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sábado, 26 de octubre de 2024

Darién, de Federico Ríos Escobar

Una noche de lunes el querido Juan Sebastián Bar está atestado de gente. Hay muchas personas de pie que ni siquiera alcanzan un rincón de la barra para poder ubicar allí su vaso. Otros ni siquiera pueden entrar. Al fondo hay una improvisada tarima con una mesa. El fotógrafo y editor de Raya, Santiago Escobar-Jaramillo conversa con la estrella de la jornada: Federico Ríos Escobar, quien hace más de dos décadas empezó su vida laboral como mesero en este bar de Manizales y ahora es fotógrafo del New York Times y finalista en el premio Pulitzer. Es 21 de octubre de 2024 y Federico elige Juan Sebastián Bar como la primera de muchas paradas que hará para presentar su fotolibro Darién. Está en casa, con los amigos, y los amigos no caben en el recinto, que se queda pequeño para el tamaño de su obra.

En 2021 Federico Ríos publicó Verde un fotolibro que recoge su trabajo de muchos años registrando imágenes de la intimidad de las Farc. En su momento buscó editoriales que una a una lo fueron rechazando porque publicar un libro en donde los guerrilleros se ven como seres humanos y no como monstruos podría generarles ruido. Se alió entonces con su amigo, socio y editor Santiago Escobar-Jaramillo y publicó su obra. La preventa se hizo por Vaki y cuando resultó la plata necesaria imprimieron Verde. Fue un éxito inmediato y le siguieron varias reimpresiones. Federico comprobó que sí tiene un público ávido de sus fotos y por eso para publicar Darién utilizó la misma fórmula: alianza con Raya Editorial y preventa por Vaki. Estar por fuera de los canales comerciales de distribución es también un mensaje.

Del Darién aprendimos en el colegio que es la frontera entre Colombia y Panamá y que es un tapón de selva tan espeso que por eso la carretera Panamericana no recorre de Norte a Suramérica sin interrupciones. Allí se corta. Eso fue lo que supimos del Darién durante décadas, hasta que hace pocos años Federico Ríos empezó a contar otra historia sobre este territorio: la de miles de migrantes, sobre todo venezolanos, pero también afganos, chinos, haitianos y de diversas nacionalidades, que se someten a una travesía extenuante, peligrosa y costosa con tal de llegar a Centroamérica para continuar hacia Estados Unidos y lograr el sueño americano. El recorrido se cuenta en tres líneas, pero puede tardar un año, acabar con el exiguo capital de una familia y en muchas ocasiones que nadie cuantifica cobra la vida de los migrantes, o la tranquilidad, porque las agresiones sexuales en el lado panameño son constantes y masivas.

En la presentación de Darién Federico y Santiago contaron que tenían más de 33.000 fotografías para elegir, tomadas a lo largo de 11 años. El reto consistió en seleccionar 200 que contaran una historia clara. El libro trae un prólogo de Julie Turkewitz, la periodista del New York Times que ha acompañado a Federico en diversos recorridos por esta frontera, y a continuación vienen las imágenes, que a veces se complementan con pequeños textos en los que el autor ofrece contexto y, sobre todo, cuenta quiénes son los migrantes.

Darién documenta una enorme tragedia humanitaria de la que se habla poco. Los ricos migran en avión pero los que poco tienen deben hacerlo a pie durante meses, bajo lluvias o soles inclmentes, caminando entre la arena, el lodo, los ríos, y extorsionados por toda clase de personas que encuentran en la urgencia de los migrantes un negocio lucrativo. Darién es un libro profundamente político sin necesidad de enlistar presidentes o partidos: le enrostra al lector en primer plano cómo es que tantos sobreviven a guerras, dictaduras o decisiones políticas excluyentes. Se trata de imágenes impactantes, fuertes, que comunican una profunda empatía. Hay respeto por la dignidad de las personas fotografiadas y por eso es tan potente el mensaje de las últimas nueve fotos del libro: imágenes que los migrantes le envían por Whatsapp a Federico de sus nuevas vidas, luego del paso por el Darién. Pocos reporteros gráficos conservan con sus fotografiados relaciones cercanas tan perdurables en el tiempo. Eso habla de la calidad profesional del autor, que se sustenta en una visión humanista del periodismo que da esperanza en el oficio.

Darién
Federico Ríos Escobar
Raya Editorial
Manizales, Colombia
Septiembre de 2024
308 páginas

martes, 15 de octubre de 2024

La clase de griego, de Han Kang

Si "La vegetariana" parte de la pregunta ¿qué pasa si una mujer decide dejar de comer? "La clase de griego" parece ser la respuesta a ¿qué pasa si una mujer decide dejar de hablar?. Al igual que en "La vegetariana", en "La clase de griego" la premio Nobel Han Kang habla de sueños, pesadillas, de mujer divorciadas en la conservadora sociedad contemporánea de Corea, en donde el machismo se observa desde la aniquilación de la voz femenina hasta escenas de mujeres que reciben bofetadas. Hay también en los dos libros manchas marrón de sangre seca en la ropa, numerosos personajes sin nombre y 
árboles que se mueven como si fueran humanos o animales. Hay un lenguaje poético y reflexión sobre las honduras de la condición humana. Hay muchos elementos comunes y sin embargo la experiencia lectora es tan distinta que por momentos parecen libros escritos por dos autores diferentes. 

Mientras "La vegetariana" tiene un ritmo trepidante, de vértigo, en La clase de griego se privilegia la lentitud. La autora presenta a un profesor de griego que está a punto de perder la vista y a una estudiante de esta lengua muerta que, por segunda vez en su vida, ha dejado de hablar. El encuentro entre un hombre que pronto verá en sueños y una mujer a la que él no puede oír y tampoco podrá ver provoca una necesidad de aguzar otros sentidos. 

En esta novela Han Kang habla menciona el racismo que sufren los coreanos en Alemania, pero no se trata de una novela de denuncia. Hay dos cuerpos que transitan por Seúl en profunda soledad y la desconexión sensorial es la metáfora de sociedades en las que hay poco contacto. La obra también es una oda a la literatura, desde Borges hasta Platón: una reflexión sobre el sistema de pensamiento que se pierde cuando se muere una lengua, sobre las distintas dimesiones de significado que tienen las palabras a través de los siglos y sobre los lenguajes no convencionales, como la lengua de señas, el braille y otros sitemas. 

"La clase de griego" es una obra para paladear, para detenerse con lentitud en cada página, en los párrafos que son poemas, en las frases que evidencian por qué este premio Nobel estuvo bien asignado.


Algunos subrayados

sentía vergüenza de las oraciones que se desprendían de su lengua y de sus dedos como blancos hilos de telaraña (p. 15).

El lenguaje, que la aprisionaba y la hería como una prenda hecha con miles de alfileres, desapareció de un día para otro. Podía oirlo, pero su silencio como una gruesa y compacta capa de aire se interponía entre el caracol de sus oídos y el cerebro (p. 15). 

Una vez que alcanza su cota máxima, la lengua cambia hacia formas más sencillas, descendiendo en una curva suave y gradual. En cierto modo se trata de un deterioro, de su decadencia, pero desde otro punto de vista, supone un avance. Las lenguas europeas de hoy en día son el resultado de un largo proceso de evolución que las hizo menos estrictas, menos elaboradas y menos complicadas (p. 29). 

La gente cree que cuando dejas de ver bien empiezas a oír mejor, pero eso no es cierto. Lo que percibes, sobre todo, es el paso del tiempo (p. 38). 

Aunque cada tanto ocurra algo que valga la pena recordar, se borra sin dejar rastro alguno, sepultado bajo la mole gigantesca y opaca del tiempo (p. 39). 

descubrí que estar enamorado era como estar poseído (p. 44).

yo no habría necesitado tu voz tras quedarme ciego, pues, al mismo tiempo que el mundo visible se alejase de mí como la bajamar, nuestro silencio se había ido perfeccionando a la par (p. 47).

Simplemente no le gustaba acaparar espacio. Todo el mundo ocupa un espacio físico proporcional al volumen de su cuerpo, pero la voz se propaga a una distancia aún mayor. Y ella no deseaba amplificar de ese modo su persona (p. 50).

Para ella no existía una forma de relacionarse más inmediata y directa que la mirada, pues era la única forma de establecer contacto sin tocarse (p. 54). 

A veces no se siente como una persona, sino más bien como una sustancia, una materia sólida o líquida en movimiento. Cuando come arroz caliente, se siente arroz; cuando se lava la cara con agua fría, se siente agua (p. 58).

últimamente todo lo que escribo se convierte enseguida en algo apagado y sin vida (p. 72).

A veces me quedo pensando
en lo extraño que es formar parte de una familia,
en lo extrañamente triste que es eso (p. 78).

Cuando algún día escriba un libro, me gustaría que también tuviera una edición en braille, para que alguien lo leyera pasando sus dedos por cada letra y cada línea hasta el final. Eso sería como... una auténtica conexión, como tocar de verdad a esa persona (p. 107).

Que cuando le devolvamos al mundo material la vida, lo más frágil, blando y triste que poseemos, no recibiremos ninguna compensación. Que cuando llegue ese día, no podré recordar todas las experiencias que habré acumulado hasta entonces en términos de belleza (p. 117).

Tomé conciencia de que el cuerpo humano es triste, de que está lleno de zonas cóncavas, suaves y vulnerables, como brazos, axilas, pecho y entrepierna; de que es un cuerpo nacido para abrazar y desear el abrazo de alguien (p. 120).

Con el tiempo... sólo veré en sueños (p. 148).

Me aterra no poder enmendar las palabras una vez pronunciadas, que esas palabras sepan mucho más de lo que yo sé (p. 155).



La clase de griego
Han Kang
Traducción de Sunme Yoon
Penguin Random House
Bogotá
Septiembre de 2023 (publicado originalmente en coreano en 2011)
176 páginas

lunes, 14 de octubre de 2024

La vegetariana, de Han Kang

Yi Sang (1910-1937) fue un poeta coreano que vivió en la época en la que su país fue ocupado por Japón. Murió a los 27 años (la mítica edad de la muerte de Janis Joplin, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y Amy Winehouse, entre otros artistas) y es posible que su nombre hubiese sido olvidado si la premio nobel de literatura 2024, Han Kang (1970), no hubiese leído su verso 
"Creo que los humanos deberían ser plantas".

Con esa idea Han Kang escribió en el año 2000 el relato "Los frutos de mi mujer", la historia de una mujer que se convierte en planta, su marido la siembra en un matero y la mata se seca luego de dar unos frutos. "Los frutos de mi mujer" fue el primer fruto de Han Kang a partir de la semilla sembrada por Yi Sang, pero el verso siguió germinando hasta terminar en "La vegetariana" una novela de 2007 que sigue trabajando la idea de una mujer-planta, aunque sin la fantasía de su primer relato.

Yeonghye es una mujer ordinaria, corriente, ni fea ni bonita, cuya mayor rareza consiste en que a veces prefiere no usar brasier. Eso cuenta sobre ella su marido, quien con extrañeza observa cómo, de manera súbita, Yeonghye decide dejar de comer carne. La primera parte de la novela está narrada desde el punto de vista del marido, quien observa a una mujer que se convierte en una extraña para él. Su dictamen es que perdió la razón.

La segunda parte de la novela ocurre casi dos años después y la cuenta el cuñado, un artista visual casado con Inhye, la hermana mayor de Yeonghye. Él le propone a su cuñada posar para un video arte que imagina, en donde el cuerpo desnudo es un lienzo en el que él pinta flores de colores. Las imágenes y el potente erotismo de esta segunda parte constituyen uno de los momentos más sublimes de la novela, y uno de los pasajes eróticos más destacados de la literatura contemporánea, en donde, además, la autora cuestiona esa línea difusa entre arte erótico y pornografía.

La última parte la narra Inhye, con Yeonghye internada en un hospital mental. Yeonghye ya no quiere comer: no solo rechaza la carne sino cualquier tipo de alimento. Sólo necesita agua y sol, como las plantas.

Han Kang logra con maestría crear todo un simbolismo alrededor de la falta de autonomía de las mujeres, de su borrado cultural (la voz de Yeonghye apenas aparece brevemente en el relato) y del rechazo o la repulsión que provoca lo humano. Es también un útil retrato para conocer algunas marcas culturales coreanas: la familia de Yeonghye se disculpa con su marido por el cambio súbito de ella (como si el marido hubiese hecho una especie de "favor" al casarse, o la familia de la novia estuviera en deuda) y hay dos escenas de violación cometidas por esposos en contra sus esposas. 
 
La vegetariana es un relato crudo, duro, impactante, en el que la reflexión sobre la autonomía humana y la posibilidad de romper normas sociales está en el centro.

Algunos subrayados
Cuando alguien cambia de un modo an tajante, no hay más remedio que seguirle la corriente (p. 21).

A veces pensaba que no era tan malo convivir con una mujer rara. Vivíamos como si fuéramos desconocidos o, mejor dicho, como si ella fuera mi hermana o la empleada doméstica que hacía la comida y limpiaba la casa (p. 34). 

sentía que detestaba con todas mis fuerzas a mi mujer (p. 45). 

si no comes carne, te devorará el resto del mundo (p. 49).

son gritos, alaridos apretujados, que se han atascado allí. Es por la carne. He comido demasiada carne. Todas esas vidas se han encallado en ese sitio. No me cabe la menor duda. La sangre y la carne fueron digeridas y diseminadas por todos los rincones del cuerpo y los residuos fueron excretados, pero las vidas se obstinan en obstruirme el plexo solar (p. 49).

se podía sentir en ella la fuerza de un árbol silvestre y sin podar (p. 62).

y en los momentos en que se encontraba en casa se le veía incómodo como un viajero alojado en un hotel de paso (p. 122)-

existía un abismo entre sus apasionados trabajos y su vida cotidiana, en la que se veía como un pez encerrado en una pecera, hasta tal punto que no parecía ser la misma persona en uno y otro ámbito (p. 123).

Tu propio cuerpo es lo único a lo único a lo que puedes hacer daño. Es lo único con lo que puedes hacer lo que quieras. Pero ni eso te dejan hacer (p. 162)
 
La vegetariana
Han Kang
Traducción de Sunme Yoon
Editorial Penguin Random House
Bogotá
2024 (primera edición en coreano: 2007)
168 páginas


sábado, 12 de octubre de 2024

El silencio del violonchelo, de Vera Grabe

Hace al menos 30 años leí "Vida mía" un libro de Silvia Gálvis que recoge testimonios de mujeres colombianas reconocidas que tuvieron que afrontar distintas dificultades, y recuerdo aún la crudeza de lo que Vera Grabe le contó a la periodista, o quizás mejor, de lo que la periodista logró sacarle: detalles de las torturas que sufrió a manos de militares, cuando la capturaron por su militancia guerrillera en el M-19, y la difícil vida de la clandestinidad y la muerte de sus compañeros.

"El silencio del violonchelo" no llega a ese nivel de intimidad y emotividad. Es un ensayo escrito en primera persona en el que Vera Grabe reflexiona sobre las circunstancias particulares que implica la lucha armada para una mujer: la dificultad de decidir sobre la maternidad, la sexualidad en los campamentos, el secretismo con la familia, como medida de protección, y la necesidad de vivir las relaciones y los afectos en un eterno y radical presente, porque el futuro es incierto.

Vera Grabe tiene la posibilidad de contar detalles de la vida cotidiana en la tropa que han sido poco narrados en nuestra literatura y que ella conoció de primera mano. Sin embargo, quizás por sus años en la clandestinidad y su disciplina en el secretistmo, todo se narra con hondura y honestidad, pero con distancia. Sin infidencias, sin confesiones emotivas, con contención emocional, aunque no con frialdad. Usa el plural de la primera persona para evitar referencias personales que fueron colectivas pero que apelan directamente a su vida, como por ejemplo el sentimiento de deuda por los hijos que no pudieron criar. 

Después de la desmovilización del M-19 en 1990 varios de sus militantes fueron asesinados y otros lograron participación en la vida política de Colombia, por la vía electoral. Ese compromiso público exige costos o renuncias personales. "El silencio del violonchelo" habla sobre esos intereses personales que fueron aplazados o silenciados ante las necesidades de la vida guerrillera.
 
Algunos subrayados
Y aún hoy, la política como ejercicio dista mucho de humanizarse, en el sentido de que opone vida a compromiso público: sigue siendo una actividad absorbente (p. 9).

Después de muchos años es fácil caer en lecturas moralizantes, juzgar el ayer según parámetros actuales. El reto es cómo contar la historia incorporando los aprendizajes actuales, pero comprendiendo el ayer (p. 10).

"Usted no ha perdido el vicio de la clandestinidad". ¿Qué quería decir con eso? Más que la introversión como un rasgo de mi personalidad, se refería a la inmensa dificultad que me costaba haclar de mí como persona, expresar lo que sentía y quería, contar cosas de mi vida (p. 15).

La paz es también recuperar proyectos individuales (p. 16). 

ir a la cárcel significó para mi padre la recuperación de su hija; y para mí recuperar al padre como confidente, porque por fin, sin el obstáculo del secreto, pudimos recuperar el diálogo perdido por años (p. 20).

Una compañera dijo una vez que para ella era fácil amar a cualquier compañero, porque la afinidad los convertía en seres muy cercanos y amables, es decir, aptos para ser amados (p. 22). 

Los secretos amorosos eran tal vez los únicos que compartíamos entre mujeres, porque las cosas que nos pasan en la vida, lo que nos conmueve y ocupa, realmente sólo existe cuando lo podemos socializar, así, en secreto, con destinos afines (p. 23). 

en una vida que se vivía en tiempo presente, las exigencias de fidelidad eterna estaban suspendidas (p. 25).

En ese mundo de milicia no se hablaba de lo que se sentía, de cómo se sentía cada cual. Eran colectivos que tenían que probar que eran fuertes. Pero en el juego de los desafíos y del afianzamiento del colectivo, la mayoría de hombres y mujeres se hacían sus propias preguntas, y tenían sus propias dudas, su propia soledad (p. 29). 

el afecto genera incondicionalidad, pero al mismo tiempo implica un sentido de responsabilidad, de poner límites a la guerra (p. 35). 

aunque no estaba escrito, se suponía que los mandos femeninos debían pedir permiso para tener hijos (p. 39). 

(sobre los hijos) lo único que a estas alturas sé es que desprenderse también puede ser un acto de amor (p. 42).

muchos de quienes tuvimos hijos e hijas en medio de la guerra sentimos que tenemos una deuda con ellos. Tuvimos encuentros furtivos, a nuestro modo estuvimos presentes en su vida, pero no en su cotidianidad. Y ese es un tiempo que no se recupera. Vivir momentos no es lo mismo que vivir procesos cotidianos (p. 43). 

El silencio del violonchelo
Vera Grabe
Fondo de Cultura Económica, colección Vientos del Pueblo
Bogotá
Octubre de 2023
47 páginas

martes, 8 de octubre de 2024

Las ballenas son más sutiles, de María Antonia León

Ocho cuentos protagonizados por mujeres componen este volumen con el que María Antonia León ganó en 2023 el Premio Nacional de Libro de Cuentos Inédito Escrito por Mujeres, del Ministerio de Cultura.

Al referirse a este libro, María Antonia León me dijo en una entrevista que la característica común que une a los ocho cuentos del libro es el hundimiento: montañas que se hunden, cuerpos que se hunden en el agua, barcos hundidos, vidas que naufragan. No hay en estos relatos de mujeres distintas, de edades diversas y vidas disímiles, espacio para la alegría ligera o la carcajada feliz. Incluso en las conversaciones aparentemente amables entre dos amigas en una piscina, hay siempre un halo sombrío que hace temer el futuro. Es como si la atmósfera jovial sólo pudiera leerse como el presagio de lo gris y lo lúgubre.

El volumen trae ocho cuentos: "Las ballenas son más sutiles"; "La Cuchilla del Salado", "Te matas o me mato", "La base del mundo", "A Betty se le zafa un tornillo", "Una muerte pariendo una vida", "La calle más dolorosa de Bogotá" y "Luna de semen". Se trata de ocho relatos en los que se abordan la amistad entre mujeres, la maternidad, la violencia intrafamiliar, el sexo y el deseo, la muerte y la enfermedad. Los cuentos transitan entre Manizales y sus alrededores, Bogotá, Aruba, México y otras geografías. Distintos espacios para ambientar la desazón que atraviesa a las mujeres en sus relaciones afectivas.

Algunos subrayados
 
La Cuchilla del Salado quedaba en un valle pequeño al que se llegaba por la vía Manizales-La Cabaña-Tres Puertas. Se podría decir que la vereda estaba ubicada por debajo de la ciudad; escondida entre los paños del paisaje (p. 28).

A veces fantaseaba con la idea de convertirse en una yegua: así tendría más posibilidades de huir (p. 32). 

El tío, al igual que el caballo, era viejo y flaco, como muerto de antemano (p. 33). 

Los baños de hombres o los de mujeres. ¿Cuál de los dos es más puerco? Los dos nos parecían igual de sucios; en eso sí había igualdad de género (p. 42). 

La palabra es la verdadera violencia que ejercemos las mujeres (p. 46). 


Las ballenas son más sutiles
María Antonia León
Fondo de Cultura Económica
Bogotá
Agosto de 2024 
97 páginas

domingo, 6 de octubre de 2024

La cuadra, de Gilmer Mesa

El narrador de La cuadra vive en el barrio Aranjuez de Medellín. Su papá maneja un camión desvencijado, su mamá trabaja, su hermano menor estudia y el mayor también, pero además hace trabajitos para los pillos de la esquina. 

En la cuadra pasa todo. La vida ocurre en la calle: la de los chicos que quieren ser más grandes, y la de los grandes que conversan afuera. Hay solidaridad y rebusque, pero también hay miedo porque el combo de Los Riscos impone su ley. 

La cuadra es la primera novela de Gilmer Mesa. La obra está dividida en nueve capítulos y en cada uno desarrolla la historia de algún personaje de la cuadra, aunque desde el comienzo se entreteje que la historia avanza hacia el despeñadero: hacia la muerte que quiebra en dos a una familia, aunque la cuadra siga siendo la misma.

Resulta interesante observar el rol de las mujeres en una obra tan masculina y cargada de tanta violencia: hay mujeres víctimas de homicidio y de violencia sexual, hay prostitutas y hay madres que sufren por sus hijos. Se describe en detalle "El revolión", una violación masiva de hombres armados a mujeres adolescentes, una práctica que similar a la que ocurre en El Salvador con las maras, y que ha descrito el medio El Faro. Pero La Cuadra presenta tamb a mujeres vengadoras, mujeres que salen adelante sin el apoyo de familiares o de parejas y esta multiplicidad permite vislumbrar los matices complejos de una sociedad en la que ellos, los hombres, cargan con la obligación de disparar, porque demostrar que son muy machos es una imposición social. 


Algunos subrayados
Para quienes nacimos en un barrio popular de una ciudad como esta, el respeto es más necesario para sobrevivir que el aire (p. 14).

cuando uno nace, crece y se reproduce viendo a sus similares morir todos jóvenes, sus expectativas de vida no superan los veinte años, y entonces cuando la única vida posible y vivible es la adolescencia, ahí es donde se tiene que ser alguien, no hay tiempo de espera (p. 15).

Al ingresar la pareja, el hombre, con alguna excusa, se devolvía y entreabría la puerta para que pasados treinta segundos entraran los compinches armados y obligaran a la mujer a tener sexo con todos y cada uno, a veces por turnos, pero la mayor parte del tiempo al unísono y por los diferentes orificios de su cuerpo (p. 40).

Las mujeres sometidas a estas vejaciones tenían que guardar silencio (p. 40).

Esa rabia impúdica y resentida que los feos suelen sentir frente a la belleza (p. 42). 

era tan solo miedo, el mismo que cargábamos todos para enfrentarnos a lo desconocido que era el mundo femenino: no dejan de ser paradójicas las formas que tiene el miedo de instalarse en los hombres, nunca apareció para detetener la mano del matón de policías pero emergía imponente y total a la hora de encarar a una mujer (p. 44). 

Los seres humanos no somos uno solamente, inmutable y parejo, somos antes que nada plurales, con una pluralidad dicotómica y contradictoria que nos hace levantarnos angélicos virtuosos y acostarnos demoniacos porque en ambos estados mantenemos la misma mueva (p. 62).

nuestros ídolos de niñez nunca fueron superhéroes de historietas ni futbolistas famosos, nosotros queríamos ser bandidos como los que veíamos a diario en la esquina (p. 98). 

En esos barrios pobres la calle es el sitio en donde se pasa la mayor parte de tiempo en la infancia, a falta de guarderías y jardines infantiles, la calle suplía con ardor la sed de aprendizaje (p. 115). 

El delito ha sido siempre patrocinado más por las gentes que se dicen de bien que por los mismos delincuentes, quienes solo son la cara visible del crimen, pero bajo la superficie se mueven los verdaderos favorecedores de todas las fechorías, los que compran lo robado, los que mandan a matar, los que consumen lo ilegal, ahí está la verdadera cara de la sociedad que inculpa y sataniza al criminal pero lo tolera, disculpa e incluso ampara la infracción (p. 122). 

Lo menos difícil de llegar al poder es acceder a él, lo verdaderamente importante es mantenerlo y la forma más fácil de lograrlo es mantener el bienestar de los súbditos y de los trabajadores (p. 125). 

Las personas suelen creer que el poder y el dinero cambian a la gente, pero eso es falso, lo que hacen el poder y el dinero es que nos desenmascaran, nos ponen en evidencia con nosotros mismos, con nuestras propias miserias (p. 133). 

Más que trabarse lo que uno buscaba con la mariguana en los enrevesados años de adolescencia era aceptación (p. 172). 

La tristeza es un sentimiento que se padece en soledad, que necesita del aislamiento (p. 179). 

Después del entierro la esquina siguió siendo la esquina, con sus crímenes, su agite y sus muertos, pero mi familia y yo ya nunca volvimos a ser los mismos (p. 188). 


La cuadra
Gilmer Mesa
Penguin Random House
Bogotá, 2016
194 páginas