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viernes, 7 de enero de 2022

Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez

 
Al final del libro, en la "nota del autor", Juan Gabriel Vásquez explica que "Volver la vista atrás es una obra de ficción pero no hay en ella episodios imaginarios". Es una novela en la que cuenta los primeros años de la vida de Sergio Cabrera, su hermana Marianella, sus padres Fausto y Luz Elena y la infancia y juventud de Fausto, huyendo de la Guerra Civil Española. 

La novela se divide en tres partes: la primera ocurre en España con la Guerra Civil como marco que define la vida de la familia del niño Fausto Cabrera. Su madre muere joven, un tío es militar republicano y junto a él, su padre domingo y sus hermanos huyen a Francia y desde allí a República Dominicana. Fausto llega a Colombia luego de una temporada en Venezuela. 

La segunda parte transcurre con Fausto como un consagrado director de teatro y exitoso actor de televisión, casado y con dos hijos, que decide radicarse en la China de Mao como profesor de español. Allí sus hijos inician una formación política y filosófica, viven una vida cotidiana diametralmente distinta a la que tenían en Bogotá y en determinado momento los padres regresan a Colombia y dejan a sus hijos de 14 y 12 años al cuidado de la revolución.

La tercera parte describe los más de tres años y medio que Sergio y su hermana Marianella militaron como guerrilleros en el Ejército de Liberación Popular EPL, hasta su salida de la guerrilla y el regreso a China, desde donde Sergio viaja a Londres para estudiar cine. 

La vida de Sergio Cabrera es trepidante pero la maestría del escritor está en vertir esa suscesión de hechos increibles a las páginas de una novela rica en detalles, que se lee con velocidad y avidez. La obra de Juan Gabriel Vásquez ha indagado por distintas aristas de la historia nacional colombiana que en determinado momento se cruza y marca las vidas privadas de sus personajes, y con esta novela logra otro hito en ese proyecto personal, relevante para la literatura colombiana porque permite acercarse desde otras miradas a las causas y actores de la violencia colombiana.

Esta novela en particular creo que además aporta un elemento interesante a la narrativa colombiana: cuenta desde adentro la vida cotidiana en una guerrilla, sus odios, envidias, jerarquías y penurias. Quizás en el futuro surgirán nuevos textos de excombatientes que ayuden a los lectores a acercarse a ese tipo de vida, pero hasta ahora los materiales verosímiles siguen siendo muy escasos.

Algunas frases
Las rencillas ocultas o nunca expresadas que hay en todas las familias, los malentendidos y las palabras que no se dicen o se dicen a destiempo, la falsa idea que nos hacemos de lo que sucede en la cabeza o en el alma del otro: esa compleja red de silencios conspiraba ahora contra la serenidad (p. 25).

Vive la vida de suerte que viva quede en la muerte (p. 42).

(sobre Bogotá) fundar una ciudad bajo estos cielos crises, en este invierno permanente donde llovía todos los días, sin excepción, donde los hombres de las calles andaban con guantes y paraguas y ceños fruncidos, y donde las mujeres rara vez salían de sus casas, casi siempre para comprar comida y buscar un rayo de sol como gatos perdidos (p. 60). 

Si esos poemas no sirven para combatir, lo más probable es que no sirvan para nada (p. 66).

sólo le importaba a la gente que estaba en el campo: a los de la ciudad todos esos muertos les quedaban lejos (p. 74). 

Una guerra civil no es lo mismo que una batalla cultural, es cierto, pero los principios son los principios (...) Pues aguantaremos lo que se pueda, pero yo babosadas no voy a hacer. (p. 93). 

Lo único más testarudo que la promiscuidad de su padre era el talento de su madre para descubrirlo (p. 98). 

(la ropa sucia se lava en casa) ¿Y qué pasa si en la casa no hay lavadero? (p. 140).

La destrucción de lo que llamaban "los cuatro viejos": viejas costumbres, vieja cultura, viejos hábitos, viejas ideas (p. 182). 

Marianella lloró lágrimas de adolescente enamorada, pero se dijo que no había nada más contrarrevolucionario que dejarse distraer por el amor (p. 188). 

hay que escoger amigos y amigas positivas, en lo político, moral e intelectual. Esto no quiere decir que tengan que ser perfectos, no, pero sí es indispensable que tengan un aceptable nivel político, que sean sanos moralmente y que tengan una mentalidad proletaria, aun cuando, naturalmente tengan defectos, los cuales ustedes pueden ayudarles a corregir, y ellos los de ustedes (p. 192). 

Los enemigos nos definen más que los amigos. Dime quién te ataca y te diré quién eres (p. 227). 

Los años lo habían acostumbrado a dudar y a cuestionar y a informarse antes de tomar una decisión. Pero allí, arrastrado por las emociones de la acción colectiva, pensó que era indigno o desleal tratar de encontrarle peros a un suceso que estaba sacudiendo el mundo (p. 228). 

Mire, señorita, la diferencia es muy clara: ustedes, en su país, tienen un Dios muerto. Nuestro Dios está vivo (p. 246). 

El ejército de Estados Unidos había fracasado contra el pueblo heróico de Vietnam, decía Castro. Hoy en día, nadie lo dudaba. Aquél era uno de los grandes servicios que el pueblo de Vietnam le había prestado al mundo (p. 259). 

aprendió que la cobardía es, más que un defecto de carácter, un error estratégico: el que tiene miedo no dispara, y permite por lo tanto que le apunten. En otras palabras, el que dispara está evitando que le apunten los demás (p. 271). 

las convicciones ideológicas no siempre iban de la mano con el talento artístico (p. 281). 

¡Qué difícil era imaginar una historia sobre un hombre real que además hemos conocido! (p. 301). 

nadie lograba entender que un país que lleva medio siglo en guerra hubiera votado en contra de acabarla (p. 308). 

sintió fugazmente que el cariño de sus hijos era lo único firme que le quedaba en la vida (p. 309). 

la única manera de hacer la paz es así, raspando las heridas (p. 312). 

La revolución era inseparable de un cierto puritanismo (p. 326). 

lo que más me gusta de la noche es que hace desaparecer el verde (p. 350). 

¿en qué momento llegan unos padres a la convicción de que la revolución puede educar a sus hijos mejor que ellos mismos? (p. 356). 

De manera que esto era la burguesía: la posibilidad de andar impunemente por la ciudad entera, la garantía de que las puertas se abrirían sin problemas (p. 359). 

el ejército revolucionario de Colombia, donde Mao era un rumor, un conjunto de refranes: una figura hecha de palabras (p. 368). 

nada frustraba más a los obreros que la sensación de estar metidos en una obra infinita (...) Es importante saber que tu camino tiene un punto de llegada (p. 373). 

hay personas así, con las que no nos tomaríamos un aguardiente pero a las cuales, en cambio, les confiaríamos nuestros hijos (p. 376)

Cuando falta la luz y todo es oscuro, solía decir, la única forma de no perder el rumbo es mirar hacia atrás. Así, viendo la luz que hemos dejado, podemos confirar en que otra nos espera (p. 386). 

de que esto no es amor sino agradecimiento. Y eso no es suficiente para sacar una vida adelante. (p. 412). 

Sergio sólo podía pensar que había dedicado todos los años de su adolescencia, todos los de su adultez incipiente, a prepararse para algo que no había tenido lugar (p. 431).

Un padre y un hijo que viven vidas separadas en ciudades distantes y que ahora se han encontrado para decirse cuánto se quieren y cuánto se extrañan de la manera más vieja de todas: contando historias (p. 437). 

A veces los hombres que van juntos a la vatalla se detestan más entre ellos que al enemigo común (Vida y destino, de Vasili Grossman). (p. 439).

El plan de venir a China fue tuyo, no nuestro. El plan de unirse al EPL fue tuyo, no nuestro. Toda la vida. Toda la vida nos has hecho creer que lo decidíamos nosotros, pero no es verdad: lo decidías tú. Toda la vida he hecho lo que tú querías, toda la vida la he pasado callado, tratando de complacerte. Pero ya me he dado cuenta, papá. Me he dado cuenta de que callar no es una cuestión de temperamento: es una enfermedad. (p. 467). 

Ordenar un pasado ajeno fue la manera más eficaz de lidiar con el desorden de mi presente (p. 474).


Volver la vista atrás
Juan Gabriel Vásquez
Editorial Alfaguara
Bogotá
2020
480 páginas

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