martes, 17 de octubre de 2017

Hasta que pase un huracán, de Margarita García Robayo

El escritor Héctor Abad Faciolince ha dicho que Medellín se mira mucho su propio ombligo entre otras cosas porque es una ciudad rodeada de montañas. Cuando los paisas divisan el horizonte, el más allá queda a pocos kilómetros y eso explica en parte, según él, esa tendencia tan propia de la gente de Medellín de creer que es mejor que todas las demás. Su ojo no está acostumbrado a mirar lejos.

Si se acepta esta hipótesis de Héctor Abad, entonces lo contrario ocurre en una ciudad costera: si se vive a orillas del mar la mirada se pierde en el horizonte y el permanente flujo de barcos invita a explorar otros mundos en donde la vida puede ser mejor.

Esa ilusión mueve a la protagonista sin nombre de Hasta que pase un huracán, una novela corta de Margarita García Robayo. La ciudad del relato no se nombra pero es posible identificarla como Cartagena, el sitio en el que nació la autora. Allí crece una chica de clase media que tampoco se nombra, que se ve a sí misma como pobre y que anhela con todas sus fuerzas vivir en Estados Unidos. Su hermano quiere lo mismo y su plan es casarse con una gringa. El de ella es convertirse en azafata y que alguien la embarace.

La vida consiste en eso: en soñar una vida distinta. Los días de la narradora se desgranan entre el tedio y pequeñas violencias normalizadas que no escandalizan a nadie, esperando que algún día pase algo. Y cuando pasa algo ella espera que pase algo distinto, algo más. Y en ese cúmulo de sueños minúsculos la protagonista crece, estudia, se empareja (es difícil decir que se enamora), trabaja y llena sus días de aburrimiento e insatisfacción, esperando el momento en que pase un huracán. 


Quizás haya quien catalogue a Hasta que pase un huracán como una novela feminista. Si el feminismo es la reivindicación del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio destino entonces lo es. Pero no se trata de una diatriba sino de un relato sutil, que no necesita la fuerza de un huracán para expresar claramente el desasosiego que plantea: le basta la suave brisa de la playa para lograr su cometido poético y político.


Algunas frases
A mi me preguntaban: ¿qué quieres ser cuando grande? Y yo decía: extranjera.

Si yo fuera rica no me querría ir, los ricos pueden vivir bien en cualquier parte.

La estética latinoamericana es la estética del cliché.

se pegará a mi espalda, me abrazará por la cintura y me dirá al oído: algún día saldremos de acá. Y yo: acá nos quedaremos hasta que pase un huracán.


Hasta que pase un huracán
Margarita García Robayo
Editorial Laguna Libros
Bogotá, enero de 2015 (primera edición en Editorial Tamarisco, Buenos Aires, 2012).
67 páginas

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