuto. Hasta los que no leen opinarán de tu libro. Lo elogiarán o despedazarán dependiendo de si les caes bien o mal (p. 321).
Quien vive en el mundo de la escritura no puede irse nunca y estará condenado a habitarlo ya sea en un tugurio, en la suite de un hotel, en una mansión o en la sucia calle. Morirás dándole vueltas a alguna historia en tu cabeza, es irremediable (p. 324).
no es sino mirar para darse cuenta de que casi todos los escritores están muertos, y él está muy joven para morirse, que mejor se dedique a eso cuando esté viejo, o muerto, como esos otros (p. 326).
Los escombros siguen pegados a los esqueletos, y sobre los que cayeron no se visulmbran restauraciones ni construcciones nuevas (p. 333).
El vacío en el que flotas
Jorge Franco
Editorial Alfaguara
Agosto de 2023
Bogotá
336 páginas
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