La serpiente sin ojos es el último libro de una trilogía escrita para contar las aventuras de los primeros europeos por el Río Amazonas, y de manera particular la historia de Pedro de Ursúa, español que guerreó en varios territorios de la actual Colombia y luego organizó una expedición que partió desde Perú para conquistar el Río Amazonas que 20 años atrás había descubierto Francisco de Orellana.
La primera parte de este libro, cuando el autor nos presenta a Inés de Atienza y luego ésta conoce a Ursúa, sí puede ser una historia de amor, adobada por el fragor de la Conquista (en mayúscula). Pero la segunda parte, cuando ya comienza la expedición por el Amazonas, es más una historia de poder y traición, con el contrapunto que pone el personaje de Lope de Aguirre, inmortalizado por Klaus Kinski en la película "Aguirre la ira de Dios" de Werner Herzog.
Esta última parte tiene un tono lóbrego, trágico, que en algo recuerda El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Un viaje a través de un río, con una selva espesa, unos seres humanos cada vez más desquiciados y unas orillas plagadas de misterios y peligros.
Quien ha leído los otros dos libros de la trilogía encontrará en éste la misma prosa generosa para describir la selva a partir de enumeraciones. Sin embargo puede extrañar en La serpiente sin ojos las aventuras del País de la Canela, quizás el más vertiginoso de los tres relatos. En cambio, este libro trae un regalo para los lectores: Ospina, que también es poeta, separa cada capítulo con un poema relacionado con la atmósfera de la historia, pero que se defiende de manera independiente.
Las frases:
"También a lo imprevisto se acostumbran los cuerpos".
"Tarde o temprano lo que somos se muestra".
"No somos dueños de nuestro destino: una vida que no ha encontrado sus respuestas está sujeta a las tentaciones y a los desafíos".
"Ahora sé que todo rechazo vehemente es en secreto un vínculo".
"Un solo viaje por el río basta para envenenar una vida".
"Mientras dura el poder, los poderosos padecen la ilusión de ser invencibles e inmortales, y logran contagiar esa fantasía, pero en estas tierras nuevas el tiempo lo muele todo más aprisa".
"No ve el mismo mundo quien va a solas que quien se siente acompañado".
"Los amantes de la comodidad no son buenos aventureros ni saben resolver los problemas graves de la lucha con el mundo: mejor andar con diablos fuertes que con príncipes delicados".
"A las Indias llegaban cuatro clases de hombres: había enfermos, había locos, había monstruos y había demonios".
"pensando en el común de los soldados españoles, que sabían de salvajismo pero también de moderación, que eran capaces de destruir un mundo pero seguían respetando centenarios códigos de honor".
"En verdad no hay historia memorable que no haya costado mucho dolor humano, pero también es cierto que el dolor es lluvia constante en este mundo, y no siempre deja historias dignas de ser contadas".
"Como ocurre con toda muerte que nos hiere el alma, sentí que se había acabado el mundo".
William Ospina
La sepriente sin ojos
Editorial Mondadori
Bogotá
2012
318 páginas
2012
318 páginas