Hace unos meses reseñé "¡Vuelvan Caras, Carajo!", sobre el lancero Juan José Rondón, y "Tanta sangre vista", sobre las guerras civiles del Siglo XIX. "La bala vendida", el último libro de Rafael Baena, publicado a finales del año pasado, narra la historia de los cuatro hermanos Orduz Azuero: Marcial, Débora, Vicente y Micaela, durante la Guerra de los Mil Días, y lo que ésta le deja a cada uno de ellos: locura, viudez, derrota y humillación, respectivamente.
Se trata, como las otras dos obras mencionadas, de un libro de guerras y guerrillas en el que aparecen personajes de la historia colombiana como el general Uribe Uribe, y batallas reales como la de Peralonso, pero los hechos se narran a partir de los cuatro hermanos que van y vuelven de su hacienda Saia, al sur de Bucaramanga.
La novedad de este libro frente a los anteriores es que acá las protagonistas son las mujeres, encargadas en la guerra de servir de espías, de atender hospitales y de garantizar que la hacienda y la familia sigan funcionando con normalidad para cuando regresen los esposos y los hijos del campo de batalla.
De los tres libros de Rafael Baena sobre las guerras del Siglo XIX me quedo con ¡Vuelvan Caras, Carajo! por su tono de epopeya. En "La bala vendida" quizás algunos personajes se desdibujan con el paso de las páginas o simplemente desaparecen, o dan giros en sus vidas un poco inverosímiles. Aunque no "agarra" al lector como las otras, tiene el valor de narrar épocas poco contadas en nuestra literatura y de ambientar un paisaje inexistente en la actualidad.
Acá van las frases:
"Lo mejor era no contar con los hombres, concluyeron ambas en un mudo diálogo de miradas que ratificaba la atávica certeza femenina según la cual ciertos comportamientos masculinos no tienen remedio. Así era y había sido siempre, desde el inicio de los tiempos, y no había poder humano que modificara tal cosa".
"dándole la espalda a la realidad de un país que sé consideraba aletargado por la falsedad y la mentira, desprovisto de orgullo nacional, persuadido por el curato para permanecer arrodillado frente a una clase gobernante y corrupta contra la cual habría que levantarse, aunque si mal no recuerdo ya nos levantamos mil veces y ya los malparidos nos dieron por el culo otras tantas, al son de los responsos de su banda militar, maldita sea".
"La búsqueda de cambios en la sociedad, aunque sonara católico y apostólico, debía ser un asunto de cada cual, de individuos, no una empresa colectiva; entre otras cosas porque bastaba examinar un poco la historia para saber que la mayoría de las veces las dictaduras eran hijas de las revoluciones".
"conocía a las terratenientes de su tipo: ricas de nacimiento, no conocían las privaciones ni frustraciones, esperaban que todos sus deseos se cumplieran en el término de la distancia y, en general, asumían que la razón de existir del resto de los mortales era someterse a su voluntad, quizá porque en las memorias de sus familias estaba arraigada la conciencia de haber poseído esclavos. Ya no usaban látigos, pero los habían reemplazado por lenguas afiladas y mordaces".
"un cadáver es un adversario dado de baja, pero un herido grave necesita al menos de dos camaradas para poder salir de la zona de batalla, con lo cual una buena herida representaba tres bajas. Pequeños trucos de guerra".
"y lo odió por eso, por malagradecido, por ser tan hombre, tan masculinamente capaz de estar presente, y sin embargo, no representar ninguna compañía".
"tendría que irse con su corruptela para el infierno, si es que el diablo era lo suficientemente estúpido como para abrirles el portón y arriesgarse a que le robaran todos sus calderos".
Rafael Baena
La bala vendida
Editorial Alfaguara
Bogotá
2011
278 páginas
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