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domingo, 11 de junio de 2023

Crónica de una guerrilla perdida, de Darío Villamizar Herrera

Darío Villamizar fue miembro del M-19, vivió en Ecuador y luego de la desmovilización de esa guerrilla se dedicó a la vida académica y a escribir libros en los que ha documentado la historia de las guerrillas en Colombia, y la del M-19 en particular.

 

Crónica de una guerrilla perdida es, como su título lo señala, una crónica. No es un ensayo ni un texto académico ni una memoria personal. El libro está escrito en tercera persona y cuenta hechos que el autor investigó a partir de documentos y de numerosas entrevistas, hasta lograr reconstruir una historia desconocida en Colombia, por haberse tratado de una operación secreta.

 

El libro inicia con una breve historia sobre el origen del M-19, el robo de la espada de Bolívar, el hurto a las armas del Cantón Norte, el Estatuto de Seguridad de Turbay y la toma de la Embajada de República Dominicana en Bogotá, una acción de dos meses entre febrero y abril de 1980, en la que la guerrillera Carmenza Cardona Londoño "La Chiqui" actuó como negociadora, y que concluyó con la liberación de los rehenes y el traslado de todos los guerrilleros que participaron en la toma a Cuba. 

 

Ahí, en Cuba, empieza a fraguarse la operación que narra Villamizar: en Cuba los guerrilleros recibieron entrenamiento militar por instructores cubanos, en un lugar que ellos coloquialmente llamaban "Villa Chumbimba". Se trató de un curso corto, luego del cual se armaron dos grupos que partieron desde Panamá hacia Colombia: uno, de más de 80 guerrilleros, llegó por barco hasta Tumaco y su misión era llegar a Caquetá, pero las armas que transportaban fueron decomisadas y casi todos los guerrilleros fueron capturados en Ecuador. El segundo grupo, el de esta crónica que narra Villamizar, corrió con peor suerte. 

 

Desembarcaron en febrero de 1981 en la Ensenada de Utría, en el Chocó, y las condiciones topográficas y climáticas eran tan difíciles que a su primer campamento lo llamaron "Campo Pantano". Eran 40 combatientes a los que luego se unieron otros 5. Con lluvia permanente, sin conocimiento del terreno, con hambre, paludismo, leishmaniasis y roces entre el grupo, avanzaron muy lentamente. Su propósito era llegar a los límites entre Antioquia, Risaralda y Chocó para montar un campamento base allí. No obstante, entre las deserciones y los combates el grupo se fue diezmando y al final de los 45 sólo sobrevivieron 13: once porque fueron capturados o desertaron y solo 2 que lograron permanecer vivos y en libertad hasta el final. 

 

Aunque la literatura colombiana tiene numerosos títulos que abordan aspectos del conflicto armado, son relativamente escasos los textos que narran el conflicto desde el punto de vista de los insurgentes. Este libro, bien investigado, bien documentado y bien escrito, aporta datos desconocidos sobre la Columna Calarcá, pero sobre todo permite acercarse a la precariedad, el hambre y la incertidumbre de la vida guerrillera. Un relato que humaniza la vida guerrillera y, en consecuencia, resulta útil como aporte a la reconciliación.

 

Algunos subrayados

 

 

Una de las primeras medidas del régimen de Turbay fue el nombramiento del general Luis Carlos Camacho Leyva en la cartera de Defensa, un fiel exponente de las doctrinas de seguridad nacional, tan en boga entonces en el continente, donde trece de los diecinueve países eran gobernados por dictaduras militares (p. 33).

 

...hicieron que el Flaco convocara, en marzo de 1979, a una reunión de la dirección para evaluar lo que ocurría y definir los pasos siguientes. La cita fue en una zona montañosa entre los municipios de Riosucio y Supía, al noroccidente del departamento de Caldas, a donde concurrieron una docena de dirigentes nacionales y regionales (p. 44). 

 

El viaje (de Bateman y Toledo a Centroamérica) lo hicieron con apoyos por la ruta Bogotá-Manizales, donde durmieron la primera noche (p. 49)

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simularon unas pequeñas granadas con pepas de mango (p. 95).

 

Fernando y la Chiqui, que en alguna oportunidad estuvieron en actividades con indígenas embera-chamí por los lados de Anserma y Riosucio, en el departamento de Caldas (p. 117) 

 

Los integrantes del M-19 tenían la moral muy en alto, venían de "ganar" en la Embajada de la República Dominicana y en otros combates; en muchos momentos sobrevaloraban sus propias fuerzas y el "¡hágale, compa!" suplía la necesidad de planeación (p. 131).

 

Eran dos "blancos" en un pueblo de negros... "Todo el que no sea negro es sospechoso de pertenecer a los bandoleros" (p. 190).

 

No todos los afrodescendientes ni todos los indígenas estaban dispuestos a apoyar una causa que les resultaba ajena, promovida por "extraños" a quienes, muchas veces, ni entendían, así esta asegurara interpretar sus más preciados intereses y reivindicaciones en los planos económicos, culturales y sociales. La mitificación y sacralización de lo popular (p. 284).

 

Del diario de la Chiqui: "vino el informe de noticias no muy buenas, dicen que han detenido a un grupo nuestro en el sur, dicen haber detenido a Toledo, a Pacho y a un numeroso grupo, además dicen que a mí me han matado en un combate, pienso que si todas las noticias son así de ciertas, hay que poner en duda todas" (p. 352).

 

 

Crónica de una guerrilla perdida. La historia inédita de la columna del M-19 que desapareció en la selva del Chocó.

Darío Villamizar Herrera

Editorial Debate

Bogotá

Enero de 2022

390 páginas

 


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