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domingo, 12 de junio de 2011

El Enfermo de Abisinia, de Orlando Mejía Rivera

El enfermo de Abisina es una novela muy corta del médico Orlando Mejía Rivera (el mismo de La Casa Rosada y Recordando a Bosé), escrita básicamente para proponer una nueva hipótesis con relación a la muerte del poeta francés Arthur Rimbaud, quien según la historia oficial murió de sífilis.

El libro está compuesto por 4 monólogos, a manera de cartas o textos: Los artículos del crítico Edmond Lepelletier, transcritos casi tal cual como se publicaron en París, en los que destroza la obra de Rimbaud; una carta (inventada) de Rimbaud, otra (inventada) de su amigo Paul Verlaine y otra de un médico que no existió, Nikos Sotiro, quien supuestamente atendió a Rimbaud cuando abandonó Francia, y la poesía, y se radicó en Abisinia durante más de una década, dedicado al comercio de armas y café. Esto significa que Mejía Rivera escribe en esta novela "a la manera de" Rimbaud y de Verlaine, lo cual no es cualquier cosa...

El libro me gustó, como casi todo lo de Orlando Mejía Rivera.

Acá van las frases:

La obra de un autor no basta para el análisis literario. Es necesario que el crítico penetre, al igual que un investigador policial, en las minucias y en lo oculto de la vida del autor, sin dejar nada afuera, divulgándolo todo, porque un escritor, o alguien que crea serlo, ha perdido su derecho a la vida privada.

Los adictos a la abscenta tienen alteraciones en la percepción de los sentidos. Por ejemplo, saborean formas, huelen colores, palpan notas musicales, ven colores en las palabras.

Si esta es la poesía del futuro entonces el futuro será una sociedad que mató la auténtica poesía.

Te dije que toda destrucción era necesaria, que vivir era renunciar a todo lo que amábamos o necesitábamos. Te lo dice alguien que lo único que ha sabido hacer en su vida es destruirlo todo.

Soy un selenita que despioja la abundante cabellera de Dios.

Entre el desierto y los negros de África descubrí lo que soy: una sombra errabunda que busca la nada.

Lacerar la carne, vaciar el corazón, envenenar el espíritu. Habitar la soledad, el hastío, el asco, el aburrimiento. Exprimirme como un absceso.

Los dormidos necesitan pensar que los despiertos somos sus pesadillas.

Es cierto que siempre me he quejado, pero para mí quejarse es otra manera de cantar.

Soy sólo un viajero, un peatón, un vagabundo que ha caminado por el mundo como un extranjero proveniente de otros universos.

Comprar la tinta con la que escribiré hasta mi muerte los poemas de un artista que tuvo la mala fortuna de nacer en un siglo de banqueros sin alma y de generales enfermos de poder.

Aquí en estos desiertos africanos estamos todos acostumbrados a la dureza de la vida y no tenemos tiempo para lloriquear como ustedes los poetas de ciudad, tan delicados como señoritas o cachorros de gatas de Angora.

Cuando un ser humano va a morir su alma de niño vuelve a imponerse en los últimos meses de vida del adulto y de ahí el deseo de caminar por los parajes de la infancia, de recuperar los sabores de las primeras comidas, los olores que arrullaron al bebé que fuimos y olvidamos, las caras de los seres amados en una edad en que no se conocían las palabras pero sí el sentimiento del amor.

No dejes de leer el Corán, pero recuerda que el infierno, el verdadero infierno, está construido con palabras.


El Enfermo de Abisinia
Orlando Mejía Rivera
Editorial Bruguera, 2007
Barcelona
120 páginas

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