Olfato de perro, Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura en 2011, es un libro que en 225 páginas cuenta dos historias: la de Ignacio Madero y la de sus padres.
En primer lugar aparece Ignacio Madero, profesor de filosofía en una universidad que parece ser la Nacional. Madero tiene 59 años y está seco como un tronco: sin mayores sentimientos, duro y enfermo. Calcula que le queda un año de vida. Vive solo, su hijo está en Australia y casi no tiene comunicación con él, así como tampoco tiene contacto con su madre. Sus días aburridos y monótonos transcurren entre las clases, la burocracia académica y el oficio de conseguirse acompañantes de ocasión. Sus dolores los alivia con ibuprofeno y ron.
La segunda historia es la de los padres de Ignacio: Antonia Madero e Ignacio Ángel. Ella, hija de una familia acomodada de Neira, Caldas, conoce a Ignacio que es un hijo de un bandolero liberal del Llano. Se enamora, huye con él y lo que sigue es una vida de aventuras y penurias, en la época del Bogotazo y el comienzo de La Violencia. La pareja, con cuatro hijas mayores que Ignacio, pasa por Manizales, Sevilla, Valle e Ibagué. Luego recala en el Llano: él buscando riqueza y aventura, y ella buscándolo a él. La reconstrucción de la historia de sus padres motiva al citadino profesor universitario a emprender un viaje al Llano, que se convierte en el punto de quiebre de la novela.
En las primeras páginas del libro, el profesor Ignacio menciona obras como El buscador de oro, de Le Clézio, o Costaguana (el país ficticio de Nostromo) y El corazón de las tinieblas, de Conrad, así como La Vorágine. Las referencias no son gratuitas: Olfato de perro es un doble viaje, el de los padres y luego el del hijo, al corazón de las tinieblas o la Vorágine que son los Llanos. El cómodo profesor, así como la noble señorita que era su madre, se enfrentan con un mundo hostil, extraño, salvaje. Un entorno que los devora.
Más allá de las referencias explícitas del libro, el personaje de Ignacio recuerda a otro protagonista moribundo: Manuel, el personaje de El inquilino de Guido Tamayo. Ambos se refugian en los libros, la lectura, el licor y la compañía ocasional. Se saben enfermos y en el ocaso. Derrotados por la vida y sin grandes aspiraciones. No obstante, la obra de Gaviria tiene un anclaje fuerte con la historia colombiana: desde las guerrillas liberales de los años 50, hasta la guerrilla y los paramilitares del siglo XXI, pasando por los encapuchados de la universidad: todos tienen cabida en sus páginas, que oscilan entre la amargura y la reflexión. Las páginas más memorables, las que giran en torno a la historia de sus padres, son precisamente las que tienen más aventura y menos digresión.
Algunas frases:
Existe un orden sutil e implacable que divide el mundo de los jóvenes y el de los viejos. Como el de los hombres y el de los animales.
En las noches bebe ron para calmar esa falta de vida que trae la soledad.
No hay numen, nirvanas ni once mil vírgenes. Y eso, saber que su cuerpo disgregado será de nuevo átomos elementales y volverá al espacio eterno, lo abisma. Como si de un momento a otro tuviera que saltar a un vacío inescrutable e infinito en donde permanecerá vivo soportando la angustia de la eternidad.
Los recuerdos no nos pertenecen, sólo el futuro y el presente que vivimos. Y ahora, pensando, ¿a quién pertenecen los recuerdos? a nadie. Sólo se trata de una entidad llamada pasado que no regresará jamás y los historiadores siempre intentan reconstruir. Y sin embargo nos constituyen.
Uno más en el universo exigente de los libros que merecen no sólo ser leídos, sino ser objeto de una segunda y de una tercera lectura. Incluidos los suyos. Docena y media, para ser exactos. Olvidados por completo. Totalmente absorbidos por la masa informe de la producción académica, anodina, vanidosa, autorreferente, sin repercusión.
Tampoco está dispuesto a descender en la escala evolutiva, ni por cinco minutos, ni a rozar siquiera los nuevos avances de la insignificancia que, a cada paso, salen en la ciudad.
Ignacio no entiende el afán de las personas por escribir su biografía. ¿Por qué mostrar al gran público, por ejemplo, el pasado vergonzoso? ¿Dónde queda la vida privada, dónde el decoro, dónde la pretendida honestidad? Por otro lado, ¿por qué suponer que la vida de alguien es ejemplar?, para Ignacio, sólo es una concepción católica que los escritores no han superado. ¿No es repugnante tanta vanidad?
El perdón es una falacia. Existe comprender una conducta, unos móviles, existe admitirlos o no.
La lección es que tienen que aprender a desconfiar de los paradigmas, pero la enseñanza más importante, dudar del maestro, es la que pocos aprenden.
Comprobar que no hay nada más peligroso para una mujer casada que el antiguo hogar.
Su madre le enseñó que una dama se distingue de una mujer cualquiera porque es de un solo hombre, y si tiene que dominarlo para que cambie y permanezca a su lado, lo hace. Lo malo es que su madre no alcanzó a enseñarle cómo se domina a un hombre.
Germán Gaviria Álvarez
Olfato de perro
Taller de Edición Rocca
Bogotá
2012
225 páginas
Diario de lectura. Leemos libros, subrayamos libros, comentamos libros.
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viernes, 25 de marzo de 2016
miércoles, 23 de marzo de 2016
El enigma de la luz, un viaje en el arte, de Cees Nooteboom
15 textos escritos entre 1984 y 2007 componen El enigma de la luz, un breve libro en el que el holandés Cees Nootebom, autor de esa deliciosa fábula que es En las montañas de Holanda, reflexiona sobre las impresiones que le dejan las obras pictóricas de artistas clásicos y contemporáneos.
Salvo el primer texto, que plantea un diálogo entre dos personajes de un cuadro de Max Neumann, los demás ensayos son reflexiones en las que el autor entrega sin erudición ni interés academicista, datos del pintor, el contexto geográfico e histórico en el que se realizó la obra, así como la impresión que a él como espectador le causa. Por eso los textos, más que reseñas pictóricas, son crónicas de viaje hacia museos, palacios y otros sitios en los que reposan grandes obras de la pintura de artistas tan variados como Tiépolo, Rembrand, DaVinci, Piero della Francesca, Giorgio de Chirico, Verrmeer y Hopper, entre otros.
Nooteboom pone a dialogar a los personajes de los cuadros, pero así mismo establece vínculos entre la obra y quien la observa. Por ejemplo, al contemplar "La lección de música interrumpida" de Vermeer, Nooteboom advierte: "esas dos personas del cuadro son compatriotas". En otro aparte uno de los protagonistas de un cuadro señala "estamos aquí para quedarnos", y esa pregunta sobre la permanencia inmutable de la obra en contraste con la variedad de ojos que pueden reinterpretarla con el paso del tiempo es constante. En otro capítulo, mirando a los ojos un autorretrato de Rembrandt, deduce que el autor entrega su mirada a "esos extraños que tardarán aún siglos en nacer".
Nooteboom llama la atención sobre el contraste entre el placer que implica contemplar una obra maestra con la desazón que le produce acudir a museos atestados de colegiales ruidosos o de turistas que se desplazan en masa, robándose el silencio y la quietud que exige el acto contemplativo: "El ciudadano que hoy en día desee ver algo en un museo no tiene más remedio que acorazarse contra sus prójimos armado de un odio brutal e intentar aislarse valiéndose de sus últimas reservas de concentración. De lo contrario, también él sufrirá las consecuencias de esa difusión del conocimiento: es decir, un menor conocimiento".
La edición de DeBolsillo acompaña los 15 textos con imágenes a blanco y negro de algunos de los cuadros que comenta Nooteboom. Ese ejercicio de cotejar la palabra con la imagen me recordó durante todas las páginas al escritor Antonio Caballero, por una doble razón: en primer lugar, porque su libro Paisaje con figuras, crónicas de arte y literatura, es un ejercicio periodístico que guarda relación con lo que Nooteboom realiza en este volumen. Y en segundo lugar porque su sección "Mil palabras por una imagen" en Revista Arcadia, consiste básicamente en lo mismo que hace el holandés: tomar una imagen, y observarla con un detenimiento que, sumado a la curiosidad y el conocimiento ilustrado, arroja como resultado un texto que permite develar detalles que están a la vista pero que nos son esquivos.
Algunas frases
"Sumido en el incómodo vacío que me embarga al regreso de un viaje, deambulo por Ámsterdam con mi alma a unos pasos de mí mismo".
"No soy sino un amante de la observación. Y eso es estupendo, pues la escasez de conocimientos desata la imaginación y permite ver las cosas más peregrinas".
"la bella cadencia de los textos escritos en italiano. Éstos me recuerdan un menú, no puedo remediarlo".
"Alimentar ciertos sentimientos de angustia puede resultar placentero".
"No puedo evitarlo, empiezo a ver a los cuadros como personas".
"Observar, escuchar leer. Eso siempre funciona".
"cumpliendo así la misteriosa ley que ordena que a su muerte el artista se transforme en su obra".
Cees Nooteboom
El enigma de la luz, Un viaje en el arte
Editorial De Bolsillo
Barcelona
2007
142 páginas
Salvo el primer texto, que plantea un diálogo entre dos personajes de un cuadro de Max Neumann, los demás ensayos son reflexiones en las que el autor entrega sin erudición ni interés academicista, datos del pintor, el contexto geográfico e histórico en el que se realizó la obra, así como la impresión que a él como espectador le causa. Por eso los textos, más que reseñas pictóricas, son crónicas de viaje hacia museos, palacios y otros sitios en los que reposan grandes obras de la pintura de artistas tan variados como Tiépolo, Rembrand, DaVinci, Piero della Francesca, Giorgio de Chirico, Verrmeer y Hopper, entre otros.
Nooteboom pone a dialogar a los personajes de los cuadros, pero así mismo establece vínculos entre la obra y quien la observa. Por ejemplo, al contemplar "La lección de música interrumpida" de Vermeer, Nooteboom advierte: "esas dos personas del cuadro son compatriotas". En otro aparte uno de los protagonistas de un cuadro señala "estamos aquí para quedarnos", y esa pregunta sobre la permanencia inmutable de la obra en contraste con la variedad de ojos que pueden reinterpretarla con el paso del tiempo es constante. En otro capítulo, mirando a los ojos un autorretrato de Rembrandt, deduce que el autor entrega su mirada a "esos extraños que tardarán aún siglos en nacer".
Nooteboom llama la atención sobre el contraste entre el placer que implica contemplar una obra maestra con la desazón que le produce acudir a museos atestados de colegiales ruidosos o de turistas que se desplazan en masa, robándose el silencio y la quietud que exige el acto contemplativo: "El ciudadano que hoy en día desee ver algo en un museo no tiene más remedio que acorazarse contra sus prójimos armado de un odio brutal e intentar aislarse valiéndose de sus últimas reservas de concentración. De lo contrario, también él sufrirá las consecuencias de esa difusión del conocimiento: es decir, un menor conocimiento".
La edición de DeBolsillo acompaña los 15 textos con imágenes a blanco y negro de algunos de los cuadros que comenta Nooteboom. Ese ejercicio de cotejar la palabra con la imagen me recordó durante todas las páginas al escritor Antonio Caballero, por una doble razón: en primer lugar, porque su libro Paisaje con figuras, crónicas de arte y literatura, es un ejercicio periodístico que guarda relación con lo que Nooteboom realiza en este volumen. Y en segundo lugar porque su sección "Mil palabras por una imagen" en Revista Arcadia, consiste básicamente en lo mismo que hace el holandés: tomar una imagen, y observarla con un detenimiento que, sumado a la curiosidad y el conocimiento ilustrado, arroja como resultado un texto que permite develar detalles que están a la vista pero que nos son esquivos.
Algunas frases
"Sumido en el incómodo vacío que me embarga al regreso de un viaje, deambulo por Ámsterdam con mi alma a unos pasos de mí mismo".
"No soy sino un amante de la observación. Y eso es estupendo, pues la escasez de conocimientos desata la imaginación y permite ver las cosas más peregrinas".
"la bella cadencia de los textos escritos en italiano. Éstos me recuerdan un menú, no puedo remediarlo".
"Alimentar ciertos sentimientos de angustia puede resultar placentero".
"No puedo evitarlo, empiezo a ver a los cuadros como personas".
"Observar, escuchar leer. Eso siempre funciona".
"cumpliendo así la misteriosa ley que ordena que a su muerte el artista se transforme en su obra".
Cees Nooteboom
El enigma de la luz, Un viaje en el arte
Editorial De Bolsillo
Barcelona
2007
142 páginas
domingo, 13 de marzo de 2016
Mi padre y otros accidentes, de Paola Guevara
Mi padre y otros accidentes fue presentada recientemente como una "novela de no ficción", categoría en la que caben desde A Sangre fría de Truman Capote, hasta El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince o Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnett.
Y escojo esos dos últimos títulos colombianos a propósito, porque me llama la atención la necesidad de narrar sin ficción y con apego a la realidad los hechos más íntimos y dolorosos que ocurren al interior de las familias. Es posible imaginar e inventar lo que ocurre dentro de los hogares ajenos, pero hacer ficción con la materia prima de nuestra vida y la relación con los parientes más cercanos resulta difícil. O innecesario: Ya lo dijo Tolstoi en la primera línea de Ana Karenina: "Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada".
La desgracia que narra Paola Guevara, es común a miles de personas: Creció sin saber quién era su papá. Sus abuelos maternos la acogieron como hija, se hicieron cargo de ella, le dieron su apellido, y su mamá la trataba como una hermana menor. Sin embargo en su vida siempre estuvo el anhelo de construir una relación con su papá. La madre, el personaje más interesante del libro, le dice que su papá es un señor que se fue a España y jamás volvió, hasta que un día, cuando Paola ya tiene 30 años, está casada y tiene un hijo, recibe en su trabajo un mensaje de texto en el que su mamá le anuncia que la va a llamar Fernando Lince, su verdadero papá. La relación que nace y crece entre los dos constituye el resto del libro.
Alma, la mamá de Paola, es un personaje apenas marginal. Sin embargo digo me parece interesante porque en una sociedad que ha idealizado la maternidad, encontrar una madre arpía es un bombón literario, aunque como ser humano pueda ser una pesadilla. Una mamá que no quiere que le digan así, que no quiere besar a sus hijos ni ejercer como tal tiene que tener motivaciones que pueden ir desde el embarazo juvenil hasta el desequilibrio mental, o ambas. Sin embargo, esta veta poco se explora en el libro, por razones que quizás pueden ser extraliterarias: La hija no quiere a su mamá y por lo tanto no quiere escribir sobre ella.
"un abrazo que sentí sincero, por esa tara mamífera que nos conduce a interpretar cada acercamiento físico de la madre como afecto, incluso si ella es una depredadora natural".
"elegante hasta para bajar mangas verdes de los árboles".
"parsimoniosas como notas blancas extraviadas en un mundo de corcheas".
"Algunas felicidades llegan tan tarde que se parecen demasiado a la tristeza".
"en un pueblo donde las únicas ambiciones posibles eran ser policía, profesor, cura o guerrillero".
"El matoneo no nació ayer".
"ese tipo de hombres severos que provienen de un entorno machista que los llenó de privilegios y al mismo tiempo los privó de demostraciones de afecto; esos cuya forma inconsciente de exigir amor es inspirar terror".
"no le bastaba con dejar a un hombre, había que desmantelarlo también".
"Jamás subestimes la inteligencia de un mentiroso. Para mentir, y para lograr que otros crean la mentira, es necesario desplegar todo tipo de recursos interesantísimos".
"¿Qué es la ficción sino el refugio de aquellos a quienes no les basta con la realidad y deben inventar nuevos mundos?"
"Quien dijo que el amor es una palabra, no comprendió el poder liberador de ciertos silencios".
"cuando uno cree que ha encontrado la veta petrificada de su propio carácter, cuando uno ha decidido liberar una erupción de ira incandescente que lo destruya todo a su paso, viene el amor y nos arrebata el guión de las manos".
"Yo soy el muro que va detrás de ti. En la vida, tú vas al frente y yo voy detrás. Si tienes miedo o sientes que te derrumbas, solo tienes que extender tu mano y ese muro firme que encuentras allí, ese soy yo".
"Se cree que el olvido es un defecto a remediar, una enfermedad a vencer, una deficiencia química o neurológica que necesita ser corregida, cuando en realidad el olvido es una estrategia adaptativa bastante sofisticada que permite seguir viviendo con cierta solvencia espiritual, a pesar de todo. En cambio la buena memoria, la excesiva memoria, ser quien recuerda lo que otros se alegran de haber olvidado; ser quien lleva el terco registro de las atmósferas, de los aromas, de los reflejos, de la textura y la luz sobre los objetos; ser quien guarda el récord de los encuentros, de las palabras y las intenciones tras esas palabras; de las miradas con su carga de significados y aún de las reacciones primarias que no alcanzan a convertirse en lenguaje, más que un don es un lastre. Porque hay mucha soledad en la memoria que solo reposa en nosotros y que en los demás es olvido. Ser el único que recuerda es ser, también, el único que ha tendido un lazo".
Paola Guevara
Mi padre y otros accidentes
Editorial Planeta
Bogotá
2016
180 páginas
Y escojo esos dos últimos títulos colombianos a propósito, porque me llama la atención la necesidad de narrar sin ficción y con apego a la realidad los hechos más íntimos y dolorosos que ocurren al interior de las familias. Es posible imaginar e inventar lo que ocurre dentro de los hogares ajenos, pero hacer ficción con la materia prima de nuestra vida y la relación con los parientes más cercanos resulta difícil. O innecesario: Ya lo dijo Tolstoi en la primera línea de Ana Karenina: "Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada".
La desgracia que narra Paola Guevara, es común a miles de personas: Creció sin saber quién era su papá. Sus abuelos maternos la acogieron como hija, se hicieron cargo de ella, le dieron su apellido, y su mamá la trataba como una hermana menor. Sin embargo en su vida siempre estuvo el anhelo de construir una relación con su papá. La madre, el personaje más interesante del libro, le dice que su papá es un señor que se fue a España y jamás volvió, hasta que un día, cuando Paola ya tiene 30 años, está casada y tiene un hijo, recibe en su trabajo un mensaje de texto en el que su mamá le anuncia que la va a llamar Fernando Lince, su verdadero papá. La relación que nace y crece entre los dos constituye el resto del libro.
Alma, la mamá de Paola, es un personaje apenas marginal. Sin embargo digo me parece interesante porque en una sociedad que ha idealizado la maternidad, encontrar una madre arpía es un bombón literario, aunque como ser humano pueda ser una pesadilla. Una mamá que no quiere que le digan así, que no quiere besar a sus hijos ni ejercer como tal tiene que tener motivaciones que pueden ir desde el embarazo juvenil hasta el desequilibrio mental, o ambas. Sin embargo, esta veta poco se explora en el libro, por razones que quizás pueden ser extraliterarias: La hija no quiere a su mamá y por lo tanto no quiere escribir sobre ella.
El relato es un drama que se cuenta sin humor. Es una tragedia cotidiana, íntima, clara, que se lee de una sola sentada porque la prosa obliga a avanzar. Una historia frenética que se centra entonces en Paola y Fernando: Las carencias de ella y las aventuras de él, un piloto sobreviviente de un accidente aéreo. Se trata no sólo de un elogio al padre sino además de una reivindicación de la figura paterna. El libro es sobre todo un grito para señalar que no es cierto que los hijos puedan crecer tranquilos cuando los papás no están cerca.
El texto ocurre en Cali aunque dudo que los lectores que estamos poco familiarizados con la ciudad logremos construir una imagen mental del espacio literario. Varios de los personajes, como el esposo, las tías y otros, aparecen también tan fantasmagóricos como la ciudad. El énfasis está en lo que Paola piensa, dice, hace, teme. Si se trata de ponerle apellidos, sería no sólo una novela de no ficción sino además una novela psicológica: su mente es el principal espacio en el que ocurre la historia, que termina siendo predecible y con final feliz, algo sin duda muy grato para la vida personal de la autora.
Se agradece en todo caso que no lo hayan rotulado como "literatura femenina". No sé bien en qué consiste esa etiqueta pero este libro no lo es. Que lo haya escrito una mujer puede ser un accidente, como el que le da título. El verdadero héroe de la historia es el padre, al que en la puerta de su vejez le cae del cielo una hija insospechada. Y la acoge.
Les dejo algunas frases del libro:
"Los de la familia eran secretos matrioska, unos contenidos dentro de otros más grandes, ad infinitum. Es posible que este fuera el único entretenimiento de seres cuya existencia transcurría de puertas para adentro y sin grandes sobresaltos"."un abrazo que sentí sincero, por esa tara mamífera que nos conduce a interpretar cada acercamiento físico de la madre como afecto, incluso si ella es una depredadora natural".
"elegante hasta para bajar mangas verdes de los árboles".
"parsimoniosas como notas blancas extraviadas en un mundo de corcheas".
"Algunas felicidades llegan tan tarde que se parecen demasiado a la tristeza".
"en un pueblo donde las únicas ambiciones posibles eran ser policía, profesor, cura o guerrillero".
"El matoneo no nació ayer".
"ese tipo de hombres severos que provienen de un entorno machista que los llenó de privilegios y al mismo tiempo los privó de demostraciones de afecto; esos cuya forma inconsciente de exigir amor es inspirar terror".
"no le bastaba con dejar a un hombre, había que desmantelarlo también".
"Jamás subestimes la inteligencia de un mentiroso. Para mentir, y para lograr que otros crean la mentira, es necesario desplegar todo tipo de recursos interesantísimos".
"¿Qué es la ficción sino el refugio de aquellos a quienes no les basta con la realidad y deben inventar nuevos mundos?"
"Quien dijo que el amor es una palabra, no comprendió el poder liberador de ciertos silencios".
"cuando uno cree que ha encontrado la veta petrificada de su propio carácter, cuando uno ha decidido liberar una erupción de ira incandescente que lo destruya todo a su paso, viene el amor y nos arrebata el guión de las manos".
"Yo soy el muro que va detrás de ti. En la vida, tú vas al frente y yo voy detrás. Si tienes miedo o sientes que te derrumbas, solo tienes que extender tu mano y ese muro firme que encuentras allí, ese soy yo".
"Se cree que el olvido es un defecto a remediar, una enfermedad a vencer, una deficiencia química o neurológica que necesita ser corregida, cuando en realidad el olvido es una estrategia adaptativa bastante sofisticada que permite seguir viviendo con cierta solvencia espiritual, a pesar de todo. En cambio la buena memoria, la excesiva memoria, ser quien recuerda lo que otros se alegran de haber olvidado; ser quien lleva el terco registro de las atmósferas, de los aromas, de los reflejos, de la textura y la luz sobre los objetos; ser quien guarda el récord de los encuentros, de las palabras y las intenciones tras esas palabras; de las miradas con su carga de significados y aún de las reacciones primarias que no alcanzan a convertirse en lenguaje, más que un don es un lastre. Porque hay mucha soledad en la memoria que solo reposa en nosotros y que en los demás es olvido. Ser el único que recuerda es ser, también, el único que ha tendido un lazo".
Paola Guevara
Mi padre y otros accidentes
Editorial Planeta
Bogotá
2016
180 páginas