martes, 9 de febrero de 2021

El fin del Océano Pacífico, de Tomás González

Al comienzo de la novela el narrador, el médico Ignacio dice que "avanzamos en la vida en un mar de digresiones". Así como la vida avanza esta novela: en un mar de digresiones desde una hamaca frente a una playa del Océano Pacífico.

La novela no está dividida en capítulos ni partes. En la primera página empieza el flujo de consciencia y avanzan los días en esa costa selvática del Pacífico chocoano hasta que, unos meses más tarde, es decir, 261 páginas después, el flujo se detiene. Es una narración incontenible en la que una voz paisa, simpática, burlona, habla de su mamá, sus seis hermanos, sus cuñados, sus sobrinos, la persona que les cocina, la enfermera, el que los cuida y una cantidad de personajes que van y vienen, como las ballenas que se avistan desde el corredor de la casa, pero ese flujo también viaja en el tiempo, a la casa de la infancia, la finca cafetera antioqueña, el colegio y de nuevo regresa a este presente que se ve tan paradisíaco pero no lo es.

Un lector puede pensar que es una novela en la que no pasa nada. Pasa la cotidianidad de una familia con peleas y amores, pasan el desayuno, el almuerzo, la comida y el malestar de la mamá que después se alivia. Pero en medio de esta vida corriente pasan los pensamientos de Ignacio, sus reflexiones sobre la vida, el amor, la historia política, los animales, y pasa también, de lejos y casi invisible, la violencia que azota a esa región del país. 

No pasa nada pero pasa la vida. Dice Ignacio "¡Y todo lo que se me va a quedar por ver y oír y pensar!" "Lástima lo cortos de tiempo" y al terminar las páginas, el viaje al Pacífico y la vida misma piensa uno que sí, que lástima lo poco que dura todo, incluyendo este libro profundo, hondo, sobre lo efímera que es la experiencia de la vida y sobre la muerte que siempre acecha, contado con humor y con un lenguaje tan coloquial y tan íntimo que me hizo evocar a La historia de Horacio, otro libro de Tomás González que también me resulta entrañable.

Algunas frases

Sabía de alta cocina, pero estaba lejos de hacerle feos a la "baja", y con toda razón, pues tiene sus riesgos, pero sin duda tiene sus maravillas (p. 10).

Nunca en la vida ha estado tranquila, si ha podido evitarlo (p. 17).

No le gustaba que la tomaran del pelo. Prefería encargarse ella sola de ese departamento (p. 20).

(sobre los narcos) Esas personas y también sus admiradores e imitadores son incapaces de formar oraciones verbales, aun las indiferentes o neutras, sin ponerles el veneno de su intranquilidad anómala, patológica: "pásame la hijueputa sal, por favor, ¿sí? Pilas. Gracias. (p.22).

Hay gente que piensa que sin niños ningún viaje es verdadero. Mi mamá, para no ir muy lejos, y también yo, siempre y cuando brinquen lejos (p.27).

El asunto de la mariquería produce curiosidad invencible y va a inquietar a la humanidad hasta el fin de los tiempos, pues no sirve para nada, no produce hijos y uno diría que se trata de amor desinteresado -variedad esta que ha sido poco respetada por la humanidad- y de cierta estética fuerte (p. 34).

Avanzamos en la vida en un mar de digresiones (p. 40)

La vida se expande en forma de digresiones y regresa a la nada (p. 40).

Oír música me ha gustado tanto como mi profesión, a ratos más. Y esto otro que me ha llegado con los años y que es parecido al gusto por la música o tal vez sea lo mismo es el gusto por la manera como se forman y despliegan mis pensamientos, que a veces no tienen nada que ver con la verdad y ni siquiera con la realidad. Ya sean piedras, arboledas, humaredas o hilos de humo, son su propia realidad (p. 41).

!Y todo lo que se me va a quedar por ver y oír y pensar! (p. 41) Lástima lo cortos de tiempo (p.41).

La infancia es una especie aceptada de locura, bastante apreciada e incluso sobrevalorada, casi siempre provisional, con un toque mínimo de retardo (p. 45).

Se encargaba con gran éxito de que los obreros no explotaran demasiado a los patrones (p. 46). 

Su mirada era una mezcla de agua líquida y agua evaporada, nube (p. 51). 

Algunas personas nunca tienen paz con su propia belleza (p. 58). 

Imágenes tal vez tomadas de Salgari o de Julio Verne, tan poco aficionados como nosotros a las verdades secas y estériles (p. 67). 

Pero seguía esbelto de intelecto (p. 85).

Vender la finca, ni soñar. Los asesinos van y vienen y la tierra permanece (p. 91). 

-¿Cómo hacen los mujeriegos para convencer a cada una de sus conquistas de que ella, ahora sí, por fin -créeme, amor-, es la mujer de tu vida? Y sobre todo ¿para qué? (p. 103).

A mí me da miedo pensar. Prefiero estar haciendo cosas desde por la mañana (p.130).

La novedad no está en las cosas sino en la forma de mirarlas (p.133).

La Creación es una mariposa multicolor que come mierda de perro (p.149). 

Hablaba con mi mamá sobre lo que hay más allá de más allá; de lo que sigue o no sigue a la muerte y de la ninguna importancia que tiene todo lo anterior, en realidad, porque lo único que importa y existe es el presente (p. 153).

Silbido del viento, rayos chillidos, gruñidos, aullidos y ruidos constantes del agua. La naturaleza siempre ha hecho ruido. Crepitaciones de la candela. Desde que se formó la atmósfera hay ruido (p. 154). 

Hombres superiores no hay. No habemos. Todos proyectamos las mismas sombras (p. 179).

Cuando se va el último turista otra vez se siente el tiempo antiguo y tranquilo de los alcatraces (p. 191).

Es raro y desesperante que los seres humanos vivamos un manojo de años, vislumbremos la infinitud de este asunto, conozcamos dos o tres cosas, la ley de la gravedad, la existencia de los neutrinos, y pum se nos apague el mundo. Mirándolo de otra forma, si uno conoce la parte, por pequeña, que sea, minúscula, infenitesimal, conoce el todo (p. 215). 

Hay mujeres que se van poniendo más bellas a medida que uno las conoce (p. 227).

Hacía algunos meses los paramilitares que habían azotado la región se habían disuelto después de una negociación con el mismo presidente que los había creado (p. 232).

Más necesita el obrero respeto que pan (p.254).

Que una frase sea profunda y armoniosa no la hace verdadera (p. 259).


El fin del Océano Pacífico

Tomás González

Seiz Barral

Bogotá, octubre de 2020

261 páginas

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