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jueves, 27 de abril de 2023

Al oído de la cordillera, de Ignacio Piedrahíta

Al oído de la cordillera es un hermoso libro de viaje, escrito con un lenguaje poético, preciso y reposado, con palabras que permiten ver las distintas geografías que visita el narrador durante su recorrido desde el suroeste antioqueño, en la carretera que bordea el Río Cauca a la altura de Marmato, hasta Ushuaia, en la punta sur del continente.

El libro tiene algunos pasajes que coquetean con la novela, algunos personajes que acompañan momentáneamente al portagonista en su viaje solitario, pero esos figurantes son secundarios: sólo sirven para develar esa voz del narrador sin nombre, que se parece al geólogo escritor, y es a través de sus ojos, sus intereses y su saber que el lector ve belleza en las rocas corrientes y disfruta el paisaje verde de Colombia, la explosión de un volcán en Ecuador, el oasis de la Huacachina, en Perú, y las formaciones geológicas únicas al norte de Argentina, hasta llegar al Perito Moreno y descender hasta el estrecho de Beagle. 

Al oído de la cordillera es un libro poético en cuanto ejercicio de contemplación y deslumbramiento con la belleza. Se trata de una obra corta en la que en apariencia no pasa nada, o al menos nada distinto a un viajero que mira y cuenta lo que ve, que son espacios casi deshabitados o con poca interacción con los locales y con vidas lentas. Lo que importan son las rocas, las montañas, los fósiles y las formaciones geológicas que se cuentan en miles y millones de años, pero no como aparecerían en un atlas o en un libro de geografía, sino como las observa y siente un artista: ese paisaje bello, imponente y cambiante habla también del ser humano y sus transformaciones, sus erupciones y sus sedimentos. 


Algunos subrayados 

"Stock de Marmato". El término stock se refiere a un gran cuerpo de roca ígnea, y Marmato no es más que una población asentada en sus laderas, un asentamiento de mineros que durante siglos han buscado el oro alojado en las entrañas de la la montaña, en sus venas (p. 17).

Sé que esas muestras de erudición no son otra cosa que una carencia de recursos para ocultar de otra manera mi encanto por su silenciosa compañía (p. 18).

Me siento tentado a decirle que sigamos juntos, que no vale la pena separarnos tan pronto. Pero me detengo tal vez no haya cabida sino para ese momento, porque el viaje quizás sea precisamente eso: los encuentros, la vida segmentada que nos 
llega de repente y que, como un torrente sobre la arena, agita nuestro corazón. Ella debe irse tal como llegó, volando como atrapada por un sueño (p. 21).

La enormidad es a menudo invisible cuando se la tiene muy cerca, el volcán parece haberse propuesto reivindicar esa verdad a costa mía (p. 31). 

Es curioso que un volcán, que parece tan dueño de sí mismo, tenga también que someterse a las leyes de la vejez y de la inutilidad. En su juventud están plenos de materia incandescente que expulsan como si obedecieran a su propia y ostentosa iniciativa, pero después adquieren la apariencia de a maquinaria desechada y obsoleta (p. 31).

El hombre halla propicio vivir a los pies de los cráteres, pues la tierra que estos castigan hoy, mañana amanece fértil (p. 32).

Despojado del anhelo de una visión pretendidamente espectacular, comienzo a sentir que la fuerza del, volcán se halla justo bajo mis pies (p. 33).

El cráter del Pichincha, al igual que el de la mayoría de los volcanes andinos, es rebelde y tumultuosos para desgracia de los pueblos aledaños (p. 33). 

el volcán es en sí mismo una ventana al interior de la tierra, cuya misión no es la de castigar a los hombres ino la de proporcionar una salida al calor contenido en las profundidades (p. 36).

Dicha ceniza, sin embargo, no parece estar siendo expulsada, sino tranquilamente exhalada. El interior de la tierra fuma para mí en lo alto de la cordilelra (p. 40). 

el volcán es un cuadro en exceso portentoso para el hombre-, un hecho superior a la sensibilidad ante el cual el espíritu se siente inevitablemente sobrecogido, de modo que al mirarlo fija y empecinadamente se tenga la molesta sensación de que la imagen comienza a decaer. Sin embargo, se trata de una decadencia que no proviene del volcán sino de uno mismo, pues el ojo renuncia voluntariamente a seguir en busca de una perfección que ya se le ha revelado (p. 42).

Cuando esta mezcla está todavía bajo tierra se le llama magma, y una vez sale a la superficie se conoce como lava (p. 46).

dos corrientes de aire frío se encuentran para dejar sin agua la costa peruana. Una de estas proviene del mar, la otra de la cordillera. La primera tiene origen en la corriente marina de Humboldt, que surge cerca de la costa y enfría el aire que sopla sobre el desierto. La otra nace en las cumbres de las montañas de los Andes, y baja por sus flancos hasta encontrarse con lap rimera. Esta concentración de vientos fríos y húmedos es incapaz de elevarse para formar nubes y engendrar lluvias (p. 55).

El desierto no es sinónimo de muerte, sino de vida lenta y sosegada (p. 56).

Contrario a los asuntos de la vida cotidiana, donde los momentos se fijan por la repetición del día a día, en un viaje lo hacen precisamente por ser irrepetivles (p. 70). 

¿Qué hacen las piedras mientras la gente duerme? (p. 74)

¿Se puede escribir sobre las piedras, al igual que se las puede, por ejemplo, pintar? La tierra está compuesta por capas, como lo están la pintura y la escritura. El pintor echa una capa sobre otra para ir logrando su obra. Debajo de un color suele haber otro, y otro, porque los pigmentos se potencian al superponerse. Así mismo ocurre con la escritura: cada vez que el escritor pasa por párrafos que acaba de escribir -o que escribió ayer, la semana pasada, hace años-, va agregando, quitando, modificando, como si pasara un rodillo sobre una masa que en apariencia ya tiene suficiente (p, 77).

Al fósil, como ocurre con el alma de algunas personas, se le hace necesario visitar las profundidades para adquirir su carácter (p. 94). 

Pitágoras, quien decía que la Tierra es un ser vivo con pulmones que exhalan fuego a través de mil respiraderos (p. 102).

En aquel tiempo la geología estaba muy cerca de la poesía, lo cual me habría ahorrado muchas explicaciones al pasar de la una a la otra (p. 102). 

Sus fracturas, ahora más visibles, están lejos de imprimirle una idea de fragilidad; al contrario, acentúan su figura de igual manera que las cicatrices hacen parecer a un hombre más enigmático y no pocas veces más atractivo (p. 104).

Me parece que la actitud impasible del monte ocultaba de alguna manera cierta indiferencia hacia el resto de la cordilera, incluso, un ocio displicente hacia todo lo que lo rodea. Si desde el poblado lo he percibido como escéptico a la mirada del hombre, desde esta distancia es evidente que reclama esa mirada. no pide que se le apruebe, es cierto, pero sí que se le preste atención. ¿Hay en él, quizá, algún asomo de vanidad? (p. 104).

Mirando el mapa de abajo hacia arriba, como si el continente naciera en el sur y terminara en el trópico, su forma me recuerda a la del genio persa que sale de la lámpara de aceite (p. 124).

Curiosa metáfora del escritor, hombre con derecho a todo pero sin responsabilidad de nada, que dedica las horas a contar lo que otros hacen (p. 127).


Al oído de la cordillera
Ignacio Piedrahíta
Fondo Editorial Universidad Eafit
Medellín, 2011
142 páginas

viernes, 14 de abril de 2023

Manizales de mi niñez 1907-1925, de Gilberto Jaramillo Montoya

El cable aéreo, el incendio de 1925, los primeros carros, juegos como el trompo y bombón, entre otros muchos tópicos hacen parte de este breve libro de relatos cortos en los que Gilberto Jaramillo Montoya (Relatos de Gil) rememora sus primeros años en Manizales, que coinciden con los primeros años del siglo XX.

Aunque tiene algunos datos útiles para historiadores, "Manizales de mi niñez 1907-1925" no es un libro escrito por un historiador ni tiene pretensiones de tipo académico. El libro compila una serie de textos cortos, como si fueran columnas de opinión, en los que el autor rememora con un lenguaje ameno algunas experiencias de la vida cotidiana de Manizales de comienzos de siglo: el menú de los almuerzos, las misas a las 5:00 am, la llegada del primer avión, las carreras de caballos y una buena cantidad de experiencias que hoy están desaparecidas y cuya consignación en formato de libro resulta hoy útil a manera de curiosidad. 


Algunos subrayados

Sobre Alejandro Gutiérrez, el primer gobernador de Caldas: "era un hombre de las tres C: católico, caballero y capitalista, y tuvo como primer Obispo a Monseñor Nacianceno Hoyos, cuando clero y gobierno actuaban de común acuerdo (p. 29). 

"A la primera misa (5 am) asistieron cumplidamente por muchos años las tres señoritas Cárdenas a las que inmortalizó en uno de sus cuadros el artista Alberto Arango Uribe (p. 36). 

En 1914-1915 el cemento era una novedad en Manizales, importado a precios altísimos (p. 45). 

Para 1922-1923 había más de 12 vehículos estacionados en la Plaza de Bolívar. La liberación femenina se presentó anticipadamente en la ciudad al ver la decisión de la bella joven Aura Escobar de tomar el volante en sus manos y conducir automóviles como todo un caballero por aquellas empinadas faldas (p. 77). 

En Manizales cuando se filmaba la novela Madre, de Samuel Velásquez, necesitó un galán, alto, moreno, bien parecido, que fuera un fiel representante de la raza antioqueña y lo encontraron justo en la ciudad: el escogido fue gabriel Gómez Pinzón, quien llenaba todos los requisitos (p. 81). 



Manizales de mi niñez 1907-1925
Gilberto Jaramillo Montoya (Relatos de Gil)
Alcaldía de Manizales-Instituto Caldense de Cultura
Manizales, 1999
130 páginas

miércoles, 12 de abril de 2023

Plaga, de Juliana Javierre

Plaga es una novela corta estructurada en capítulos cortos (algunos de apenas un párrafo) en la que la autora presenta a una adolescente negra llamada Emilia, a su madre, "Mamá Carmela" y a la madre de ésta, la "Abuela Josefa". 

La historia se cuenta de manera lineal aunque es una narración simbólica, metafórica, en la que el lector debe hacer su trabajo. En Sopinga (el antiguo nombre de La Virginia, Risaralda) aparece una plaga de moscas. Emilia se tragó (o dice haberse tragado) una mosca que empieza a crecer y ensancharse en su barriga. El inspector del pueblo soluciona la plaga de moscas con una invasión de sapos, y a esta segunda plaga se suma otra aún más amenazante: los rapaces, que llegan armados, siembran miedo y hacen flotar cadáveres sobre el río.

Plaga es una novela en la que importa lo que no se nombra: no se habla del abuso sexual, de la fecundación, el embarazo o la maternidad, que es lo que le está sucediendo al cuerpo adolescente de Emilia; no se habla de los paramilitares ni sus lazos con el Ingenio cercano, pero aparecen los rapaces, los cuerpos en el río y un ambiente tan hostil que la casa se presenta como un útero protector. No se habla tampoco de los hombres de la familia, porque no existen: el abuelo murió, del padre de Emilia no sabemos y Esteban, el novio de Emilia, se fue del pueblo, o desapareció, que como dice la autora, es una forma bonita de llamar a la muerte. 

Plaga tiene algunos puntos comunes con Siete veces Lucía: la presencia permanente del vómito, el interés de la autora por el cuerpo y la muerte que ronda espectral, con personajes que parecen vivos pero están muertos, o mueren en vida como la abuela. 

No obstante, y a diferencia de Siete veces Lucía, Plaga es una novela más clara para el lector, tanto en su estructura como en su temática, sin que esto signifique que sea complaciente: todo lo contrario, es una lectura exigente, crítica, original y perturbadora.


Algunos subrayados:

Más hambre. Vomitar es un lujo que no deberían permitirse los pobres, pensó (p. 11). 

"¡Estos hijueputas blancos!", decía, en lugar de decir "¡Estas hijueputas moscas!", sabiendo que las moscas eran negras (p. 17). 

La carretera era una promesa, la promesa de abrir la jaula (p. 47). 

El amor, decía el Padre en sus incansables sermones, todo lo puede, todo lo soporta, todo lo perdona. Este amor mío, Esteban, hace rato te odia. 

Los blancos son igualitos a las moscas alegó, sin atender a lo que decía Emilia—: se meten en todas partes sin que nadie los invite (p. 53). 

En el pueblo todos sabían que desaparecer era una forma bonita de decir morir. (p. 81).

Es como arder en fuego y no sentir dolor, o ser el dolor mismo. Buscamos el Paraíso, pero por alguna razón llegamos siempre al Infierno. (p. 83). 

Mientras les sucediera a otros, el mal no debía quitarles el sueño (p. 106). 

Por qué no pidió ayuda para sacársela antes de que se reprodujera; por qué, cuando la reproducción era inevitable, no tomó acciones severas; por qué quedar mal a la luz de las personas del pueblo y ante sí misma (p. 109). 

—Usted no tiene que buscar un hombre, Emilia —solía decirle la Abuela en sus momentos de reflexión—. Es la abeja la que busca la flor (p. 112). 


Plaga
Juliana Javierre
Editorial Seix Barral
Bogotá, 2021
138 páginas

lunes, 10 de abril de 2023

Selva florida, de Blanca Isaza de Jaramillo Meza


Selva florida fue el primer libro publicado por Blanca Isaza de Jaramillo Meza. Salió en 1917, es decir 50 años antes de su muerte y cuando ella era una joven de escasos 20 años que vivía en Manizales y estaba recién casada con el también poeta Juan Bautista Jaramillo Meza.

No fue la primera de esta región en publicar un libro, porque ya lo había hecho Agripina Montes del Valle cuando en 1883 publicó sus poesías en Bogotá con la Imprenta de Vapor de Zalamea, pero sí fue la primera mujer en publicar un libro literario en la capital de Caldas.
Selva Florida reúne 50 poemas. Algunos son sonetos con su clásica estructura y otros se permiten una versificación más libre, aunque en todos los casos se busca la rima. 

Hay poemas al papá, a la mamá, al gato, a las amigas, y también algunos a la raza antioqueña, el río, las montañas y el jardín. Aunque la autora es católica practicante, la presencia de Dios no es tan fuerte como en otras escritoras de su tiempo.

El poema "Adelante", homenajea a los periodistas y escritores. En una estrofa dice:
La prensa es juventud, es fuerza y vida;
es una copa en que el saber de escancia;
ella enciende la luz desconocida
que penetra serena y atrevida
en la negra mansión de la ignorancia.

Estos versos del poema "Voces altivas" dejan ver su posición crítica frente a la sociedad en la que vive:
Ver los carruajes que al rodar ufanos
insultan con su lujo la pobreza


Selva florida
Blanca Isaza de Jaramillo Meza
Editorial Renacimiento
Manizales, 1917
72 páginas


domingo, 9 de abril de 2023

Siete veces Lucía, de Juliana Javierre

Carlos está en silla de ruedas desde que su papá le pegó un tiro en la espalda que le lesionó una vértebra. Ocurrió cuando Carlos lo iba a atacar con un cuchillo porque sentía el deber de defender a Carmen, su mamá, de los golpes frecuentes que le daba su papá, y además de las infidelidades del padre con la tía Julia, que cada día se parece más a Carmen, hasta parecer suplantarla. Carlos es gay y en el hospital desea a Raúl el enfermero, pero además, habla con Lucía. Lucía escribe en un periódico en el que le ordenan investigar el caso de El Farmaceuta, que se llama Cesar Gaviria y es un estafador. Carlos está enamorado de Lucía, la desea, la espera. Lucía a veces piensa en su hijo Emanuel y otras veces piensa en su abuelo muerto. Lucía, Carlos y el diario de Carlos nos cuentan esta historia a manera de rompecabezas fragmentado en dos planos temporales, pero con una estructura compleja y unas voces oníricas cuesta identificar qué de lo que narran es real y qué ocurre en el sueño, la consciencia o la perturbación de la mente enferma. En últimas, es posible que todo sea una alucinación o que todos estén muertos, como si se tratara de un Pedro Páramo contemporáneo. 

"Siete veces Lucía" es la primera novela de Juliana Javierre y en algunos apartes se parece a "La Casa Rosada", la primera novela de Orlando Mejía Rivera: hay un sanatorio, hay voces de pacientes que desde sus mentes perturbadas narran su percepción de la realidad y hay, sobre todo, una omnipresencia de la muerte que se mezcla con un deseo de quien escribe por explorar los múltiples recursos que ofrece el lenguaje y esa exploración conduce a una novela experimental. 

Siete veces Lucía es una novela que no ofrece una lectura fácil ni una estructura lineal. Hay reflexiones en torno a la circularidad del tiempo y un trabajo poético del lenguaje. Hay alusiones al doble, desde los espejos hasta la oveja Dolly y Carmen, la madre, que se duplica en Julia, la tía. Hay también alusiones muy remotas a la muerte de Galán, de Garzón y la caída del Muro de Berlín, que permiten anclar la novela a algunos hitos históricos, aunque en realidad eso poco importa: el texto ocurre en la cabeza de los personajes y quizás por eso hay tan poca alusión a la calle, el barrio, la ciudad o el mundo exterior.

Algunos subrayados
De pronto, una arruga en el rostro o una mancha que ya no desaparece nos hacen saber que el tiempo ha dejado su huella, que no somos más que arena, que tan fácil cobra forma como se derrumba. Vamos muriendo (p. 56).

Entre lo que sé y lo que adivino, un abismo (p. 76).

Qué tal si ella no fuera más que un muerto hablando con muertos (p. 81).

Si ella fuera una de esas diosas de múltiples brazos de la mitología india, no necesitaría en absoluto de los hombres para procurarse placer (p. 85).

Ella había dejado de vivir en su cuerpo, pero había empezado a vivir en las cosas: los cuadros en la pared, la disposición de los muebles en la sala, el orden o el desorden de la cocina, todo era reflejo de su estado interior y, por tanto, de partir no podría reconstruirse (p. 94). 

Yo no sé cómo, en este país, hay cosas que nos sorprenden. Se supone que si uno solo conoce la oscuridad no tiene por qué anhelar la luz (p. 116).

su olvido es una forma de resistencia (p. 117).

Si no hay nadie a quien deba corresponder con la obligación de vivir; si nadie ha de llorar cuando ella falte, como si algún día hubiera estado; si no hay propósito ni meta, ¿para qué quedarse? Camina, sin saber a dónde. Va por la vida buscando excusas para no irse tan pronto, para no sentir que consume recursos sin fin alguno. Hay formas de hacerse anclas: tener hijos, fundar una empresa, obtener un crédito, amar (¿pero amar a quién?). Lucía apenas se encuentra, tras mucho preguntarse sin llegar a nada, una razón para seguir estando (p. 127). 

lo que nos resulta bello en el otro no es la perfección, sino el defecto: el lunar en el rostro, una cicatriz tras la que se esconde una historia pasada, el caminar torpe (p. 155). 

Acaso hay realidades que ignoro, acaso el enfermo soy yo (p. 162).

Uno siempre se está muriendo, ¿no? (p. 165)


Siete veces Lucía
Juliana Javierre
Alcaldía de Pereira, Secretaría de Cultura
Pereira, 2018
178 páginas

sábado, 8 de abril de 2023

Blanca, antología de la obra literaria de Blanca Isaza de Jaramillo Meza


"Blanca, antología de la obra literaria de Blanca Isaza de Jaramillo Meza" es una hermosa edición con fotos, detalles tipográficos a color y un prólogo lleno de emoción en el que se compilan algunos cuentos, poemas y crónicas escritos por Blanca Isaza de Jaramillo Meza.

La obra fue publicada en 2017 por la Universidad de Caldas, fruto de un trabajo de investigación que realizó Nicolás Duque Buitrago, autor del prólogo, en el archivo bibliográfico de Blanca Isaza, que quedó al cuidado de su hija menor, Aída, cuando murió la poeta en 1967 y la siguió su esposo, el también poeta Juan Bautista Jaramillo Meza, en 1978. 

El libro comienza con un prólogo en el que Nicolás Duque ubica el contexto en el que se produjo la obra de Blanca Isaza, su labor como editora de la Revista Manizales, desde 1940, y el destino de la casa familiar, en donde él mismo pudo desarrollar su investigación, y que al momento de la publicación del libro ya se adivinaba su demolición, como efectivamente ocurrió poco tiempo después.
A continuación el libro trae tres partes, impresas en papeles distintos: una de crónicas, la segunda de cuentos y la tercera de poemas, que dan cuenta del calificativo que Nicolás Duque le da a Blanca Isaza, como una "mujer múltiple". 


Los textos no incluyen ni la fecha ni el lugar original de publicación, y esta falla impide ubicar su contexto y la evolución de la autora, teniendo en cuenta que se mantuvo vigente durante 50 años, entre 1917 y 1967. No obstante esta carencia, el libro sí permite ver los distintos registros de la escritora, interesada por el mundo de lo pequeño, desde las chicharras hasta las flores, emparentada con San Francisco de Asís en ese interés por el múndo de lo mínimo. Y ese interés por el detalle preciso es lo que hace que de los tres géneros incluidos en el libro, sean las crónicas las que quizás mejor envejecen: pese a que la crónica está atada a la actualidad y es un género periodístico, en el caso de Blanca Isaza son crónicas que logran detener un instante de tiempo y traerlo vivo al tiempo presente.

Algunos párrafos:

De la crónica "Toda una vida"
"Aquel poemita (El río) fue publicado por primera vez en El Surco, un periódico semanal fundado y dirigido por Benjamín Tejada Córdoba, el padre de Luis, el inolvidable cronista que abrió rumbos nuevos a la literatura nacional, que tenía desplantes geniales y jugaba con las metáforas como un malabarista. Más tarde fue publicado en Renacimiento, el primer diario que tuvo Manizales fundado por don Justiniano Macías. En torno a la niña poetisa se hizo un poco de popularidad; el inicial elogio lírico de esos versos que ahora releo con suave nostalgia se lo debo a Aurelio Martínez Mutis, aquel glorioso cantor de la patria; y el fino comentario en prosa fue escrito por Luis Tablanca, amigo del corazón y quien aún vive en su lida tierra de El Carmen, en el Norte de Santander: Yo quiero mucho el río que cruza por la aldea / que canta a todas horas, que ríe sin cesar / el río que se incendia bajo la luz febea / y que se torna plata bajo la luz lunar..." (p. 40).

Recuerdo la emoción con que mi padre, que era el Juez de Santa Rosa, leyó mis versos; que esa muchachita ingenua que se vestía de olanes baratos, que se peinaba de capul, que se enredaba un jazmín anacrónico en los cabellos, que había tenido poco estudio, que se entregaba por entero a las simples labores hogareñas, le hubiera resultado escribiendo versos, le dio la más estupenda y dulce sorpresa de su vida; me parece verlo; cuando me interrogó varias veces si aquello era mío, si lo había escrito yo, pensé que iba a reprenderme y le dije con esa feliz ingenuidad que aún recuerdo: -Sí, papá, pero yo no tuve la culpa (p. 41). 

De la crónica "La muerte de las cosas"
Existen extrañas similitudes entre la muerte de las personas y la muerte de algunas cosas y de algunos sitios; a veces es una muerte súbita, impresionante, fatal; otras, es la desintegración lenta, progresiva, inexorable; la agonía despaciosa e ignorada que acaba ya por no conmover a nadie (p. 55). 

De la crónica "Una hermosa labor"
Es algo tan finamente bondadoso como ese oficio de las bellas cosas inútiles que no sirven sino para eso; para no ser prácticas ni técnicas, sino simplemente hermosas (p. 61).

ha de sentir lo mismo que elpoeta cuando entre esta profusa literatura de fútbol, de deportes, de ciclismo, de competencias olímpicas, de boxeo, de toros y de carreras de caballos, se encuentra por casualidad una estrofa perfecta, un poema que le llega al corazón, una frase que aún tenga algo de belleza y de dulzura (p. 61). 

De la crónica "El turpial inválido"
(sobre la mamá) La que cifró mis ternuras y fue razón y norte de este noble ejercicio de escribir (p. 73).

De la crónica "Las mujeres que trabajan"
Las mujeres que trabajan en las oficinas son tan dignas como las que trabajan en el recinto amable del hogar, y sin más merecedoras del respeto y del cariño de todos, que las que se pasan las dos terceras partes de su vida en los salones de belleza, en las casas de modas y en los costureros donde con lamentable frecuencia se pespuntan por parejo telas y reputaciones (p. 82). 

De la crónica "El desolado rostro de la violencia"
Nuestra ciudad ha sido como una privilegiada isla de paz entre este oleaje de pavor (p. 87). 

De la crónica "La gloria de Barba Jacob"
Siempre será tardío el homenaje; siempre se esperará a que el artista no haga sombra para reconocerle sus méritos; no importa que en su vida se le haya perseguido, ignorado, desconocido; después, su memoria servirá para hacer fiestas y gastar pródigamente los dineros del Estado (p. 144). 

De la crónica "La ilusión de viajar"
El dolor nos hace apreciar mejor aquellas mínimas satisfacciones que cuando estamos sanos nos pasan desapercibidas y no sabemos agradecer (p. 155). 

A través del anhelo que no se realiza las cosas se ven más bellas y más altas por la misma razón de ser inalcanzables (p. 157)

Del cuento "Paso de zarzuela"
se tuvo a buen cuidado de no invitar a los pocos liberales sobrevivientes que se habían quedado en Florilandia, ya silenciosos y camuflados de azul (p. 185).

Del poema "La canción romántica
Sabes lo que me alegra
en la dura jornada (...)
No haber escrito versos
que no puedas leer

Del poema "Viñeta de otoño"
Siempre encontré la fuente de Castalia
en la paz de la casa solariega,
en esa primordial filosofía
de acompasar el canto a la faena.


He tenido ese culto apasionado
de las cosas pequeñas 
y como Maeterlinck paso las horas
absorta ante el país de las abejas.

Se canta porque sí, porque es preciso
fraguar la vida en moldes de belleza


Blanca
Antología de la obra literaria de Blanca Isaza de Jaramillo Meza
Prólogo de Nicolás Duque Buitrago
Editorial Universidad de Caldas
Manizales, 2017
274 páginas

domingo, 2 de abril de 2023

El conejo viajero, de María Eastman

"El conejo viajero", de María Eastman de Molina, es una obra póstuma publicada dos años después de la muerte de la autora. El libro apareció en 1949 y se convirtió en el primer libro ilustrado de gran formato en Colombia, y en pionero de la literatura infantil.

María Eastman recoge en estos cuentos historias infantiles que le dan voz a animales del bosque y a objetos como un fósforo, unas pepitas de oro o una bombilla, entre otros. Se trata de relatos cortos, con muchos diálogos, en los que la autora suele darle voz a los débiles y los oprimidos, y al mismo tiempo censurar la vanidad, el orgullo y otros defectos. No obstante, no se trata de cuentos con "final feliz": en varios de los relatos la historia termina en frustración o fatalidad, y en otros hay escenas que algunos calificarán como perturbadoras. 


"El conejo viajero", el cuento que le da título al libro, ha sido reeditado en varias ocasiones, pero por ejemplo la publicación hecha por la Editorial Tiempo de Leer, dentro de la colección Tiempo de Soñar (2014) modifica la versión original y elimina un aparte en el que el conejo es descubierto por un mastín que le hinca el diente y dice: "qué lindo conejo. Lo llevaré a mi amo y mañana será un buen plato en el almuerzo". La versión edulcorada del siglo XXI no incluye esta momento, que es el punto crítico del cuento. 

En general son cuentos que tienen como trasfondo las migraciones del campo a la ciudad, las faenas campesinas de agricultura y minería y la ilusión por salir del entorno más próximo para ir a explorar el mundo. Pese a haber sido escritos en la primera mitad del siglo XX, carecen de alusiones religiosas y aunque son recurrentes las situaciones fantásticas, como los animales y objetos que hablan, se ubican en un territorio concreto que no necesita nombrarse de manera especifica: son cuentos que ocurren en las montañas antioqueñas. 

María Eastman fue profesora y se dedicó a estudiar pedagogía. Estos cuentos evidencian un doble interés por los niños: enseñarles valores a través de relatos y, al mismo tiempo, denunciar los  castigos físicos y los maltratos que padecen los niños de su tiempo. 

Los cuentos incluidos en este libro son: "El ratón erudito", "El conejo viajero", "Fósforo vanidoso", "El tesoro", "El muñequero amotinado", "La bombilla", "El retrato terrible", "Injusticia", "Los caballos que no querían amo", "Pleito de abejas y hormigas", "Mi adorada hermana", "La comadreja y la familia armadillo", "El muñeco feo", "La huerta feliz", "El niño inútil", "Minero", "Inocencia" y "Las cuatro pepitas de oro". 


El conejo viajero
María Eastman
Bogotá, 1949
Universidad Nacional
71 páginas