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domingo, 15 de enero de 2017

La ciudad ausente, de Ricardo Piglia

Murió Ricardo Piglia el pasado 6 de enero y, como a veces hago cuando muere un escritor, busqué en la biblioteca para ver si tenía algún libro suyo que hubiera comprado en el pasado para leer "un día de estos". La muerte de los escritores me apura siempre a leerlos, antes de que me coja la mía sin que haya llegado "el día de estos". Es mi forma de homenajear su memoria.

Por eso desempolvé La ciudad ausente, aúpada además por la cantidad de reseñas elogiosas que se publicaron después de la muerte de Piglia, de su personaje Emilio Renzi que se menciona al comienzo de La ciudad ausente, y de sus grandes aportes a las estructuras narrativas. Pero como es mejor leer directamente a los autores, antes que a los reseñistas, me adentré en las páginas de La ciudad ausente. Y cuando iba por la mitad del libro tuve que buscar a los reseñistas como tabla de salvación, para tratar de entender lo que estaba leyendo.

Piglia no es fácil. La ciudad ausente es densa. Exige un conocimiento de la historia argentina, la política argentina y las letras argentinas que no tengo. Por eso creo que apenas pude entender la mitad de lo que leí, pero por una fuerza que provenía de las mismas páginas, me forcé a terminar. No entendí mucho, pero sí entendí que este libro plantea un juego lingüístico profundo y arriesgado, lleno de referencias que van desde Macedonio Fernández hasta Joyce y que confronta la forma en la que la lengua evoluciona. Es una especie de ensayo  sobre el lenguaje, los textos y la lingüística en clave de novela.

La historia limita con la ciencia ficción: hay una máquina, una especie de autómata, que produce textos. Los traduce pero no en un sentido literal sino que los adapta a otra lengua, y así mismo produce textos. La novela mezcla la historia de Junior, el periodista que busca la máquina, con los textos que la máquina produce, y que van desde reflexiones sobre la lengua hasta fragmentos de cuentos, mezclados con referencias en clave a la dictadura de Videla, la guerra de las Malvinas, las torturas y Perón.

Los personajes apenas se dibujan, así como la ciudad. Buenos Aires aparece como una ciudad ausente. La historia ocurre en espacios cerrados, hoteles, cuartos, museos, estancias rurales, pero a puerta cerrada. Los personajes están solos. Junior los busca uno por uno... no hay encuentros entre más de tres personas. Creo que esa puede ser una de las claves de La ciudad ausente: es una metáfora sobre lo que falta, lo que no aparece en esta novela, que se ubica en una época política en la que decir, nombrar, era peligroso, y por eso era necesario entender a partir de los silencios.

Algunas frases:
"Consiguió un puesto y aterrizó una tarde en el diario, con su cara de alucinado, y Emilio Renzi lo llevó a recorrer la redacción para que conociera a los otros prisioneros".

"Al principio pensaron que trabajaba para la policía, porque publicaba las notas antes de que los hechos se hubieran producido".

"Sería mejor que el relato saliera directo, el narrador debe estar siempre presente. Claro que también me gusta la idea de esas historias que están como fuera del tiempo y que empiezan cada vez que uno quiere".

"Nunca se sabe si una persona es inteligente o si es un imbécil que finge ser inteligente".

"En este país los que no están presos trabajan para la policía. Incluidos los ladrones".

"La primera obra, había dicho Macedonio, anticipa todas las que siguen".

"(Forma parte de la serie de los Aquenó, dijo Macedonio. Los Aquenó: ¿Qué son? Son aquellos aparatos a cuyo funcionamiento precede siempre una expectativa incrédula".

"Me acuerdo que ella era seria y apasionada y que nunca sonreía, quizá porque conocía el futuro".

"El tratamiento consistía en convertir a los psicóticos en adictos. Las drogas se administraban cada tres horas. La única manera de normalizar un delirio era construirle una dependencia extrema".

"—El que tiene poder, si tiene poder, quiere que lo miren.
Porque la política es un espejo dijo el otro. Caras y caras que aparecen y se miran y se pierden y son sustituidas por otras que aparecen y se miran y se pierden".

"Narra lo que conoce, nunca anticipa".

"La verdad es un artefacto microscópico que sirve para medir con precisión milimétrica el orden del mundo".

"Siempre tenía calor y todos le tenían lástima, porque un hombre que no coincide con el clima parece loco".

"A veces erraba. Pero si erraba pensaba que errar había sido una decisión".

"Vino a hacer un Museo en este pueblo perdido, en medio de la indiferencia general. A nadie le interesa el pasado aquí, todos vivimos en el presente. Si todo sigue igual desde siempre, para qué guardar los restos de lo que no ha cambiado".

"Era conmovedor escucharla hablar, porque parecía amar a una sombra, a un hombre que había cruzado por su vida un instante y la había dejado en el recuerdo".

"La lengua es como es, porque acumula los residuos del pasado en cada generación y renueva el recuerdo de todas las lenguas muertas y de todas las lenguas perdidas y el que recibe esa herencia ya no puede olvidar el sentido que esas palabras tuvieron en los días de los antepasados. la explicación es simple pero no resuelve los problemas que plantea la realidad".

"Todas las obras maestras duran lo que dura la lengua en la que fueron escritas. Sólo el silencio persiste,  claro como el agua, siempre igual a sí mismo".

"Los que persisten en la elaboración del diccionario lo consideran ya un manual de adivinación".

"Un médico es siempre un fracasado, sólo es cuestión de darle tiempo. Jamás salvaron a nadie de la muerte".

"El que ha perdido a la mujer amada queda como el hombre al que le estalla una bomba en el cuerpo y no muere".


La ciudad ausente
Ricardo Piglia
Editorial Sudamericana
Buenos Aires
1992
178 páginas

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