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lunes, 29 de junio de 2020

El principito, de Antoine de Saint-Exupéry

Releí El principito. Creo que lo había leído antes de mis 10 años y ahora lo volví a leer con mi hija de 7 (casi 8). El principito es uno de esos personajes universales, cuya iconografía mucha gente reconoce aún sin haber leído el libro, o que recuerda por haberlo leído en la remota infancia aunque haya olvidado la lectura en los años posteriores. 

Es una alegría haber vuelto a leerlo con ojos adultos. Hay tantas metáforas y tanta poesía en él, que sospecho que en mi lectura inicial pasé por alto. Solo un niño venido de otra galaxia, del asteroide B 612, tiene la capacidad de recordarle a un humano adulto que lo esencial es invisible a los ojos, o que la amistad consiste en amaestrarse hasta tal punto que uno empiece a extrañar al otro. 

El principito tiene pasajes que hacen parte de la memoria colectiva: las boas abiertas y cerradas, la rosa vanidosa y cubierta con un globo de vidrio para protegerla del viento y el capítulo del diálogo entre El principito y el zorro, sobre la amistad.

Sin embargo, en esta segunda lectura me sorprendió, porque creo que lo había olvidado por completo, el periplo del principito por 6 planetas distintos, antes de llegar a la Tierra: el planeta del rey, el del vanidoso, el del bebedor, el del hombre de negocios, el del farolero y el del geógrafo. Cada uno de ellos habitado por un único personaje que simboliza una particularidad o debilidad del género humano. 


El décimo capítulo es el del rey y ahora que lo descubro y pienso que es un capítulo útil para cualquier clase de ciencia política o teoría del Estado. Un capítulo que inicia con la llegada del principito al planeta del rey, quien está en su trono y al ver al niño exclama "He aquí un súbdito", ante lo cual el principito reflexiona: "No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado: todos los hombres son súbditos" (p.32). Se trata de un monarca absoluto, un monarca universal, que se preocupa por que se cumplan sus órdenes pero sabe que para lograrlo debe ordenar cosas justas: "La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables" (p. 36).

La autoridad, la justicia, el poder popular y los fines del Estado son elementos que pueden analizarse a partir de la lectura de estas escasas 5 páginas.


Otro enfoque para abordar el libro es el de la muerte, en particular desde dos miradas: la muerte de un niño y el suicidio de un niño: el principito le pide a una boa que lo muerda en el tobillo. Le explica al aviador que regresará a su asteroide pero que su cuerpo es demasiado pesado para volver y por eso necesita dejarlo. Las palabras muerte, desaparición, separación y sufrimiento aparecen al final del relato. El principito expresa su temor por el dolor y espera que todo pase rápido. Llora cuando conversa con el aviador, pero se muestra resuelto a ejecutar su decisión, y su determinación contrasta con su edad. 

Visto así, El principito es un libro sobre duelos: el duelo por dejar atrás la infancia, el duelo del aviador-narrador por la desaparición del principito, el duelo del principito por la rosa que dejó, el duelo por el adiós del zorro, el duelo de cada uno de los seis personajes que viven en los planetas visitados antes de llegar a la tierra, por la falta de súbditos, admiradores, exploradores o la compañía que necesitan para complementar su trabajo. Es un libro sobre el proceso del duelo y también sobre la soledad. La maestría del escritor está en que no lo recordemos así: cuando hablamos del principito solemos recordar a un pequeño niño sonriente, excéntrico y un poco sabio. Nunca pensamos en un suicida. 


El principito
Antoine de Sanit-Exúpery
Emecé Editores
1943
97 páginas

domingo, 28 de junio de 2020

Río muerto, de Ricardo Silva Romero

Al comienzo de Río Muerto hay un prólogo en el que el narrador explica que esta historia (esta novela) se la contó una persona en un trancón entrando a Bogotá y que la historia ocurrió tal y como se escribe en el libro.

Ese recurso le aumenta la verosimilitud a un relato desgarrador: el de la familia Palacios Arenas, que se destruye el día en que el comandante paramilitar Triple XXX, al comienzo del libro, asesina a Salomón Palacios, el mudo, el hombre humilde que hacía trasteos en Belén del Chamí, el esposo de Hipólita, el papá de Maximiliano, de 14 años, y de Segundo, de 8.

Ricardo Silva ha publicado varias novelas sobre la familia, o mejor aún, el amor de la familia. De hecho su más reciente publicación, Historia oficial del amor, tiene ese eje narrativo. Con relación a la violencia colombiana tiene dos antecedentes: Autogol, sobre la muerte de Andrés Escobar, y Espantapájaros, de 2012, novela con la que Río Muerto guarda varias relaciones.

Espantapájaros narra una masacre paramilitar en el nordeste de Colombia. El personaje principal, El Cigarra, es un matón temido que impone su ley; un bandolero aliado con los soldados, que ejerce su poder con total impunidad y que lee la mano de sus víctimas para revisarles la línea de la vida y confirmar que él, al matarlos, no les torció el destino que estaba escrito.

Río muerto narra el drama que se desata con el asesinato de un padre de familia, en Belén de Chamí, un pueblo que no aparece en el mapa. (Al igual que en Espantapájaros, la descripción geográfica hace difícil o ambiguo ubicar el sitio: en esa novela la historia se ubica al noreste de Colombia, pero el tiempo del viaje en bus desde Bogotá no coincide con el entorno que describe. En Río Muerto el pueblo está en el suroeste de Colombia. Suroeste serían Cauca o Nariño, pero el lugar del relato se parece al norte del Valle o el Chocó). El comandante paramilitar Triple XXX trabaja en asocio con Sarria, el comandante de la policía del pueblo, y también puede ejercer el terror a su antojo. Y como curiosidad, el hijo de Hipólita le causa a Triple XXX una herida en la mano que le corta la línea de la vida, y en consecuencia le altera el destino.

Río muerto es una novela corta en donde los primeros capítulos abarcan el mes largo que transcurre entre el homicidio de Salomón y el duelo de Hipólita, que se hunde en una tristeza que le impide levantarse de su cama. Pero cuando la mujer reacciona y decide lo que va a hacer, el tiempo cronológico de la narración se ralentiza para contar cada uno de los detalles de lo que ocurre el 29 de febrero de 1992, día del año bisiesto en el que la protagonista decide desafiar la muerte y enfrentar a sus vecinos, al pastor de la iglesia y los comandantes legales e ilegales.

En Dos o tres cosas sobre "la novela de la violencia", Gabriel García Márquez escribió que las novelas publicadas sobre la violencia política en Colombia hasta ese momento (1959) eran malas y, citando el ejemplo de La Peste, de Camus, enseñaba cómo debe ser una buena novela sobre el conflicto: un relato que ese enfoque en los vivos, los sobrevivientes, y no en los cuerpos mutilados de los muertos.

Río muerto cuenta el drama de la violencia desde los vivos, desde tres sobrevivientes. Pero el recurso narrativo de convertir a Salomón Palacios en un espectro, un fantasma que siempre está con la familia, es una forma poética y eficaz de mostrar la fuerza del amor más allá de la muerte y, al mismo tiempo, la sombra de la muerte violenta como una herida que marca la vida de los vivos, por el resto de sus días.

A ese recurso fantasmagórico se suma que Salomón es mudo. No habla y solo se comunica por escrito: Haga caso y otras frases cortas y simples lo revisten de sencillez y ternura, al tiempo que le hacen un homenaje al poder de la palabra escrita.

Particular valor tiene el papel que el autor le da a la Iglesia evangélica dentro del relato: en las novelas colombianas ha sido omnipresente el papel de los curas y el clero católico pero el poder enorme de las iglesias evangélicas no ha sido suficientemente narrado. Y es una lástima porque ese poder creciente explica en buena parte la fortaleza de tantas ideas neoconservadoras y de ultraderecha en tantas zonas del país.


Río muerto
Ricardo Silva Romero
Editorial Alfaguara
Mayo de 2020
156 páginas

¿Será que soy feminista?, de Alma Guillermoprieto

Le he oído a algunos periodistas decir que no se debe titular con una pregunta: si se sabe la respuesta, la noticia entonces está en la respuesta, y si no se sabe la respuesta, entonces para qué atraer al lector con una pregunta que la información no va a contestar. 

Esa enseñanza (en desuso en épocas en las que las preguntas atraen curiosidad y clics) resulta llamativa en este ensayo escrito por una periodista. No solo titula con una pregunta sino que en una parte del texto afirma que tiene más preguntas que respuestas, y que hay laberintos confusos en los que no desea enredarse. 

Como si no fuera suficiente con la pregunta inicial (¿Será que soy feminista?), muy al final del libro la autora formula otras más: "¿Será que se puede ser feminista sin ser activista? ¿Y será que se puede ser activista, y feminista, sin ser activista del feminismo? Es decir, ¿El feminismo es una forma de ver el mundo, una práctica cotidiana o una militancia? ¿o puede ser cualquiera de las tres cosas?".

Este breve ensayo tiene la virtud de no ser un texto pretencioso en sus objetivos: no busca formular una teoría ni refutar a alguna o algunas de las corrientes del feminismo. Cita a autores como Simone de Beauvoir, Germaine Greer, Andrea Dworkin, Mariarosa Dalla Costa, Mary Wollstonecraft y John Stuart Mill, pero no atiborra el texto de citas ni de pies de página. Rescata los nombres de George Rosenkranz y Gregory Pincus como pilares del feminismo, al haber investigado sobre la píldora anticonceptiva, y reivindica la máxima feminista de "lo personal es político".

A Guillermoprieto no le interesan las discusiones teóricas entre corrientes feministas. Le interesan la política, el medio ambiente y el feminismo, vistos desde la vida cotidiana: las mujeres que pueden decidir si abortan o no, las que pueden salir a trabajar y reivindican un salario mejor, las que se convierten en líderes en sus comunidades, las que sufren violencia sexual o política, las mujeres asesinadas.

Alma Guillermoprieto dice que lleva 40 años ejerciendo el periodismo y en toda su vida solo escribió un texto feminista, muy al comienzo de su carrera. También dice que no milita en ninguna causa. Sin embargo, en el ejercicio del periodismo ha entrevistado a miles de mujeres y ha escrito sobre cientos de causas sociales y políticas. ¿Será que es feminista? La respuesta simple es que sí... pero nunca se sabe: hay tantas vertientes del feminismo que no en vano incluye una frase que le oyó al cura nicaragüense Miguel d´Escoto, en la Revolución Sandinista: "lo que la Iglesia Católica tenía que aportarle a la izquierda revolucionaria era su gran experiencia con el sectarismo". El feminismo le discute muchas cosas al clero. En su lista de críticas no se ve el sectarismo. Guillermoprieto es lúcida al advertir ahí un gran peligro.


Algunas frases:
"Toda autobiografía es una novela —no hay que fiarse nunca de la memoria—". (p.11).

"(...) se esconde la voz de los hombres que a estas alturas todavía dicen que las mujeres que no se maquilla ni se pintan el pelo son feas, o deseadas, y que seguramente no tienen quién se las coja. Lo dicen no porque una mujer con nalgas postizas se vea más apetitosa que una mujer sin plastiaumentos, sino porque tienen miedo a que nos libremos de su mirada". (p. 28).

"En el capitalismo, el mercado de la belleza es en realidad un mercado dedicado a explotar la inseguridad que sentimos frente a los hombres: me angustio, luego compro" (p.33).

Explicando El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir: "La mujer es un ser definido por la sociedad, y por una sociedad —el patriarcado— creada por los hombres, en la que ellos ocupan el lugar de jerarquía" (p. 37).

"Resumiendo, el mensaje central de Beauvoir fue más o menos el siguiente:  los hombres nos ven como objetos —de uso, de placer, de trabajo, de reproducción—. Son ellos los que han construido las sociedades, y estas sociedades existen para amoldarnos en objetos útiles, de tal manera que nosotras también nos veamos como objetos a nosotras mismas" (p. 41).

"El machismo existe independientemente de la estructura de clases; se manifiesta de manera variada en cada clase social, pero ha sido universal". (p. 65). 

"La liberación de la mujer necesariamente conlleva la liberación de los hombres de los mitos y terrores —y obligaciones estúpidas— que los oprimen". (p. 67).

"Hay que ser valiente hasta para las cosas que en teoría no requieren de ningún valor, como sentarse en un parque a meditar, porque el machismo es una cultura basada en la vergûenza de no ser suficientemente macho, de no ser digno de la opresión que hay que ejercer sobre las personas —reducidas ya a sus órganos genitales— que se desean más que ninguna cosa en el mundo". (p. 68).

"Una visión de la sexualidad transmitida a lo largo de milenios, en la que el hombre es el súbdito de su propio pene y la mujer su esclava y su tormento" (p. 70).

"El machismo es una enfermedad que se padece a nivel personal; un individuo deformado, contrahecho por el mal, ejerciendo el daño contra otros seres humanos con distinto aparato reproductivo. Otra cosa es el patriarcado, un sistema completo, omnipresente, inescapable en el mundo entero, paralelo a, y también base de, los sistemas económicos y de Gobierno del mundo y de toda estructura de poder". (P. 71). 

Sobre el aborto: "Una mujer que es dueña de su decisión de gestar, o no llevar el embarazo a término, es peligrosamente libre" (p. 73).


"Si nos hacen tanto daño es porque nos tienen miedo, pobres" (p. 74).

"La mala broma que nos ha jugado el patriarcado es que nos ha enseñado a vestir con orgullo nuestras cadenas. me espanta constatar que el patriarcado, en cualquiera de las formas en que se manifieste, siempre les ha encargado a las mujeres el trabajo de amaestrar a las niñas en las tareas de la sumisión" (p. 89).

"La lucha de las mujeres por ascender al poder es vital, porque abre puertas y derriba murallas para todas". (p. 92).

Los hombres se ocupan en sus guerras —no sé si será porque como no llegan del trabajo a ocuparse de la comida y de las tareas de los hijos y de la ropa sucia, les sobra tiempo libre—. Mientras tanto las mujeres a las que les han matado hijos, padres, compañeros, hacen esfuerzos por inventar la paz" (p. 109).

"Al igual que el antisemitismo, el racismo es una enfermedad que nace de la envidia, la culpa, el deseo vergonzante, la furia. Es la forma en que el opresor se justifica ante sí mismo". (p. 111).

¿Han visto, o han leído, la serie de Harry Potter? ¿Se acuerdan que cuando el profesor Dumbledore se siente particularmente turbado o confuso se encierra en su estudio, extrae con su varita mágica el hilo plateado de sus pensamientos enredados y lo vierte en una especie de fuente encantada, el pensieve, donde se puede ver con distancia y claridad las cosas que le preocupan? Eso, para mí, es la escritura". (p. 125).

¿Será que soy feminista?
Alma Guillermoprieto
Random House
Febrero de 2020
145 páginas