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lunes, 23 de septiembre de 2013

Seda, de Alessandro Baricco

Cuando este Club Secreto de Lectura era aún más secreto, no teníamos blog y los comentarios de los libros nos los envíabamos por correo. Por eso no encuentro en este blog un comentario que estoy segura que alguno de ustedes escribió sobre Seda, elogiando el libro con tanta insistencia que desde hace años tenía curiosidad de leerlo.

A Seda se le llegó su hora (quedó chuliado, como dice otro de ustedes) y los que aún no lo han leído están en mora de hacerlo. Es una obrita maestra de la sutileza, el misterio, de la economía de palabras... y además es una hermosa historia de amor, de viajes y aventura.

Para todos los que escribimos cosas (crónicas, reportajes, entrevistas, cuentos, novelas), a veces es complicado describir en pocas palabras muchas acciones. Pues bien: Baricco es un maestro en eso. Seda tiene 125 páginas. En la página 20 ya sabemos el protagonista con quién vive, qué hace, a qué se dedica, qué hacen los de su pueblo, en qué época estamos, y además el señor ya atravesó Europa para luego embarcarse en el Pacífico y llegar hasta Japón.

Se puede decir que Seda recibe su nombre porque el protagonista comercia con gusanos de seda... pero más allá de eso, está la delicadeza del lenguaje, y así como quien se viste con seda parece desnudo, acá las palabras están puestas con tal sutileza que ni se notan. Todo el relato flota en un halo de misterio.

Las frases:
Los productores de seda de Lavilledieu eran, quien más quien menos, gente de bien, y nunca habrían pensado en infringir ninguna de las leyes de su país. La hipótesis de hacerlo en la otra punta del mundo, sin embargo, les pareció razonablemente sensata.

le trajo de regalo una túnica de seda que ella, por pudor, nunca se puso. Si se sostenía entre los dedos, era como coger la nada.

Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto.

Todo el pueblo vivía para aquel hombre y casi no había gesto, en aquellas colinas, que no fuera hecho en su defensa y para su placer. La vida discurría en voz baja, se movía con una lentitud astuta, como un animal acorralado en su madriguera. El mundo parecía estar a siglos de distancia. 

Tenía los labios entrecerrados, parecían la prehistoria de una sonrisa.

Es siempre difícil resistir la tentación de volver. 

-¿Tú sabes por qué Jean Berbeck dejó de hablar? -le preguntó.
-Es una de las muchas cosas que no dijo nunca.

Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca. 


Alessandro Baricco
Seda
1996
Editorial Anagrama
125 páginas

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