Hace ya más de un año Carlos Julián había reseñado en este blog "Abraham entre bandidos" y había empezado diciendo que "hay algo de bello en toda esta sencillez". Creo que "sencillez" es la palabra que mejor describe la literatura de Tomás González, una escritura limpia, depurada, sin malabares ni trampas ni pretensiones rocambolescas, que habla siempre de gente común, de historias cotidianas, en medio de una naturaleza muy bien descrita y unas voces personales muy bien definidas.
Leí que esta historia tiene dos orígenes: por un lado, el secuestro de Abraham se parece al del suegro de Tomás González, que en la época de la violencia fue "raptado" durante cinco días por el bandolero Chispas para conversar y tomar aguardiente, porque era una persona muy agradable. Por otro lado, González leyó una historia en el Miami Herald sobre una señora octogenaria y su hijo, 20 años menor, con síndrome de down, y de ahí surgen los personajes de Susana, la esposa de Abraham, y Vicente, su hijo.
La historia está contada en dos tiempos, en capítulos intercalados: Por un lado está el secuestro de Abraham y su amigo Saúl, y las penurias que padecen en medio de la incertidumbre, largas caminatas, hambre y frío. Por otro lado está el relato de Susana, 40 años después, recordando no sólo los días del secuestro sino la vida familiar con sus 9 hijos, sus nietos, su vecina y un entorno muy paisa, muy clase media colombiana, muy "común y corriente".
Es una novela sobre una familia. También sobre La Violencia y las otras violencias porque en este libro, más que en otros, el autor suelta algunas frases políticas. Pero me parece que además de todo eso, es una novela sobre la amistad de Abraham y Saúl, una historia que se cuenta como se construyen las amistades duraderas entre los hombres: con muy escasas palabras y mucho tiempo en común.
No es claro en que ciudad vive Susana ni en que zona ocurre el secuestro, pero el recorrido de Abraham y Saúl puede ser por Santuario, Risaralda, donde quedaba la finca de los abuelos del autor, o por Sevilla Valle, donde vivía la familia de su esposa. Los secuestrados en todo caso recorren cafetales, zonas templadas y bosques de niebla, en una geografía similar a la del Eje Cafetero.
En éste como en otros libros de González, aparecen sus temas recurrentes: la familia, la finca, la clase media urbana colombiana, el paisaje, el lenguaje coloquial y, sobre todo, el sentido del humor, que acá se agradece porque en una historia dura y con tanta sangre el lector se sorprende con risas que parecen fuera de lugar.
Por último, un guiño para los lectores de toda la obra de González: algunos de los personajes que aparecen acá en un segundo o tercer plano, como Cesar el médico forense, reaparecen en algunos de los cuentos de El lejano amor de los extraños.
Las frases:
"como si se acabaran de tomar la finca y se dispusieran tal vez a asesinarlos o algo peor"
"debía pasar el día en una oficina desabrida (sin matas, donde según ella, la secretaria dejaba herbir el café y los empleados salpicaban la taza del inodoro).
"nadie camina con tanta maña a esa hora a no ser que se lo proponga; y nadie se propone caminar a la perfección a las tres de la mañana a no ser que esté borracho".
"A ella nunca le han gustado las mujeres demasiado sufridas y abnegadas, porque la verdad es que muchas se esclavizan solas".
"para enfrentarse con el horror, que nos deja indefensos como niños recién nacidos".
"A ríos más o menos grandes había ido, dijo, pero nunca al mar".
"la gente volvía a hacerse ilusiones y a pensar que ahora sí llegaría la paz. Uno se engaña. Algún día se acabarán, claro, porque nadie se acostumbra a que anden matando así a la gente (ni siquiera los que matan), pero vea usted en lo que estamos todavía...".
"A todos de vez en cuando nos llegan melancolías grandes, porque vivir es difícil".
Abraham entre bandidos
Tomás González
212 páginas
Alfaguara
2010
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