Lo poco que se encuentra en Internet sobre Rita Andrión es que fue la esposa de Alfonso Mejía Robledo, el autor de Rosas de Francia. En unos cuantos textos académicos aparecen breves referencias a su libro "Mis recuerdos de colegio", pero siempre como una glosa al margen del análisis sobre la obra de su marido.
Mis recuerdos de colegio es un libro publicado en 1938 en Pereira en la Editorial Panoramas que fundó Alfonso Mejía. La introducción escrita por él informa que el libro corresponde a la compilación de textos publicados por ella en la Revista Panoramas, en los que fue recordando historias alrededor del colegio. Este dato es importante porque el libro está construido a partir de 25 relatos de anécdotas o episodios que al irse sumando dan estructura a un relato en el que la autora rememora aventuras y travesuras de sus años como interna en un colegio de monjas en Bélgica.
El libro no trae fechas así que no es fácil ubicar la época en la que ocurre el relato, pero sí es posible intuirlo. Rita Andrión nació en Panamá en 1893. Al comienzo del libro ella dice que llegó a Bélgica luego de estudiar un año en Estados Unidos y tres años en Curazao, o sea que sumaba al menos 4 años de formación fuera de su hogar. Al final del libro la autora indica que poco después de regresar de Europa empezó la "Gran guerra europea", que inicia en julio de 1914, y también regresa poco antes de la muerte de su padre. El registro de defunción de Benigno Andrión Tejada daría un dato más preciso, aunque es claro que el libro ocurre en una época que se ubica a comienzos de la segunda década del siglo XX o finales de la primera. Es decir que Rita Andrión escribe su obra al menos 25 años después de ocurridos los hechos que rememora, y quizás pueden ser más.
Aunque el libro describe la vida en un internado de monjas, las historias de Rita Andrión no son religiosas o místicas. Su texto se regodea en describir travesuras juveniles, escapadas, risas y acciones realizadas a escondidas. Hay también el relato del amor filial que ella siente por una docente religiosa, con la que intercambia notas y furtivos espacios. No hay insinuación de un amor lésbico juvenil aunque en un ambiente tan prohibitivo como el de aquellos años quizás el libro admita una lectura con ese enfoque.
Otro ángulo de análisis es la literatura de viajes: aunque el libro transcurre en buena parte en el colegio, la autora narra el viaje desde su Panamá natal hasta Francia, el viaje de regreso en un trasatlántico y los viajes en tren de Francia a Bélgica. Así mismo recrea un viaje largo en compañía de compañeras de colegio a Londres.
La edición del libro se parece a la de "Memorias de un viaje", de María Botero Robledo: es un libro pequeño, ilustrado con fotografías de los lugares que se van narrando. Así mismo comparte con Uva Jaramillo Gaitán la narración similar de un suceso impactante: la muerte de un viajero dentro del trasatlántico y la imagen del cadáver que se arroja al mar. Aunque la descripción que aparece en Diario fugaz es mucho más detallada, hay similitud frente a lo que describe Rita Andrión.
Algunos subrayados
Muchas veces pensé que en el suntuoso colegio de Wavre Notre Dame no iba a ser feliz (p. 17)
Su belleza era virginal y sus modales
de una distinción exquisita. Correspondía él nucstro cariño y se propuso ser una madre,cita angelical para cada una de nosotras (p. 20)
Estábamos en diciembre, el mes más bello del invierno. Ya habían caído varias nevadas y los árboles estaban cubiertos de nieve;
el cielo bajo y gris. Otras veces, al mirarlo,
me parecía que el hielo se me iba corazón adentro (p. 26).
pedimos a Madre Matilde
que nos prestara unos hábitos para vestirnos
de monjas, a lo que ella accedió gozosa. Mucho gozamos poniéndonos esos, para nosotras,
molestosos ropajes y recuerdo yo que al verme en el pequeño espejo de mi tocador me pareció que aquello de mi apariencia monjil era una realidad y exclamé angustiada: -Nó,
nó, núnca seré monja!. ..(p. 30).
en los países civilizados, de vieja cultura donde las gentes están acostumbradas e
ver y a comprender el arte desde su niñez, nadie se extraña ni se altera ante un desnudo que representa una obra de arte (p. 32).
Traducíamos del inglés al
francés los poetas y escritores ingleses; entre los
difícles recuerdo el canto guerrero de Walter
Scott, -The Lay of the last Minstre,.; -Harnlet-
,- «Julius
Ceaser-,
«
Othelo
»
; «The Comedy of
Errors- de
Shakespeare,
y muchos otros de
Dickens, .Wordwooth, Longfellow, etc (p. 43).
Rita es de un caracter alegre y franco y magnifica arruga; es muy
buena o muy mala alumna, depende de la
maestra. Si usted logra interesarla realmente,
tendrá en ella la mejor alumna y una armga
adicta» (p. 46).
la Reverenda Madre, María Josefa quiso que yo recitara en español y me enseñó, una bellísirna composición de Zorrilla (p. 47).
En cuanto a paisajes, el. belga
tiene muy poco atractivo, porque es siempre
igual; su suelo es llano, cultivado integralmente; tierras bajas, donde no se. puede admirar ni una pequeña montaña, ni siquiera una colina que valga la pena (p. 48).
Sin ofender la modestia, creo que puedo decir que las latino-americanas éramos siempre las más desprendidas y
que las monjas, a la vez que se extrañaban
sentían gozo marcado con nuestras dádivas (p. 67)
Otra vez ya me había contestado en forma
semejante al contarle que me había robado unas
manzanas del jardín:
-Cuántas?
-Tres, padre.
-Mañana róbate seis! (p. 76).
Siempre había recordado la costumbre de mi abuelita materna que recibía en su
casa todos los sábados a los pobres de los campos y les ayudaba a Curar de sus dolencias; ella
misma les vendaba las heridas, les lavaba las úlceras, cte. y yo me recreaba pensando en el gozo
de mi abuela cuando una de sus nietas pudiera ayudarla en sus uootcs tareas humanitarias (p. 97).
envidiaba a los hombres que
podían ser médicos para curar a tanto desgraciado, para aliviar las infinitas dolencias corporales de las gentes, porque, aun cuando yo sabía ya que había algunas doctoras en medicina, nunca me pareció propia de la mujer esta
noble profesión por considerar que la que a
ella se dedica no puede cumplir a cabalidad con
sus deberes profesionales o descuida la más importante y hermosa tarea que Dios le ha encomendado: la maternidad (p. 102)
yo decía
que las medallas eran una responsabilidad que
le daba a la vida de colegio una monotonía desesperante-, yo no quería tenerlas sin merecimientos y los merecimientos eran muy cansones, pues querían decir silencio a todas horas;
jamás una escapada; abdicar de las amigas normalistas, seriedad y compostura! (p. 104)
Quién me iba a decir también que pocos
días después la gran guerra europea iba a azotar el país que yo dejaba y que mi hermoso
colegio, convertido en Hospital de Sangre, iba
a contemplar días de terrible fiereza y de terror sin medida! (p. 110).
Si nos ponemos a mirar hacia atrás en nuestra vida, encontramos que muchas veces se repiten en ellas algunos hechos como viajes y
encuentros; entonces sino fuera porque nos duele una herida mal cicatrizada o viva aún, que
lastima aquello mismo que volvemos a ver.
creeríamos que el tiempo no había pasado y
que jamás nos habíamos alejado de aquel s~-
tío, o dejado de ver aquella persona. Y al sentir
nuevamente la emoción lejana, nos parece que
una daga misteriosa apuñalara nuestro corazón
hasta hacerlo sangrar (p. 119).
Amo el mar! Siento un íntimo deleite cuando voy descalza sobre la arena en busca de
sus aguas tibias y acariciadoras; aspiro entonces el aire salobre que brinda alegria y ofrece salud; beben mis ojos el supremo paisaje
de la infinita lejania; me tiendo gozosa sobre el
lomo de la ola y siento que bulle en mí el
sano deleite de vivir la vida intensamente (123)
Mis recuerdos de colegio
Rita Andrión de Mejía
Pereira
Editorial Panoramas
1938
126 páginas