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sábado, 2 de diciembre de 2023

Autorretrato en el jardín, de Juliana Muñoz Toro

La portada de "Autorretrato de un jardín" es la fotografía de un bordado en el que aparecen un hombre y una mujer desnudos, como en el Edén. Él cabalga sobre un pájaro de pico largo y hay una gran flor roja y naranja sobre la que se posa una mariposa. El bordado es detallado, minucioso, pulido. Mezcla distintas puntadas, colores y elementos, en un cuadro que resulta delicado y bello. Es un bordado elaborado por Juliana Muñoz Toro, la escritora de este libro.

Ese bordado de la portada coincide con lo que hay al interior del libro: una mezcla de distintos textos, temas y asuntos, que tienen como hilo conductor el interés por el cultivo de los jardines. Es un texto tejido con delicadeza, maestría y lentitud, así como los jardines requieren de paciencia para que puedan emerger en su orden indomable.

Autorretrato en el jardín es un libro dividido en seis partes, aunque la primera y la última son cortas. Las cuatro partes centrales reunen textos breves (algunos de menos de una página, otros de 3 o 4) en los que la autora pasea al lector por Virgina Woolf, Emily Dickinson, el jardín del Edén, los jardines japoneses, el jardín botánico de Brooklyn, los textos que distintos autores han escrito sobre el oficio de la jardinería, los jardines de su infancia y las matas que cultiva Oliverio, su esposo, mientras ella teje y escribe. Tejer, escribir y cultivar exigen paciencia y el mismo interés por el detalle, aunque quien hace bien alguna de estas actividades puede tener nulo talento para las otras.

Un jardín invita a la contemplación, a saltar la mirada de una flor a un árbol, de una enredadera a una mariposa fugaz. Esa es la estructura que propone este libro: leerlo a pedacitos, contemplarlo, detenerse en algún momento de deleite y dejarse llevar por la brisa de la tarde. 

Algunos subrayados

El jardín es un paraíso en síntesis. Es la idea del origen del mundo y la del final del mismo. Allá queremos llegar cuando esto haya terminado (p. 20).

El día en que no cambie (un jardín) es porque está muerto o el día en que uno no quiera cambiarlo es porque uno es el muerto (p. 20).

Se recuerda a sí misma que lo hermoso se desvanece y que en esa partida no es necesario el dolor, siempre regresa la primavera (p. 35). 

Tengo el corazón de mi madre, no soy ella, y aunque sienta sus penas no es necesario cargarlas (p. 60).

(De Clea Danaan) Una semilla es el epítome de la esperanza (...) usamos semillas como oraciones, pequeñas promesas de lo que está por venir (p. 77).

(De Santiago Beruete) para que un jardín sea más bello, sublime, debe provocar estremecimiento (p. 87).

Quien ama quiere todos los caminos con el ser amado. Al final, para no perderse en este laberinto de posibilidades, el que ama o el que crea debe escoger un destino y el resto, imaginarlo (p. 90). 

Los que se aman se buscan y cuando se encuentran comienzan a despedirse (p. 98).

No hay una academia que le enseñe a un hombre o a una mujer a escuchar a las plantas. Hay que tener un oído para el silencio (p. 103).

Durante el año, el jardinero se dará cuenta de que una cosa es la que quiere y otra la que logrará hacer. El jardín es más veloz que él (p. 113).

El jardinero vive en el futuro, espera que el tiempo le traiga algo aparte de rosas... Habrá que esperar otro año (p. 113).

Cuando un hombre se ha cansado de luchar, querrá ser el jardinero de un solo jardín. (p. 122).

Un jardinero necesita tierra y una semilla para reconstruir el mundo. Incluso a sí mismo (p. 126). 

Sabremos que hemos conquistado el espacio cuando haya crecido el primer jardín, allá, en algún otro lugar (p. 128). 

Si el amor es la capacidad de cuidar a alguien, lo que he hecho es trasladar mi capacidad de amor y cuidado hacia las matas. Y ellas responden a ese amor (p. 131).

(de May Sarton) la jardinería es uno de los goces tardíos, ya que la juventud es demasiado impaciente y está demasiado absorta en sí misma y, por lo general, carece del suficiente anhelo de arraigo como para crear un jardín (p. 136).

De ahí que algunos prefiramos cuidar suculentas y cactus, grandes sobrevivientes de sequías. Son plantas para distraídos, o para enamorados, que es lo mismo (p. 138).

la única pregunta debería ser: ¿quién regará mis matas cuando me vaya? Y no preocuparse más (p. 139)

La belleza es promesa de felicidad (p. 145). 



Autorretrato en el jardín
Juliana Muñoz Toro
Tusquets Editores
Bogotá, junio de 2023
200 páginas

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