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sábado, 28 de enero de 2023

Antología de escritoras antioqueñas 1919-1950, de Paloma Pérez Sastre

Esta antología elaborada como trabajo de maestría explica desde el comienzo que se entiende Antioquia en el sentido que le da Virginia Gutiérrez de Pineda, cuando habla del "complejo cultural antioqueño", que comprende al viejo Caldas, y por ello analiza y reune obras de autoras caldenses como Uva Jaramillo Giatán, Rosario Grillo de Salgado y Blanca Isaza de Jaramillo Meza, además de otras como Fita Uribe, María Cano, Sofía Ospina de Navarro, Enriqueta Angulo e Isabel Carrasquilla, entre otras.

El trabajo comienza con un análisis sobre la escritura de mujeres en los años 20 del siglo XX. Se trata de "las muchachas escritoras", como las denominó Luis Carlos López. La profesora Paola Pérez explica que se trata de mujeres que tienen una de dos características: o son hijas, esposas, hermanas o parientes de escritores o personas de la intelectualidad, o se dedican a la docencia. 


La investigadora analiza tres concursos literarios convocados en la época, dos de ellos exclusivos para mujeres y otro mixto, que logran una abultada participación. A continuación presenta algunas características comunes a la narrativa de estas mujeres escritoras y, desde la página 80, el libro trae una selección antológica de cuentos, crónicas, memorias y teatro, escritas por las distintas autoras. Al final incluye las biografías de algunas de ellas.

Se trata de un libro útil para lograr una visión panorámica de la escritura de mujeres en el "país paisa", en la década de los 20, escrito de una manera clara y detallada.

El libro incluye piezas literarias de: 
Enriqueta Angulo
Tila Botero de Molina
María Cano
María Eastman
Graciela Gómez Henao
Rosario Grillo de Salgado
Blanca Isaza de Jaramillo Meza
Uva Jaramillo Gaitán
Rosa Elena López Gómez
Marta
Cecilia Mejía V.
Dolly Mejía
Ofelia Montoya Toro
Magda Moreno
Sofía Ospina de Navarro
Lía Restrepo de Peláez
Marta S. Vda. de Restrepo
Fita Uribe
Rosario Yepes R.
Adelfa Arango Jaramillo
Susanne Ibero
La Dama Negra
Helena Ospina de Ospina
Isabel Carrasquilla de Arango

Algunos apartes
así como la ruptura que significó la aparición de "las muchachas escritoras" en los años veinte; período al que se concede especial importancia por ser el momento más significativo de la producción literaria de las mujeres en Antioquia y germen de lo que se haría en los años treinta y cuarenta (p. 14).

(Citando a Luis Carlos López): "Dígales usted que se cultiven, que sigan adelante, lo mismo que a las muchachas escritoras. ¡Ah, esas muchachas son muy interesantes...! La más audaz y fogosa es Fita Uribe; la más sentida es María Cano; la más personal es Enriqueta Angulo, y la que mejor escribe es María Eastman" (p. 19).

Gran parte de ellas creó una estética teñida, transpasada, impregnada y sazonada con pisos brillantes, patios, geranios, azaleas, anturios, animales, niños, cunas, trabajo, llantos,desengaños, deseos y alegrías, pero no por eso elemental ni estática (p. 20). 

eran mujeres excepcionales tanto por sus medios familiares como por su actitud vital. Es una constante la pertenencia a una clase social acomodada e ilustrada y la cercanía familiar con algún hombre de letras (...) Así, por ejemplo, Sofía Ospina de Navarro era nieta, sobrina y hermana de tres presidentes de la República; Blanca Isaza de Jaramillo estaba casada con Juan Bautista Jaramillo y por su casa pasaron los más importantes escritores de la época; Isabel Carrasquilla de Arango era hermana del maestro, leía casi todo lo que él y participaba en las tertulias diarias; Rosario Grillo de Salgado era hermana de Maximiliano Grillo, y María Eastman era hija de Tomás O. Eastman. Quienes no cumplen con estas características eran maestras y, por lo tanto, tenían acceso a los libros y a la cultura, como es el caso de Uva Jaramillo Gaitán, quien pertenecía a una clase aristocrática caída en desgracia, ejerció el magisterio y terminó siendo monja en una comunidad belga (p. 23).

El gran ausente es el cuerpo erótico, que aparece borrado por el principio del decoro (p. 46). 

La dramática obra de Uva Jaramillo Gaitán, teñida de amargo pesimismo, de un sentimiento auténtico y hondo, de un sufrimiento vivido desde adentro, puede considerarse la mejor representante de esta tendencia que ella bautizó "tragico sentimental"y que era su género preferido. Sus cuentos "En la fragua", "Incógnita" y "Memo", así como la novela corta "infierno en el alma" son buenos ejemplos (p. 50).  

Con María Cano aparece el cuerpo erótico por primera vez en la literatura escrita por mujeres en Antioquia (p. 54). 

(Sobre María Eastman) La originalidad de la autora reside en que escribió en prosa y es, tal vez, quien inaugura, con Rafael Jaramillo Arango, uno de los panidas, el género de la narrativa infantil, ya que hasta entonces la literatura para niños se escribía en verso siguiendo la tradición popular de las retahílas populares (p. 65). 

La crónica tuvo su mejor época en Colombia en la primera mitad del siglo XX, y con ella entró la modernidad literaria a la prensa colombiana (p. 65). 

Los investigadores Patricia Londoño y Mario Jursich llegaron a la conclusión de que tres factores explican "que los antioqueños sean no sólo quienes más han leído en Colombia sino también quienes más interés han demostrado en contar la historia de sus propias vidas".
-Un pasado heróico: colonizar baldíos, fundar ciudades en montañas abruptas, organizar vastos emporios de comercio.
-Un notable circuito de bibliotecas: entre 1870 y 1940 se fundó un centenar de bibliotecas públicas.
-Una vasta afición por la lectura y la escritura: entre 1875 y 1885, la educación en Antioquia alcanzó el mayor desarrollo en la historia del país (p. 70).

Cita de Isabel de Carrasquilla, hermana de Tomás: "Se me había prohibido terminantemente, por algunos que yo me sé, que viniera a hablar de viajes y a contar cosas por ser esto muy anticuado y de mal gusto. Yo, muy obediente, sólo lo he contado a todo aquel que ha tenido la paciencia de oírme. Y para seguir contando después de muerta, lo escribo" (p. 72).


Antología de escritoras antioqueñas 1919-1950
Paloma Pérez Sastre
Colección autores antioqueños-Imprenta Departamental de Antioquia
Medellín
Septiembre de 2000
382 páginas

jueves, 26 de enero de 2023

Historia de la ciudad de Manizales, del padre Fabo, tomos 1 y 2

El Padre Fabo fue un religioso español que vivió en Colombia varios años y a finales de 1920 llegó a Manizales. Aunque su actividad principal era la religiosa, desde antes de instalarse en Manizales ya había publicado más de una decena de libros y en esta ciudad continuó escribiendo. Con ocasión de los 75 años de fundación de Manizales el Concejo convocó a un concurso para escribir la historia de la ciudad y el Padre Fabo obtuvo el primer puesto, con esta obra rica en detalles y en fuentes documentales.

La obra se divide en dos tomos. El primer tomo incluye datos de lo que él denomina "la prehistoria" de Manizales, es decir el poblamiento indígena del territorio, que según explica estuvo habitado por Quimbayas y Pacuras en regiones cercanas, aunque donde hoy se erige Manizales no hubo asentamientos indígenas. Luego narra la expedición de los veinte, que partió de Neira con 20 personas que llegaron a tumbar monte y hacer las primeras construcciones, en La Enea, luego en Minitas y después en donde hoy está la Plaza de Bolívar.

El libro incluye datos sobre el Nevado del Ruiz y el volcán, el comienzo de la educación en la ciudad, la construcción del primer hospital, el inicio de la caficultura y la organización de la vida político administrativa, así como breves biografías de los fundadores de la ciudad, los primeros gobernadores de Caldas y otras personas destacadas de la ciudad.

Si bien el texto deja ver el clasismo, el racismo y la consideración de lo blanco y lo español como superior a lo indígena y lo mestizo, esta obra no puede juzgarse desde el presentismo. Es un documento valioso, completo y rico en detalles y datos precisos, que permite acercarse al origen del poblamiento de Manizales, las costumbres de la ciudad y los códigos culturales que tuvieron vigencia durante la segunda mitad del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX.

La obra trae curiosos datos estadísticos: informa que en 1880 Manizales tenía "14.000 habitantes; la ciudad tenía 13 carreras y 18 calles, con 180 manzanas. Había un coche ya en este año de 1880 donde cabían cuatro personas cómodamente y se pagaban 20 centavos por hora" (p. 181). Para 1924 la población de la ciudad ya era de 52.000 habitantes. 4.216 niños estaban matriculados en colegios públicos y privados, urbanos y rurales (p. 131), en contraste, para el mismo año había 3.710 niñas matriculadas.

Aunque el tomo 2 se dedica a la literatura, en el tomo 1 se encuentran algunos datos de interés. Por ejemplo, fue Uva Jaramillo Gaitán quien le informó al Padre Fabo que el nombre indígena del Nevado del Ruiz era Cumanday o Camunday (p. 52).

Así mismo informa que Felipe Marquez fue el primer encargado de la oficina de Registro, que se abrió en 1863, y el segundo fue Miguel M. del Valle, "esposo de la famosa poeta Agripina" (p. 115). En 1870 el esposo de Agripina Montes del Valle también hizo parte de la junta que se encargó de recoger recursos para abrir el primer hospital en Manizales (p. 133).

En 1874 Sara Jaramillo de Velásquez y su esposo Fernando abrieron en Manizales un colegio "muy acreditado" para señoritas, en el que "quedan gloriosamente registrados los nombres de doña Dolores Macías de Escobar, Virginia villegas de V, Narcisa Bustamante de Sarabia y Agripina Montes del Valle (p. 128). De Agripina Montes se reproducen unos versos escritos cuando ya vivía en Bogotá, con ocasión del derrumbe de la catedral en construcción, que se vino al suelo por un terremoto ocurrido el 5 de noviembre de 1884 (p. 177).

Sobre Alejandro Restrepo R, director de El Ruiz, el primer periódico de Manizales, el padre Fabo indica que fue el primer telegrafista de la ciudad. "La oficina telegráfica, sistema circuito cerrado, se comenzó a establecer aquí por cuenta del Estado Soberano de Antioquia a principios de 1871 y fue el primer telegrafista Alejandro Restrepo. (...) Cosa de un año tardó en darse al servicio público y luego se tendieron los alambres telegráficos hasta Cartago (...) pero aconteció que los de Cartago se abstuvieron de emplear los servicios del aparato y se clausuró la oficina en aquella ciudad y el Gobierno de Antioquia recogió y guardó los alambres. Cosa análoga sucedió con los manizalitas, pero el Gobierno no quiso retirar aquel avance del progreso y esperó a que se fuesen acostumbrando a él, como se verificó con el auge del comercio y el refinamiento de las costumbres (p. 147). 

Más adelante, en la p. 189, se menciona un Alejandro Restrepo R. como secretario del primer Juzgado superior que operó en Manizales, a partir del 4 de abril de 1897. 

La historia del periódico El Ruiz se narra en diversos apartes (pg 149), aunque el padre Fabo indica que él solo tuvo acceso al número 7 de El Ruiz, del 1 de enero de 1975, y no conoció la colección completa (149).

Se indican los nombres de los primeros colonizadores que atravesaron la Cordillera Central a la altura del Nevado del Ruiz, el origen del nombre del nevado y detalles sobre excursiones más recientes, como una del ingeniero Bernardo Escobar (p. 175), quien cuenta que fue al Nevado y se quemó tanto la cara que no podía ni siquiera tocarla con los dedos, y que tuvieron que avanzar casi gateando y con los ojos cerrados por el resplandor del sol, y esto pese a que habían ahumado las gafas para protegerse los ojos. 

El Tomo 1 trae curiosidades como la lista de los primeros impuestos que se cobraron el la ciudad, un censo de profesiones y concluye con capítulos dedicados a la vida y obra de los primeros gobernadores de Caldas, desde 1905 hasta 1924.

El tomo 2 continua con la paginación del primero, así que va desde la página 415 a la página 699. Este tomo trae dos partes: una primera, dedicada a la historia literaria y artística de Manizales, y la segunda dedicada a la vida eclesiástica. En la primera parte el Padre Fabo incluye un inventario de 137 periódicos y revistas que circularon en Manizales entre 1874 y 1924, así como nombres y datos de escritores e intelectuales. Este inventario tiene su origen en el trabajo previo "sobre la estadística de los periódicos" elaborado por Manuel Isauro Echeverri, aunque el Padre Fabo indica que él mismo aportó nuevos impresos. 

Entre los datos de interés, señala que "Desde 1877 hasta 1880 editáronse sucesivamente (en Manizales) cuatro periódicos" (p. 422) y a finales del año 1916 existían en Manizales ocho imprentas, a saber: Imprenta Departamental, El Renacimiento, La Idea, Tipografía Comercial, Tipografía Rivas, Tipografía Manizales, Imprenta de San Agustín e Imprenta de la Diócesis" (p. 453).

En la larga lista de nombres de colaboradores de estos periódicos el registro de mujeres es excepcional. Agripina Montes del Valle figura como colaboradora de El Ruiz (fundado en 1874), la "señorita María Macía", aparece como colaboradora de Renacimiento, fundado en 1914 por Justiniano Macía (p. 453), y la "señorita María Rojas Tejada" aparece como colaboradora de El Eco, fundado y dirigido en 1915 por Pedro Luis Rivas. Adicionalmente, María Macía aparece como ganadora en 1917 de un concurso literario: "En 1917, con motivo del centenario de Policarpa Salavarrieta, hubo otra lid floral, en la que vencieron don Roberto Londoño Villegas con un canto "A la sangre", doña María Macía con un cuento intitulado "Resignación" y don Francisco Botero (premio extraordinario de cien pesos) con su canto "Al Ruiz" (p. 467).

Como curiosidades, indica que el periódico El Artesano se publicó en 1904 y "se suspendió a causa de censura eclesiástica por haber dedicado el último número al enaltecimiento de un suicidio"; en El Arlequín, fundado en 1911, "salieron varias caricaturas", y más adelante se menciona como primer caricaturista de la ciudad a don Arturo Patiño Callejas, de quien además se incluye su foto y se indica que escribió un sentido obituario sobre su amiga Agripina Montes del Valle. Patiño ejerció también como historiador empírico, en la medida en que conoció a varios fundadores o descendientes directos de fundadores de Manizales.

En cuanto a la vida literaria, señala que "en 1885 floreció en esta ciudad un centro de jóvenes con el nombre de Sociedad Literaria(...) Fue quizás la primera fundación de esta índole que hubo en Manizales, allí se iniciaron en las disciplinas literarias algunos de nuestros escritores (...) La Sociedad Literaria comenzó a funcionar en la casa de don Luis Mejía Gutiérrez (...) después funcionó en casa de don Pablo Jaramillo (...) (las sesiones) se celebraban en las primeras horas de la noche con asistencia puntual de los socios y guardando orden y compostura rigurosos; quien faltaba a las sesiones se le grababa con multas y quien alteraba el orden o cometía alguna falta se le procesaba como en un juzgado (p. 423). La Sociedad Literaria fundo al fin un periódico que le servía de órgano, llamado La Primavera (p. 426). 

El Padre Fabo muestra que desde el comienzo la ciudad tuvo dos docentes que tuvieron interés y amor por el periodismo: José María Restrepo Maya y Jesús María Guingue Carvhalo. El segundo fue coordinador del colegio de Restrepo Maya, el Santo Tomás de Aquino, y "amaron el periodismo, leían toda la prensa de la República, conocían el movimiento intelectual del Extranjero, escribieron libros y redactaron periódicos con la perfección con que podía redactarlos cualquier población colombiana" (p. 428). Estos dos hombres fueron los encargados de formar a los jóvenes intelectuales de Manizales durante las dos últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del XX. Sobre José María Restrepo Maya el Padre Fabo agrega que "dejó inédita una novela en francés, que no ha llegado a mis manos. Sería curioso precisar en qué año la escribió, pues acaso pasaría como el protonovelista". 

El Padre Fabo dedica capítulos para estudiar por separado cada uno de los géneros literarios. En novela analiza las obras Al pie del Ruiz y Madre, de Samuel Velásquez, Montañera y Rosalba, de Arturo Suárez Denis, Luchas Sociales, de Jesús Arenas, y "Elena" e "Inés", obras sobre las que no incluye el autor.  De acuerdo con Fabo "la novela antioqueño-caldense resulta ultrarregional y más fomenta la ley de la procreación dialectal que la unidad y fijeza de las leyes por las que debe regirse el castellano" (p. 465). Critica por ejemplo la obra de Samuel Velásquez, quien en Madre escribe sobre la mazamorra y los arrieros,en el lenguaje que usan ellos, modificando las palabras para acercarlas a la oralidad: "si el cuento y la novela manizalitas han hecho sus escarceos por este género de literatura, cayeron muy luego en el vicio de inspirarse en el naturalismo del hampa y de las aberraciones sociales, y por eso vemos que florecen, pero con las caedizas flores del mal, con los hongos venenosos del crimen, con acciones que no retratan el estado moral del alma colectiva sino las morbosas claudicaciones de individuos que forman excepción" (p. 466)

Agrega: "¿Por qué los relatos novelescos han de ser casi siempre casos morbosos de suicidios, de neurosis aguda, de tragedias inauditas, cuando esta sociedad es tranquila, ecuánime, sin problemas insolubles para eso que llaman los modernistas imperativo categórico de la existencia y yo llamaría limpio y honrado pan de cada día?" (p.468). Páginas más adelante llega más lejos y en su comentario sobre la novela Al pie del Ruiz indica "Decididamente esa Hermana Basilia aparece antimanizaleña y debe ser exclaustrada en la edición segunda del libro". 

A las novelas las critica por hiperlocales o inmorales y los poemas por abundantes (hay más poetas que bueyes) y por insistir en el soneto como única forma posible: "no me explico la causa de emplear el soneto como módulo de inspiración y recipiente escogidísimo de rimas ¿Será porque, como se ha dicho que forma el género literario más difícil, todos quieren hacer pinitos de triunfadores? (...) "el soneto malo se parece al erupto de los pletóricos, a la carcajada del payaso, al quejido del cobarde, a una dosificación quintaesenciada de la ineptitud, es decir, catorce rengloncitos de palabras sin ideas (...) Sonetear es asesinar la poesía. Se ha dicho que Colombia es el país de los sonetos, pues el que quiera sonetos malos, y con estrambote, que venga a Manizales" (p. 469).  

Entre los cronistas de su momento, Fabo menciona a "Julio Vives Guerra, Jeromín, Petronio. Recuerdo a éste en el delicioso relato de su primer vuelo en aeroplano a Manizales" (491). También incluye a Rafael Arango Villegas, a "Eduardo Londoño Villegas es el de las proasas mágicas y majas. También me cautiva Leonidas López" y por último incluye a Tomás Calderón y Horacio Isaza. 

Dedica un capítulo a los artistas plásticos, entre los que incluye al escritor Samuel Velásquez así como a algunas mujeres; otro capítulo se dedica a las mujeres manizaleñas, a quienes presenta dedicadas a la caridad y como abnegadas esposas, y en otro capítulo, titulado "Las tres gracias", se refiere a Agripina Montes del Valle, Uva Jaramillo Gaitán y Blanca Isaza de Jaramillo Meza, de quienes escribe algunas frases amables, aunque al mismo tiempo critica la calidad de sus textos o les llama la atención por no ser lo suficientemente místicas. Sobre Uva Jaramillo Gaitán concluye: "saludo a la princesita de las páginas azules y proclamo que puede codearse ufanamente con Tita Uribe, María Cano, Luz Stella, Sofía de Navarro y María Eastman" (p 521): es decir, por un lado es Fabo quien autoriza que se codee con otras escritoras, y por otro lado es claro que su rol es entre mujeres y no entre los escritores hombres. Que los capítulos de dicados a los distintos géneros literarios no mencionen mujeres resulta elocuente.

Las últimas 150 páginas del segundo tomo se dedican a la tercera y última parte de la obra, que consiste en la historia eclesiástica de Manizales, que incluye biografías de algunos sacerdotes, la historia de la diócesis y de la construcción de la Catedral, la parroquial (la Inmaculada), la Iglesia de San José y la de los Agustinos.  

Algunos apartes del tomo 1
Resulta verdad que el tipo manizaleño es netamente español sin influencias aborígenes, y sin mestizarse con judíos ni con latinos (p. 15).

Decir manizaleña es decir doncella pudorosa, esposa fidelísima y reina del hogar (p. 17).

Es preferible ver a los niños salvajes, que educados sin Dios (...) por una especie de sarcasmo del progreso, resulta que cuanto más instruídos los pueblos, son tanto más delincuentes, porque las letras sin moralidad facilitan los medios de la depravación (p. 132). 

Manizales es un guadual urbanizado (p. 179)

Manizales duerme, alegre y confiada, al pie de un volcán que ha explotado 18 veces (p. 252).

Algunos apartes del tomo 2
"La capital caldense carece de la riqueza bibliográfica de la Atenas suramericana, pero ¿cuántos Bogotás hay en Colombia? Y si es verdad que Manizales en el último cuarto de siglo dio más escritores en número y más valiosos que en toda su vida anterior; sin embargo de ello, ni todos los contemporáneos son buenos ni todos los antepasados fueron malos, y comparativamente hablando, el movimiento literario del siglo XIX aventajó en algunos aspectos al del XX" (p. 445). 

"Si en los primeros periódicos de Manizales predominaba el artículo doctrinal, ex-cátedra, después se mezcló con él el de polémica, enérgico, combativo, satírico, derribador de rutinas perniciosas y de abusos en los gobernantes; y a este aspecto se viene uniendo hace años la importancia del reportero o revistero, lince noticioso, entrometido, sensacional y comentarista"(p. 448).

"Confieso que he visto en las colecciones de esta prensa gracia e ingenio para los títulos y subtítulos de la información, refundiciones de doctrina bien hechas, arte para combinar el aviso con la gacetilla y con el fragmento doctrinal o anecdótico, llamativos encabezados, con caracteres de adorno y adecuada presentación gráfica, y además sumarios de los artículos de fondo que permiten enterarse del contenido del texto en dos minutos" (p. 448).

"El periódico y la revista fueron y son principal órgano de nuestra literatura, Olimpo de los poetas, Academos de los oradores y sabios, hogar de los historiadores, teatro de noveladores y cuentistas, y escuela y a la vez joyero de las letras patrias" (p. 448). 

"aún las coplas campesinas coinciden así en Casanare como en Caldas, como en la Costa Atlántica y otras zonas" (p. 463). 

"En la severa Inglaterra, donde se editan de nuevo dos mil novelas anualmente, aumentan, sí, y lo que es peor escritas por mujeres. ¡La novelista-hembra! He aquí el mayor contrasentido del arte inmoral cultivado por quienes, debiendo ser ángeles de luz, se truecan en harpías coronadas de serpientes", (p. 467).

"En Manizales hay más poetas que bueyes. Y eso que en las estadísticas de la arriería, antes de existir el cable aéreo, había diecisiete mil". (P. 469)

"Sonetear es asesinar la poesía. Se ha dicho que Colombia es el país de los sonetos, pues el que quiera sonetos malos, y con estrambote, que venga a Manizales" (p. 470). 

"El que más se presta a revelar las ignorancias del crítico, porque criticar es muchas veces oficiar de bobo" (p. 484).

"Los libros no nos resultan lo que son sino lo que somos" (p. 484).

"¡La maternidad! Tal es la primera función social de la mujer" (p. 537).

"Una madre con ideas irreligiosas supera en horro a la Medusa coronada de vívoras" (p. 538). 

"Muchas veces los hogares son pobres en todo menos en hijos". 


Historia de la ciudad de Manizales Tomo 1
Fray Pedro Fabo de María
Tipografía Blanco y Negro
Manizales, 1926
438 páginas

Historia de la ciudad de Manizales Tomo 2
Fray Pedro Fabo de María
Reeditado por Editores Ltda, diciembre de 1979, a partir de la edición de Tipografía Blanco y Negro, Manizales, 1926
294 páginas

jueves, 19 de enero de 2023

Los peces miran a Dios, de Jorge Eduardo Vélez Arango

El pasado 7 de enero de 2023 falleció en Manizales Jorge Eduardo Vélez Arango (1943), autor de al menos 5 novelas, 3 libros de cuento, otros 3 de ensayo, 3 de poesía y otros cinco libros que él catalogaba como "otros", y que corresponden a fábulas, testimonios y aforismos.

Jorge Eduardo Vélez Arango era nieto del escritor Rafael Arango Villegas y se casó con  Isabelita Jaramillo Pineda, pintora, librera y promotora de la Feria del Libro de Manizales, que en los últimos años del siglo XX y comienzos del XXI se celebraba en Expoferias. Del matrimonio nacieron dos hijas, Alejandra y Mariana. Alejandra, la mayor, falleció de leucemia siendo aún adolescente.

Todos estos datos biográficos, así como su experiencia como tallerista literario en la Clínica Siquiátrica San Juan de Dios de Manizales, son relevantes para leer "Los peces miran a Dios", un breve libro que incluye 9 cuentos cortos en los que se mezclan vivencias reales del autor (su alcoholismo, la enfermedad de su hija, su vida en Francia) con ficciones que recrea en espacios que van desde la Catedral de Manizales y la Plaza de Bolívar hasta Miami, El Escorial, en España, París y Roma.

"Normandía", uno de los relatos incluidos en este volumen, plantea una ucronía interesante: Hitler no se suicidó y tampoco fue culpable: fue obligado a matar judíos y sobrevive escondido en el sótano de la Catedral de Manizales. 

El libro trae al comienzo una especie de ensayo o testimonio en donde el autor explica el origen de cada cuento y el por qué los escribió.

Se trata de cuentos desiguales, irregulares, en los que hay bastante de catarsis y elaboración del duelo, pero también se fija una imagen de Manizales que es interesante para el lector contemporáneo, y la incursión en la ciencia ficción con "Normandía", resulta novedosa.

Los cuentos incluidos en este volumen son:
Tristeza en El Escorial
La isla de la muerte
Flores para ti
El parricida
Envidia de amor
Normandía
La soledad de Dios
El vendedor de Biblias
Cita en Roma

Algunas frases

De la introducción: 
Imaginar es vencer la muerte diaria.

El acto de creación artística es un acto de soledad comunicada 

el escritor escribe en un momento dado, contra el no-ser para vencer el olvido, la muerte y la historia misma.

el artista tiene el privilegio de hacer estallar en su obra todas sus pasiones destructoras. La ficción es más verdadera que la historia porque aquella expresa lo que pudiese haber sido, lo cual es más amplio que lo que es. 

De "La isla de la muerte"
él lo que quiso imaginar fue que estaba muerto; eso lo deseó sentir para ver cómo era aquel estado de su muerte. Cuando lo imaginó, al instante se detuvo su corazón, su cuerpo quedó sin vida y él comenzó a ser milagrosamente feliz al mirar allá abajo, en la ciudad del mundo, sin tener ahora ya sufrimiento alguno (p. 17).

De "Normandía"
Hitler había sido obligado, bajo amenaza de muerte, a firmar las órdenes de ejecución de millones de judíos en los campos de concentración, tristemente célebres. Ellos, los clérigos, aseguraban que Hitler era inocente y tenían pruebas visibles de ello (p. 52).

De "Cita en Roma"
se sentía humillado por esas gentes a las que envidiaba y que hacían el amor con tanta facilidad por tener ellas más belleza física o más dinero (p. 75).

Los peces miran a Dios
Jorge Eduardo Vélez Arango
Talleres litográficos de Gráficas JES
Manizales, 1995
98 páginas

lunes, 16 de enero de 2023

ABC de la literatura del Gran Caldas, de Adel López Gómez


Adel López Gómez fue un prolífico cuentista y periodista que nació en Armenia, Quindío, en 1900 y murió en Manizales en 1989. Luego de su muerte su familia donó su archivo personal a la Biblioteca Pública Piloto de Medellín y esa institución, en asocio con la Universidad del Quindío, editó el "
ABC de la literatura del Gran Caldas", un libro póstumo que recoge notas periodísticas, que como se señala en el prólogo, son piezas "en las cuales sobresale la crítica literaria. Aparecen algunas sobre hechos históricos y la formación de nuestras regiones. Fue selección que dejó organizada por sí mismo. La encontró "La Piloto" entre sus papeles".

El ABC consiste entonces en la reunión por orden alfabético, de acuerdo con el apellido del artista, de las reseñas escritas por Adel López Gómez sobre libros y autores del Gran Caldas, aunque en ocasiones hay también comentarios sobre pintores. Entre los escritores que glosa el autor están Otto Morales Benítez, Silvio Villegas, y unas cuantas mujeres, como Carmelina Soto, Blanca Isaza de Jaramillo Meza, Beatriz Zuluaga, Maruja Vieira y Agripina Restrepo de Norris. En su mayoría son textos escritos en los años 70 y 80 del siglo XX.

El libro resulta interesante para la reconstrucción de la historia del periodismo regional, porque también incluye notas sobre pioneros como Pedro Luis Rivas, Tomás Calderón, Luis Yagarí y Luis Donoso, entre otros.


ABC de la literatura del Gran Caldas
Adel López Gómez
Editorial Universidad del Quindío
Armenia
Julio de 1997
510 páginas

miércoles, 11 de enero de 2023

Varias cuentistas colombianas, de Daniel Samper Ortega


En la colección de 100 títulos de Literatura Colombiana, compilada y publicada por Daniel Samper Ortega entre 1926 y 1937, el volumen 11 consiste en una selección de "varias cuentistas colombianas". Este volumen se complementa con el 89, titulado "las mejores poetisas colombianas". Los restantes 98 títulos de la colección se dedican a la literatura escrita por hombres.

El libro que reune a las cuentistas consiste en la selección de 17 cuentos de 15 escritoras (hay dos de Josefa Acevedo de Gómez y dos de María Cárdenas Roa, quien firmaba como Luz Stella). Según Samper "en el presente volumen hemos querido reunir lo que a nuestro juicio representa mejor la mentalidad femenina colombiana expresada en prosa" y explica que el criterio de selección tuvo en cuenta que hubiese escritoras de distintas zonas del país.

Los cuentos incluidos en el volumen son: 
Josefa Acevedo de Gómez: "Mis recuerdos de Tibacuy" y "El amor conyugal".
Mercedes Párraga de Quijano: "Aurora".
Waldina Dávila de Ponce: "Mis próceres".
Soledad Acosta de Samper: "Luz y sombra".
Eufemia Cabrera de Borda: "Un caballero español".
Priscila Herrera de Núñez: "Un asilo en la Goajira.
Herminia Gómez Jaime de Abadía: "Bajo la bandera".
Concepción Jiménez de Araújo: "Tres deseos".
Ester Flórez Alvarez de Sánchez Ramírez: "Confidencias".
Julia Jimeno de Pertuz: "Fe infantil".
Sofía Ospina de Navarro: "Oyendo a un paisa".
Blanca Isaza de Jaramillo Meza: "Emociones infantiles".
María Cárdenas Roa (Luz Stella): "F.C. Tolima-Huila" y "De la vida".
María Castello: "La tragedia del hombre que oía pensar".
Cleonice Nannetti (Ecco Nelly): "Garoso".

El prólogo consiste en un breve comentario biográfico de cada una de las autoras incluidas en la selección y al final trae una lista de 150 nombres de escritoras colombianas "tomada del estudio que publicó D. Jorge Wills Pradilla en el número 7127 de El Espectador". 

Los textos más antiguos son los de Josefa Acevedo de Gómez. Se trata de relatos que parecen crónicas y textos de "no ficción", al igual que Mis próceres, de Waldina Dávila de Ponce. En contraste, Aurora, de Mercedes Párraga de Quijano, Luz y sombra, de Soledad Acosta de Samper y Confidencias, de Ester Flórez Álvarez de Sánchez, se ocupan de historias románticas en las que el amor frustrado es protagonista. Es interesante el relato Un asilo en la Goajira, de Priscila Herrera, con un contexto histórico claro, y más interesante aún el fuerte anti-peruanismo que se respira en Bajo la bandera, de Herminia Gómez Jaime de Abadía. Los textos Fe infantil, Emociones infantiles y Garoso, tienen como protagonistas a niños (el de Blanca Isaza está más cerca de la crónica o la memoria que de la ficción), y tanto en el texto de Blanca Isaza como en el de Sofía Ospina de Navarro hay una consciencia de lenguaje y de poner por escrito el habla oral paisa. La joya del libro puede ser "La tragedia del hombre que oía pensar", de la bogotana María Castello, relato precursor de la ciencia ficción en Colombia.

Algunos apartes:
Los sectores literarios que nuestras mujeres han cultivado no son abundantes: aparte del místico, en que solamente descuella la madre Castillo (y en el cual se ensayó después doña Silveria Espinosa de Rendón), y del histórico, donde son notables las señoras Gaibrois de Ballesteros y Acosta de Samper, apenas si han cultivado el cuento y la poesía y, en menor escala, el periodismo; con excepción de doña Manuela Sanz de Santamaría de Manrique, que cultivó las ciencias naturales, y doña Josefa Acevedo de Gómez, que también espigó en el campo de la historia y en el costumbrismo (p. 5).

De las modernas, son sin duda las antioqueñas las más interesantes; y aunque no todas quepan en la presente selección, y hayamos de limitarnos a doña Sofía Ospina de Navarro y doña Blanca Isaza de Jaramillo Meza, como a dos de las más caracterizadas, no por ello podemos olvidar que en la privilegiada región en donde vio la luz Tomás Carrasquilla, alentaron y alientan otras buenas cultivadoras de las letras, como Uva Jaramillo Gaitán, Ester Arango, Lorenza de Cock y Amelia Uribe (p. 6). 

temían, además, el calificativo de bachilleras, pues el ambiente de la colonia se prolongó en muchos de sus aspectos hasta bien mediado el siglo, y era muy colonial la idea de que a la mujer le bastaba con saber coser y cocer para su recorrido en este "valle de lágrimas" (p. 12).




Varias cuentistas colombianas
Daniel Samper Ortega (selección y prólogo)
Editorial Minerva
Bogotá, 1936
242 páginas

Entre escritoras: seis ensayos sobre escritoras colombianas, de Patricia Aristizábal Montes

El título de este libro editado por la Universidad del Cauca es preciso: el volumen recoge seis ensayos sobre escritoras colombianas, que habían sido publicados previamente por la autora en revistas y publicaciones académicas. Como fueron escritos de manera independiente y reunidos para este volumen, entonces hay diferencias en la metodología del análisis, la profundidad y la argumentación, aunque en conjunto permiten hacer un breve viaje por el ejercicio de escritura de seis mujeres colombianas, desde el siglo XIX hasta el XXI. 

Las seis escritoras que se abordan son, en su orden, Josefa Acevedo de Gómez, Agripina Montes del Valle, Marta Traba, Helena Araújo, Laura Restrepo (el análisis se centra únicamente en la novela Delirio) y Alexandra Mora Hernández. 

La profesora Patricia Aristizábal presenta sus análisis sobre el trabajo de estas autoras desde al menos tres ángulos: el sentido que tiene la escritura para las mujeres, los asuntos sobre los que se ocupan sus obras y los usos y atributos del lenguaje que utilizan (p. 9).


Se trata de un aporte al estudio de la literatura escrita por mujeres, que tanto en corpus como en investigación es exigua en comparación con las publicaciones que se hacen sobre escritores hombres. Entre otras razones para el desbalance, la autora explica que las mujeres estuvieron durante siglos al margen del proceso de alfabetización: "En 1821 Antonio Nariño impulsó la creación de escuelas públicas para niñas de los estratos sociales menos favorecidos (...) y hacia 1872 se fundaron escuelas de comercio y de artes y oficios, en las que las mujeres podían capacitarse. Ese mismo año se empezaron a formar las primeras maestras (p. 37).

Un detalle al margen, incluido dentro de una carta escrita a mediados del siglo XIX por Josefa Acevedo de Gómez, permite constatar los profundos cambios que ha vivido la mujer en menos de dos siglos. En su texto, la autora, hija de un político destacado, hermana de generales y mujer de alta cuna bogotana, narra que a sus 33 años ya ha perdido casi todos sus dientes. Si esa es la situación de una mujer de su clase y condición, qué puede pensarse de las que tenían menos privilegios...


Algunos apartes:
muchas de ellas sólo publicaron en las revistas y periódicos de la época mientras que otras se sirvieron de pseudónimos para guardar su identidad (p. 10).

(cita de Soledad Acosta de Samper, 1895) Hubiera muchas más mujeres escritoras si fueran menos tímidas, si se persuadiesen de que tienen una misión benéfica que desempeñar, pues la mujer siempre quiere ser útil cuando es buena, y olvida todo si se persuade de que en su mano está hacer el bien (p. 15).

La escritura de las mujeres en la Nueva Granada tiene en Josefa Acevedo de Gómez una conciencia que podemos denominar "republicadan" que asume el compromiso de orientar intelectualmente su sociedad desde una perspectiva de género, abordando problemáticas sociales, éticas y económicas (p. 21).

Como fue costumbre en las escritoras colombianas decimonónicas, Acevedo de Gómez minimiza sus capacidades intelectuales al momento de abordar los asuntos más álgidos de su época (p. 22).

Nacidas con treinta años de diferencia, las dos escritoras colombianas del siglo XIX, Josefa Acevedo de Gómez y Soledad Acosta de Samper, estuvieron de acuerdo en que el deber de la escritora consistía en escribir obras con el fin de civilizar y moralizar a los ciudadanos de la nueva república, pues el futuro de ésta estaba sin dudarlo "en manos de las mujeres" (p. 27).

el escaso acceso que tuvieron las mujeres a la educación, que se restringía a las labores manuales, al adoctrinamiento cristiano y a algunos rudimentos de matemáticas, lectura y escritura. La formación de la mujer estaba orientada a la observación del culto mariano (p. 37).

Como fue costumbre entre las mujeres del siglo XIX que ingresaban a la esfera de lo público, Montes del Valle reconoce su "pequeñez" frente a seres "mejores dotados" que ella. Este acto se puede calificar como una muestra de modestia, pero al mismo tiempo como la solicitud del permiso para irrumpir con ímpetu propio en el mundo de la escritura (p. 41).

el tema más recurrente en la poesía de Agripina Montes del Valle es, sin duda, la melancolía que la invade al verse lejos de su tierra natal (p. 41). 

(citando a Marta Traba) el arte no sólo es una forma exhaustiva del conocimiento, sino que es el único lenguaje universal que existe entre los hombres (p. 47).

(citando a Marta Traba) la eminente condición moral del crítico debe ser su honestidad. Debe ser inmisericorde y no tener la más mínima blandura, si realmente quiere adiestrar al público en el conocimiento de la verdadera belleza y de los auténticos valores artícsticos (p. 50).

...llevaron a Marta Traba a plantearse en contra de quienes pretendían ver el arte desde una visión "local", dejando de lado lo "universal", pues consideraba que este estado de cosas guardaba relación con el "conformismo" y con la mediocridad (p. 53).

(citando a Marta Traba) para ser un buen crítico hay que ser, también, un buen escritor. Y no se puede ser un gran escritor sin espíritu crítico (p. 55). 

(sobre Helena Araújo) presenta situaciones de orden matrimonial que se tornan problemáticas en la medida en que dichos personajes deben enfrentar las normas que les impiden realizarse como mujeres (p. 72). 

ella se propuso narrar desde el cuerpo, ese cuerpo constreñido al que alude Michel Foucault, cuerpo sometido, negado y castigado. En su labor como crítica y en sus obras literarias, Araújo buscó liberar el cuerpo y hablar desde él (p. 72).

La novela Delirio guarda relación con otras obras literarias, que le permiten contar la historia de una mujer sometida a los valores de la sociedad patriarcal, que no puede subvertir la autoridad del padre y ante su incapacidad de actuar cae en la locura (p. 78).

Hasta hace poco, la mujer era excluida de la vida cultural, lo que significaba que permanecía en silencio, sin expresar sus opiniones ni sus deseos, permitiendo a otros decidir por ella. Los otros, en la estructura de la sociedad patriarcal, son el padre, el hermano, el esposo o el hijo. También la iglesia puede incluirse dentro de esta lista, pues la religión católica ha jugado un importante papel en el control de la mujer, especialmente de su cuerpo y su sexualidad. Pero el silencio femenino no solamente consiste en lo "no dicho", sino también en aquello de lo que "no se habla", o de lo que "no se puede hablar", dicho silencio conlleva la negación de la mujer como sujeto portador de un discurso (p. 89).

Al ignorar la capacidad de la mujer como ser deseado y deseante, su cuerpo es tenido en cuenta solamente como espacio para la maternidad y no como espacio del deseo (p. 93).

(citando a Adrienne Rich) La victimización de una madre no sólo la humilla, sino que mutila a la hija que la observa como prueba de lo que significa ser una mujer (p. 96).

La hija odia ver en la madre lo que ella será cuando sea una mujer adulta y teme que la única posibilidad para su futuro sea repetir el papel materno de sumisión silenciosa y negación de la individualidad (p. 97). 

Mora Hernández hace en su novela Conexión Purg@ttorio, una reescritura de la Divina Comedia desde una perspectiva feminista, pues utiliza la obra de Dante Alighieri para a partir de su concepto del infierno colocar allí a su personaje Mikko Lecter y hacerlo recorrer cada uno de los círculos, recibir diversos castigos hasta llegar al paraíso y ser redimido en un juicio, despues del cual se le permite volver a la tierra "a restaurar lo que ha dañado" (p. 113).


Entre escritoras. Seis ensayos sobre escritoras colombianas
Patricia Aristizábal Montes
Editorial Universidad del Cauca
Popayán, noviembre de 2019
126 páginas


martes, 10 de enero de 2023

Los hechos casuales, de Juan Carlos Botero

Los hechos casuales es una novela de 550 páginas publicada en 2022. Ese dato, el de su extensión, sumado a la fecha de su publicación, da cuenta de un hecho notorio: en la actualidad es poco usual que se publiquen novelas largas (una de 300 páginas ya parece larga en el mercado editorial contemporáneo) y por eso esta novela aparece a primera vista como fuera de tiempo.

Se trata de una obra con varios giros narrativos tan fundamentales que parece como tres novelas en una: la del inicio, en la que nos presentan a Sebastián Sarmiento, un magnate colombiano, multimillonario, huérfano, viudo y solo; la segunda, en la que conoce a Mara Ordóñez, la mujer que lo saca del pozo de soledad, y la tercera en la que la violencia urbana incursiona en la vida de Sebastián, como un hecho no tan casual. 

No solo por su extensión Los hechos casuales parece una novela del siglo XX, aunque se haya publicado ya entrado el XXI. Si bien buena parte de los hechos que describe ocurren en Bogotá en los años 80 y 90, no es la temporalidad cronológica del relato lo que hace que se ubique en el pasado, sino su lenguaje: el enfoque sobre los personajes y temas. Por ejemplo, los personajes femeninos se presentan y se construyen desde su aspecto físico (su piel bronceada, labios carnosos, pelo sedoso y el color de los ojos), o, en algunos casos, su ternura, su sensualidad, su prudencia. Son mujeres-esposas o mujeres-madres en el sentido idealizado del rol, con una visión eurocéntrica y esquemática del concepto de belleza, sin agencia propia y con papeles estereotipados, desde la mirada de los varones que narran (todos los narradores son masculinos). En el caso de los hombres, hay una insistencia curiosa en la pulcritud y la limpieza como rasgos inherentes a la belleza.

Otra visión que se siente "pasada de moda" es la relacionada con la filantropía, vista como un ejercicio de caridad. Una cosa es que el protagonista sea un millonario discreto que se dedique a labores filantrópicas y otra que esa actividad se presente desde una mirada idealizada, tipo Robin Hood. Se siente tan fuerte el sesgo oligarca que la novela se resuelve con el protagonista donando la mitad de su empresa, y haciendo "rico" a su mejor amigo: repartir plata desde una posición de privilegio es la forma en la que el personaje logra relacionarse con los demás. 

El autor, Juan Carlos Botero, es un excelente columnista. Parte de ese ejercicio de opinión periodística llega hasta las páginas de esta novela: el autor presenta su lectura sobre la violencia política y el conflicto armado colombiano, con digresiones que en algunos casos se leen más cercanas a una columna de opinión que a una novela de ficción. Lo mismo ocurre con la insistencia, a lo largo de distintas páginas, en explicar que la vida se determina a partir de hechos casuales o que el azar define los destinos. Si bien esta hipótesis, que le da título a la novela, queda suficientemente explicada, y el autor usa ejemplos "de la vida real" para dar sustento a su argumentación, tanta reiteración explícita delata un interés más pedagógico o explicativo, cercano al periodismo, que un interés linguístico cercano a la insinuación, la sugerencia o la metáfora, tan placenteras en el ámbito literario.

Escribir una novela de 550 páginas exige un enorme esfuerzo para un escritor y a la vez permite mostrar distintas facetas del autor. En Los hechos casuales hay sugestivas páginas eróticas, muy bien logradas, hay páginas de acción con balas, peleas y suspenso; hay digresiones sobre la soledad, el azar y el poder, y hermosas descripciones de Bogotá, que aparece retratada desde la Plaza de Bolívar hasta la carrera 7 con 76 y la zona del Centro Andino. Para muchos lectores será, sin duda, una lectura muy entretenida y completa. Para mí, aunque disfruté la lectura de largo aliento, faltó verosimilitud. 


Algunos apartes:

Preferimos creer que ejercemos cierto control sobre nuestro destino, y nos rodeamos de inventos cada vez más confiables y seguros a fin de reducir el peligro y eliminar el riesgo de la vida cotidiana. Pero es una ilusión, pues a pesar de los cuidados y las precauciones un hecho mínimo, fruto del azar, puede desencadenar el cataclismo (p. 13).

Los hechos insignificantes no existen (p. 14). 

esa clase de personas que les dedican excesiva importancia a las relaciones públicas, las que están con uno pero a la vez dan la sensación de que en realidad están pendientes de los demás, otra gente quizá más interesante o relevante, y siempre hay alguien afuera del círculo de presentes que puede ser más importante o valioso (p. 33). 

desconocen lo que son las exasperantes colas para pagar los servicios públicos, las largas filas en clase turista para subirse a un vuelo comercial, las incomodidades y agresiones del transporte citadino, y la avalancha de angustias que viene con la pérdida del empleo o la zozobra económica. Son señores que viven que viven lo que otros sólo vemos en el cine o en las revistas, y son los mismos que con apenas una mirada, un dedo levantado en alto o un movimiento discreto de la cabeza obtienen la atención que requieren en cafés, restaurantes y cenas de esplendor, y sus deseos son inmediatamente atendidos (p. 36). 

En realidad, nunca se supo qué fue peor: la insania suprema de la guerrilla al promover un atentado tan violento en pleno centro de la capital, la incompetencia del Gobierno civil que careció de la autoridad para impedir o atajar la tragedia, o la ferocidad de las fuerzas armadas que retomaron el palacio a sangre y fuego (p. 54). 

Esta esquina de la carrera Séptima con la calle Once es nada menos que el epicentro de la violencia nacional (p. 58). 

La pérdida de un hijo. La pérdida de la salud. La pérdida de la fortuna. La pérdida de los afectos. La pérdida de la honra. Una parte de esa ausencia se aposenta en la mirada luego de padecer una vivencia de esa magnitud, como el cráter que yace tras el impacto de un meteorito en la superficie de la Luna (p. 59).

pienso que las oportunidades que se nos presentan en la vida son frágiles y fugaces, fruto del azar, el resultado de una serie de hechos casuales que pueden cambiar en un instante y por eso hay que aprovecharlas cuando éstas se dan (p. 97). 

La culpa compartida por toda la sociedad, por ser testigo de tantas desgracias que dejan preguntas que escuecen, inmensas e insoslayables, que arden sin falta en la mente. ¿Yo habría podido hacer algo para impedir ese crimen? ¿Para atajarlo o prevenirlo? ¿Para denunciarlo? ¿Para anticiparme a la violación, a la matanza, al asesinato o el atropello? Porque eso es lo grave de vivir en un país como el nuestro (p. 108).

cuando ocurre una barbarie de esa escala monumental, como la violencia actual en Colombia y todas las otras que te acabo de enumerar, aquéllas no sólo las producen unos cuantos fulanos sanguinarios, sino que se requieren también grandes sectores de la población -mediante diferentes grados de pasividad y colaboración- para permitirlas. Para que existan. Para que sean posibles. Por acción u omisión (p. 109).

Ver es saber, y saber es participar. Y de ahí la culpa (p. 110).

la literatura fue nada menos que un refugio espiritual para Sebastián, lleno de temas, personajes, historias y enseñanzas que le brindaban un alimento tan vital para su existencia como la comida diaria (p. 119).

Es una gran cualidad, pensó el ejecutivo, encontrar personas que saben escuchar, en vez de aquellas que apenas fingen hacerlo mientras sólo esperan su turno para hablar (p. 135). 

Y aunque es verdad que hoy tengo otros amigos con los que me veo más, y colegas profesionales con los que comparto una afinidad de intereses, todas esas personas llegaron a mi vida después y son relaciones distintas, que jamás tendrán la hondura ni la misma coraza de solidez que tienen las que se forjaron en el colegio. Las amistades que uno hizo en esos años juveniles tienen una envoltura casi sagrada, pues son inmunes a la distancia o a la erosión del tiempo, y, aunque pasen los meses, tan pronto uno se junta con esos amigos del alma se retoman los hilos del afecto y de la confianza sin esfuerzo, como si nos hubiéramos despedido con un fuerte abrazo la tarde anterior (p. 151). 

para que suceda un acontecimiento que en retrospectiva luce de capital importancia en nuestra vida, se requiere un número incalculable y abrumador de hechos y circunstancias, de casualidades y decisiones grandes y pequeñas. Y basta que uno solo de esos hechos o de esas decisiones no se dé -que se rompa un solo eslabón de esa larga cadena de sucesos fortuitos-, o se dé con una mínima variante, para que nuestra existencia, tal como la conocemos, sea otra, radicalmente diferente, ya sea para bien o para mal (p. 195). 

Era una pena tan grande e inconsolable que sentí que me iba a destruir; pero con el tiempo descubrí una verdad atroz, Roberto, una de las más terribles de la condición humana, y es que todo sufrimiento, por profundo y abrumador que sea, precisamente no nos mata. Aunque nos parezca insoportable y así pensemos que el duelo nos va a aniquilar; pues la vida con semejante carga es invivible, y aunque la existencia carezca de sentido a raíz de esa aflicción y de esa ausencia inconmensurable, la triste realidad es que somos lo suficientemente duros y egoístas para seguir viviendo. Porque en la contienda que se produce entre la persona desaparecida y nuestro apetito por la vida triunfa lo segundo, y lo sobrellevamos como la mayor traición hacia la persona fallecida. Seguir viviendo es nada menos que una afrenta y un acto de deslealtad, como si el ser amado nos llamara desde la otra orilla de la muerte para preguntarnos, cuestionarnos; ¿Cómo es posible que puedas sobrevivir sini mí? ¿Que puedas continuar? ¿Que puedas, efectivamente, existir sin mi presencia? Porque vivir significa hacer, tarde o temprano, lo mismo que hacíamos con esa persona... pero con alguien distinto (p. 205). 

al carecer de ilusiones nada nos jalona hacia adelante. no contamos con una meta hacia dónde enfocar nuestros actos; un día se vuelve igual al anterior y un año no se diferencia del siguiente, y da lo mismo si llueve o si hace sol porque todo, al fin y al cabo, nos es indiferente (p. 215). 

A esta edad, caviló, todos arrastramos un bagaje considerable. Hemos sido lastimados de una forma u otra, y nos acercamos al otro asustados, con recelos y suspicacias, procurando conservar cierta distancia emocional para protegernos en caso necesario (p. 226). 

a fin de sobresalir en un proyecto o ser el mejor en un empeño, más que habilidad o talento a veces eran definitivas otras cosas más básicas, como la dedicación y la disciplina, o la simple disponibilidad de tiempo (p. 322). 

La nuestra es una democracia representativa, qué duda cabe, pero no nos engañemos: aquí unos intereses están bastante mejor representados que otros (p. 358). 

confirmé dos cosas importantes que siempre he pensado. La primera es que existen muchas personas buenas en este país que desean ayudarle al prójimo, pero no lo hacen porque carecen de los recursos o desconocen la forma de hacerlo. Y la segunda es el efecto multiplicador que puede tener una ayuda menor; cómo una pequeña suma de dinero puede generar un beneficio comunitario; una cifra que, invertida de cualquier otra manera, jamás tendría una resonancia tan positiva (p. 366). 

la calidad de una persona no se mide en lo que puede producir para sí, sino en la felicidad y en la plenitud que puede producir para los demás. Hay muchas cosas en la vida que tienen doble filo, como el amor, la ambición, el dinero, y mil cosas similares. Pero la generosidad es de las pocas socas que tienen doble bondad: el bien que produce en el que recibe, y el bien que produce en el que da (p. 367). 

era nefasto para la democracia colombiana la cercanía de la prensa con las esferas de poder -no era extraño que los directores de los principales medios almorzaran una vez a la semana en el palacio presidencial, lo cual se prestaba para manipular la información que después se transmitía a la opinión pública-, y que la independencia periodística tenía que ser un valor sagrado para fiscalizar al Gobierno que fuera, como sucedía en los países más avanzados del mundo (p. 417). 

En Colombia ninguno de esos bandos tiene una motivación ideológica, y se lo digo yo que los conocí bien por dentro. La guerrilla invoca los textos de la izquierda para justificar sus actos de barbarie, y los paramilitares invocan los de la derecha por lo mismo. Y sí, a lo mejor algún jefe o cabecilla de un frente se cree esos rolos, pero son la escepción, se lo garantizo, y no es por eso que están alzados en armas. Quizás en otros lugares sí fue así, y tal vez aquí hubo cierta intención romántica o idealista al comienzo, inspirada en la Revolución cubana y en la figura legendaria del Che. Pero hoy en día, en este país, lo de ambos es un puro y simple negocio. Disfrazan sus crímenes con discursos políticos, pero en realidad sólo les interesan el poder y el billete. Es una lucha por la tierra, por el dominio de unas mafias sobre otras, una pelea a muerte por el tráfico de drogas y otras fuentes de riqueza como son el oro, el petróleo, la extorsión, el boleteo, el contrabando y la trata de personas. Es un negocio y nada más. Y creer que hay una motivación política o ideológica detrás de esa guerra sucia y sangrienta es de una candidez ridícula (p. 447).

Lo espantó la fragilidad de las vivencias, comprender que el pasado no era un trayecto estático y congelado en el tiempo, inmune al peligro y a salvo en la memoria, como él siempre había creído, sino que era un recorrido precario, maleable y, sobre todo, vulnerable. Una simple frase, vislumbró, puede abolir un pasado entero (p. 480). 

cualquier suceso es trivial únicamente en apariencia, pues los hechos insignificantes no existen. Y si así lo parecen es sólo porque no hemos escuchado el último de sus ecos, o no hemos percibido la última de sus ondulaciones (p. 483). 

me moldeé a tu figura ideal. Fui la mujer que querías que yo fuera, y o hay nada que enamore más a un hombre que eso. Todos ustedes son predecibles (p. 488). 

el valor de una biblioteca no es por la cantidad de libros que se tiene sino por lo bien leídos que éstos sean (p. 525). 

la bondad es discreta y modesta, casi invisible, adversa a la fama y a la figuración, y los titulares de la prensa se los llevan los malos que producen la noticia, de la misma manera que los periódicos registran los pocos aviones que se caen o accidentan y no los miles que cada día realizan la asombrosa hazaña de despegar y aterrizar con éxito. El público confunde la realidad con lo que aparece en los diarios, y por eso los corruptos y los violentos parecen más. Pero no es verdad (p. 531).

El pesimismo es un lujo que sólo se dan aquellas personas que no son conscientes, realmente conscientes, de que son mortales (p. 537). 


Los hechos casuales
Juan Carlos Botero
Editorial Penguin Random House
Bogotá
Septiembre de 2022
556 páginas

martes, 3 de enero de 2023

El acontecimiento, de Annie Ernaux

En 1999 Annie Ernaux escribe sobre algo que le ocurrió en octubre de 1963, cuando era estudiante universitaria en Ruen: quedó embarazada y aunque quería abortar el aborto no estaba permitido en su país, así que debía hacerse de manera clandestina.

En esta novela corta, escrita sin sentimentalismo ni digresión, ateniéndose a las pruebas, como ella las denomina, es decir a su diario y a la memoria de datos, fechas, nombres y lugares, Ernaux reconstruye con precisión lo que vivió entre el momento en el que confirma que está embarazada, y mediados de enero, cuando finalmente se practica el aborto. Pero lo más interesante no es la descripción fría del hecho sino la constancia política de para qué lo cuenta tanto tiempo después: para convertir su cuerpo en escritura y que ese acontecimiento se disuelva en la cabeza del lector. 


Algunas frases
El hecho de que la forma en la que yo viví la experiencia del aborto, la clandestinidad, forme parte del pasado no me parece un motivo válido para que se siga ocultando (p. 24). 

Sor Sonrisa forma parte de esas mujeres a las que nunca conocí y con las que, vivas o muertas, reales o ficticias, y a pesar de todas las diferencias, siento que tengo algo en común (p. 41).

Como la mayoría de los padres, los míos se imaginaban que podían detectar de forma infalible a primera vista la más mínima señal de descarrío. Para tranquilizarlos, bastaba con ir a verlos regularmente (con una sonrisa en los labios y la cara lavada), llevarles la ropa sucia e irse de allí cargada de provisiones (p. 53).

si no cuento esta experiencia hasta el final, contriburé a oscurecer la realidad de las mujeres y me pondré del lado de la dominación masculina del mundo (p. 55). 

Ver con la imaginación o volver a ver por medio de la memoria es el patrimonio de la escritura (p. 59).

Hacíamos poco el amor y con prisas, sin sacar partido de la ventaja que nos procuraba mi estado el mal ya estaba hecho, de la misma manera que el parado no aprovecha el tiempo y la libertad que le proporciona el hecho de no tener trabajo; o el enfermo desahuciado no aprovecha el permiso para comer y beber de todo (p. 67). 

Siempre que escribo me planteo la cuestión de las pruebas (...) La única y auténtica memoria es material (p. 69).

Todavía no sé qué palabras utilizaré para escribir sobre aquello. No sé qué me deparará la escritura. Me gustaría retrasar ese momento, permanecer todavía a la espera. Quizá tenga miedo de que la escritura disuelva las imágenes (p. 71).

Me aliviaba el hecho de decir que tenía miedo (p. 75).

Hoy en día se persigue a los traficantes de personas y se deplora su existencia de la misma forma que hace treinta años se deploraba a las personas que practicaban abortos. Pero no se cuestionan las leyes ni el orden mundial que provocan este fenómeno. Y seguramente entre los traficantes de inmigrantes, como antes entre las aborteras, debe de haber algunos más serios que otros (p. 85).

Me he quitado de encima la única culpablidad que he sentido en mi vida a propósito de este acontecimiento; el haberlo vivido y no haber hecho nada con él. Como si hubiera recibido un don y lo hubiera dilapidado. Porque por encima de todas las razones sociales y psicológicas que pueda encontrar a lo que viví, hay una de la cual estoy totalmente segura: esas cosas me ocurrieron para que diera cuenta de ellas. Y quizás el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y la vida de los otros (p. 115).


El acontecimiento
Annie Ernaux
Editorial Tusquets
Bogotá 2022 (primera edición 2001)
119 páginas