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sábado, 27 de enero de 2024

Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840-1841, de María Martínez de Nisser

El "Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840-1841" es el primer texto que se conoce escrito por una mujer que haga referencia al actual territorio de Caldas.

María Martínez de Nisser nació en Sonsón en 1812. Se casó con Pedro Nisser, médico sueco radicado en el sur de Antioquia, y estando en ese municipio los tomó la "Guerra de los Supremos" o "Guerra de los Conventos", el primer conflicto interno que se desató en Colombia luego de la independencia de España. La guerra tuvo lugar entre 1839 y 1841 y su origen fue religioso: el gobierno ordenó suprmir conventos y templos con menos de 8 religiosos para subastarlos y usar el dinero para escuelas públicas. La decisión generó descontento que fue aprovechado por líderes de distintas provincias que veían con prevención las decisiones que se tomaban desde Bogotá. Esos líderes provinciales, conocidos como Los supremos, estaban liderados por figuras como el general Obando, en el sur, o el recién fallecido general Santander, y se oponían al presidente Alcántara Herrán. En Antioquia la insurrección de los Supremos la lideró Salvador Córdova, hermano del prócer.

Este es el contexto histórico en el que María Martínez de Nisser escribe su diario, y conviene comprenderlo porque ella no lo explica en su texto: lo da por entendido porque le habla a sus contemporáneos. Se trata de un diario que comienza con la retórica del desprecio, tan común hasta mediados del siglo XX, de acuerdo con la cual las mujeres escritoras se excusan por atreverse a escribir y por la calidad de sus letras, que consideran menor. 

El diario comienza el 11 de octubre de 1840 en Sonsón. María Martínez informa cómo avanza "la facción" de Córdova por distintos cantones de Antioquia y cómo se preparan algunos ciudadanos defensores del presidente para combatirlos. Los desplazamientos a caballo, la falta de armas, lasdetenciones de hombres del pueblo y la zozobra por posibles enfrentamientos y capuras son los sucesos que aparecen en esta parte del diario, rico en nombres propios y detalles de la sociedad de la época en Sonsón. 

A mediados de abril de 1841, cuando ya ha avanzado un 65% del diario, el texto da un giro: Pedro Nisser es capturado y María decide enrolarse en la tropa que enfrenta a los sublevados. Dice que se cortó el pelo, se cosió un traje de hombre y se presentó ante la tropa con su padre y sus hermanos. A partir de ahí el diario narra el viaje a caballo por Sonsón, Abejorral, Aguadas, Pácora y Salamina, en donde se libra una batalla que le da la victoria al grupo de María Martínez de Nisser, quien regresa a Sonsón y luego a La Ceja, Marinilla y Medellín, en donde es recibida como heroina. 

El diario aporta pocos datos personales sobre María Martínez de Nisser, pero es evidente que se trata de una mujer muy ativa políticamente y, además, con conocimientos de historia y literatura. En su texto evoca la fecha en la que se cumplen los 20 años de la muerte de Napoleón, recuerda a Bolívar y, al final, cierra su diario en francés. 

El diario resulta interesante por la cantidad de detalles y datos que aporta sobre el contexto político y social en el que se dio la colonización antioqueña. María Martínez combatió junto a Elías González y Marcelino Palacios, figuras claves en la fundación de Manizales, y además estuvo bajo las órdenes de Braulio Henao y su hermano Félix Henao, reconocidos conservadores en varias guerras civiles. 

Cabe recordar que parala época que narra el diario (1840-1841) aún no existen los partidos liberal y conservador y tampoco ha sido fundada Manizales.

Algunos subrayados
Pocas provincias como Pasto, que ha sido y será el pasto para la insubordinación en todos tiempos (p. 22).

son personas insignificantes los que se han agregado al partido de los rebeldes; sin embargo, para hacer mal todos sirven (p. 28).

Sin duda, no hay más remedio que el terror, para contener los males en que se halla ya sumergida mi pobre patria… (p. 30).

Aunque nada versada en cosas de política por lo poco que he leído, y por lo que estoy viendo, conozco que siempre es mejor un gobierno legítimamente establecido, aunque tenga sus faltas, que la rebelión, la facción, o llámese guerra civil, cuyos males son tantos, tan enormes y de tan funestas consecuencias, que siempre son el rompimiento del pacto social, de ese pacto formado por la voluntad del pueblo legalmente representado (p, 37).

las mentiras son tantas, que nada se puede creer (p. 37).

—¡Que largo se vuelve el tiempo cuando esperamos la definición de un problema que nos es de sumo interés...! (p. 45).  

La libertad, este bien inestimable de la naturaleza y de la sociedad, es una prerrogativa que se debe recobrar a cualesquiera precio que sea, sin omitir sacrificio alguno (p. 64).

que no; porque allí ¿de qué utilidad puedo ser para mi patria o para mi esposo? Mañana me presentaré a Braulio, le pediré una lanza; marcharé en compañía de mis dos hermanos y demás patriotas de este pueblo, y contribuiré de este modo a la libertad de mi suelo (p. 67). 

me dijo: “me parece una acción demasiado heroica, pero peligrosa”. Yo sólo quiero saber si perjudicará a mi honor, le interrumpí, porque esto sólo será capaz de contenerme; a lo que me contestó: deshonroso no es, sino al contrario, una acción virtuosa; pero Ud. debe hacer lo que su padre diga (p. 68). 

me ofendía en creer que por ser mujer no era capaz de ser firme en mis resoluciones, y que me creía con suficiente valor, para arrostrar los peligros y soportar las fatigas del mismo modo que los demás: no teman por mí, que seré un ejemplo de resignación… (p. 75). 

Salamina, este pueblo patriota y raro, donde no hay un solo individuo que no aborrezca la facción, ha manifestado su regocijo, con nuestra llegada (p. 79).  

Vi el campo lleno de muertos y heridos; y al oír los clamores, ayes y lamentos, me horroricé y llené de pena contemplando esta dolorosa escena, y tanto más me sentía conmovida, cuando reflexionaba que todo esto se debía unos pocos ambiciosos (p. 92). 

Diario de los sucesos en la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840-1841
María Martínez de Nisser
Editorial Eafit
Medellín, 2012
106 páginas


martes, 23 de enero de 2024

Manual de hipocondria, de Octavio Escobar Giraldo

En 1997 Octavio Escobar Giraldo publicó siete poemas en "La manzana oxidada", un volumen colectivo en el que también aparecieron poemas de Alberto Verón y Flobert Zapata. En los años siguientes Escobar Giraldo se concentró en publicar cuentos y novelas y la poesía desapareció de su producción editorial durante casi dos décadas, hasta que en 2016 sorprendió con un premio por "Historias clínicas", un volumen de 33 poemas firmados por él, de verso muy libre, ambientados en hospitales, con imágenes potentes que perduran en el lector.

La experiencia con "Historias clínicas" al parecer le quedó gustando porque tan solo cinco años después volvió a ganar otro premio lírico: el Premio Internacional de Poesía Las Palmas de Gran Canaria en su edición número 24, por el volumen "Manual de hipocondria", que continúa esa veta iniciada en "Historias clínicas", en la que el autor reflexiona sobre el cuerpo, la vejez, la enfermedad y la muerte en poemas cortos (algunos cortísimos) que se construyen a partir de personajes concretos.

Manual de hipocondria presenta 31 poemas. Los títulos son números: Uno, Dos, Tres, hasta llegar al último. En los versos hay humor, ironía, cierta actitud de no tomarse muy en serio su rol de poeta y, en cambio, jugar con la escritura y con el lector a partir de las posibilidades que ofrece el lenguaje escueto para plantear situaciones que orbitan alrededor del inevitable deterioro del cuerpo humano. 

VEINTICUATRO

Lo cierto,
lo dolorosamente cierto,
es que estoy vivo
y ese es el verdadero milagro,
el que abrazo pero no entiendo.

El libro fue escrito en medio de la pandemia por Covid-19, donde toda la humanidad de manera súbita se volvió más consciente de la importancia de una bocanada de aire. Alguna vez le escuché a Octavio Escobar decir que como médico-escritor le llamaba la atención que en tantas novelas y cuentos los personajes no se enfermaran, y ni siquiera tosieran: personajes que al parecer habitan cuerpos perfectos y por lo tanto inexistentes. "Manual de hipocondria" es un giro frente a ese planteamiento: un poemario en el que la tos, el cáncer, los tumores, el alzheimer y la muerte tienen presencia cotidiana, y esa corporeidad se reviste de belleza y de cierta ternura, en medio del dolor.

Un valor adicional del libro es la bella edición de la editorial Verso Libre, de Medellín. Pequeñas ilustraciones, el uso de dos tintas y la calidad del papel son detalles que permiten disfrutar de esta obra también como objeto para ojear.


Manual de hipocondria
Octavio Escobar Giraldo
Editorial Verso Libre
Medellín, mayo de 2022
80 páginas

miércoles, 17 de enero de 2024

La Amazonia, de Eliane Brum

Eliane Brum es una premiada periodista brasilera que nació en Ijuí, en el estado Río Grande del Sur, al sur de Brasil. Allí creció, estudió, tuvo a su hija y empezó a trabajar como periodista. Durante muchos años se definió como gaucha, esa cultura que comparte territorio con Argentina, Uruguay y Paraguay y que se enorgullece del dominio del hombre sobre el campo abierto. Cuando tenía 30 años empezó a trabajar en una revista de Sao Paulo. Allí vivió 17 años, se casó, habitó un apartamento de clase media y viajó en labores de reportería a distintas zonas de los Brasiles, como ella los llama, en plural. 

Alguno de esos viajes la llevó a la Amazonia. Viajó, regresó y cada vez sintió con más fuerza la necesidad de hacer algo más que entrevistas y reportería. Sintió que la emergencia climática, la destrucción de la selva, necesitaba un activismo radicales y por eso en 2017 tomó la decisión de dejarlo todo y radicarse en Altamira, una ciudad de 110.000 en plena selva amazónica. Para llegar desde Sao Paulo hay que tomar 3 vuelos y, como si fuera poco, Altamira ostenta el primer lugar en homicidios en Brasil.

"La Amazonia" cuenta todo esto. Es un testimonio en el que Eliane Brum habla en una contundente primera persona, desde las entrañas. Dice que está en un proceso de forestación: de dejar la blanquitud para integrarse a los pueblos-selva, aunque sabe que por su origen es mucho lo que no puede ver ni entender de los pueblos ribereños, indígenas y de los "más que humanes", como denomina a los animales, en una apuesta política desde el lenguaje por abandonar el antropocentrismo.

La Amazonia habla del racismo, de la amenaza política de personajes como Jair Bolsonaro, pero también de la hipocresía de la izquierda política que defiende un desarrollo sostenible que permite exploración petrolera, carreteras e hidroeléctricas en plena selva amazónica. Eliane Brum denuncia el asesinato de líderes ambientales, la manera como desde el poder central se abandona a la selva a su suerte y su suerte son hombres armados que, con la complicidad de poderes locales, deforestan, desplazan y amenazan. A las quemas de árboles y a los parches deforestados se suman otras zonas de "selva carcaza": territorios que desde el aire se ven verdes, pero que abajo han sido talados a intervalos, para sacar maderas valiosas que supuestamente no se pueden explotar.

Y en medio de tanta violencia y tanta tristeza hay también relatos de resistencia. De re-existencia: los liderazgos ambientales femeninos, los feminismos amazónicos, las investigaciones científicas, la presencia de misioneras que defienden los derechos de los indígenas y los ribereños y las formas organizativas comuntarias, en redes horizontales y colaborativas, que permiten la defensa del territorio.

En Colombia, cuando se habla de la Amazonía, la primera referencia que surge es la del Río Amazonas, o la de Leticia, capital del departamento del Amazonas, a orillas de ese río. No obstante, la Amazonia es mucho más que el río. En Colombia la selva amazónica cubre el 23,3% del territorio colombiano, incluido el marino, y el 42,3% de la parte continental. Es decir: casi la mitad de nuestro territorio continental es amazónico, y el Amazonas es apenas un río que nos toca en la punta sur. Este contexto es importante para comprender el concepto de Amazonía que desarrolla Eliane Brum: una enorme selva tropical que se despliega a través de 436 páginas y sólo en una de ellas, de manera tangencial, se menciona el río Amazonas.

Brum hace un esfuerzo por escribir su libro en lenguaje neutro (otres, nosotres, humanes y no humanes, etc.). No obstante, la traducción al español de España (vosotros, os digo, pensad que...) hace que en muchos pasajes el texto se sienta distante de la calidez narrativa con la que evidentemente fue escrito, en donde las reflexiones constantes sobre el lenguaje y el ejercicio de la escritura constituyen un deleite para el lector. 


Algunos subrayados

La Amazonia lo vuelve todo literal. Ya no puedo ser cartesiana, porque el cuerpo es todo y todo lo domina. La persona que entra en la selva por primera vez no sabe qué hacer con las sensaciones que experimenta, con las partes del cuerpo que ignoraba que tenía y que, de repente, nunca la abandonarán (p. 10).

Es fácil ahogarse en la escritura. Lo difícil es no hacerlo (p. 11) 

A la muerte no le gusta morir sola. Va muriendo en cadena. La muerte no sufre de agorafobia, le gusta todo el mundo: los peces, los mosquitos, los árboles, nosotros (p. 12).

La escritura me ancla; las palabras escritas son la fuerza de gravedad que me sujetan al suelo (p. 16). 

Ahora me doy cuenta de que no sé por qué motivo elegí ese camino para contar esta historia. Pero he aprendido a no desperdiciar ninguna oportunidad para perderme (p. 16).

El antropólogo o periodista cree que está observando, pero siempre está siendo observado, y con gran diversión. Somos los conejillos de indias de estos otros pueblos. Esos para quienes nosotros, «los blancos», somos los otros (p. 17).

no hay forma de ser blanco y ser bueno en países donde los negros viven peor y mueren primero. A eso lo llamo «existir violentamente» (p. 19).

La batalla por la Amazonia no es una lucha por el desarrollo sostenible. Éste es el término empleado por quienes creen posible sortear el abismo sin renunciar al sistema capitalista que nos llevó a él. Es un discurso agradable para que, con algunos cambios cosméticos, todo pueda proseguir sin alterar radicalmente la desigualdad estructural entre géneros, razas y especies (p. 51).

debería explicar lo que significa para mí escuchar. En mi opinión es la principal herramienta de un periodista. Antes de acercarme a otra persona, procuro vaciarme de mí, de mi visión del mundo, de mis creencias, de mis prejuicios. Este vaciado no es completo, por supuesto, porque es imposible abandonar totalmente un cuerpo cultural. Pero es un movimiento fundamental. Es lo que permite que el relato de otre ocupe mi cuerpo como relato de otre, y no el relato de otre distorsionado por lo que mis creencias o prejuicios no me permiten oír. En caso contrario, no puedo alcanzar esa otra experiencia de existir (p. 62)

La lógica de la destrucción no distingue entre los cuerpos a destruir, selva o mujer. Es un elemento estructural del sistema que conforma el mundo. Más que cambiar el sistema, hay que derrocarlo, porque la violencia no es un dato más, sino la misma estructura que sostiene todo el edificio (p. 64).

En una entrevista que le hice a Eduardo Viveiros de Castro, una de las voces más originales de la antropología contemporánea, me dijo: «Los indios son especialistas en el fin del mundo, ya que su mundo acabó en el año 1500.» (p. 74).

La escritura es mucho de mucho. Y también es un arma para oprimir, subyugar, esclavizar y destruir a todos los que narran la vida oralmente, a través del cuerpo del río, de los árboles, de las piedras, de los mapas hechos de otra materia (p. 90).

El fracaso es condición de quien escribe. La vida siempre escapa. La vida desborda, la vida es más grande (p. 95). 

Hacer memoria y evitar que se olvide es una de las misiones más nobles del periodismo que merece ese nombre (p. 143).

Incluso al leer sobre ella, la Amazonia tan sólo podía captarse como una experiencia de los sentidos (p. 195). 

Las reuniones del consejo de redacción estaban salpicadas de jerga corporativa en inglés, lo que hacía que me sintiera analfabeta hasta que comprendí que la lengua inglesa era obviamente un instrumento de poder que indicaba la clase de uno. (P. 196). 

una ciudad moderna es, por definición, una ruina de la naturaleza (p. 216).

renunciar a la esperanza, una postura impopular que a menudo se malinterpreta y que siempre me causa problemas. No, no tengo ninguna esperanza. Y no, no soy infeliz ni feliz. Tampoco soy pesimista ni optimista. Estas polarizaciones me importan poco (p. 244) la esperanza ha sustituido cada vez más a la felicidad como mercancía (p. 245).

sabemos que el peor colonizador es el que no sabe que lo es (p. 273).

No creo en el sacrificio. Creo en la elección de perder para estar con los demás. Pero nunca a través del sacrificio, esa fábrica de santos que mastica carne para escupir estatuas por el otro extremo. Creo en los poetas, no en los mártires.  (p. 280).

Establecerse en algún lugar es crear un mapa afectivo (p. 286).

aunque el suicidio sigue siendo un tabú en tiempos de «paz», se convierte en una traición a la especie en un momento en que tantos luchan por seguir vivos. Pero los suicidios ocurren. Y no son raros (p. 291).

Un buen antropólogo vive con un pueblo indígena durante años, décadas, no para entenderlo, sino para traicionarlo menos en lo poco que entiende. Lo mismo ocurre con los periodistas como yo. Lo único que conseguimos es narrar otra experiencia, después de que haya recorrido nuestro cuerpo, siempre después de que haya recorrido nuestro cuerpo (p. 313).

el lenguaje es un campo donde se libran continuamente las batallas realmente importantes (p. 315)

la humanidad es un club exclusivo restringido a la minoría dominante (p. 352). 

Es importante repetir, una vez más, que en el pasado nunca hubo paz. Sabemos que el pasado estuvo plagado de conflictos, sometimientos, supresiones y exterminios. Déspotas electos como Trump y Bolsonaro «han limpiado» el pasado de sus conflictos y muertes y lo han empaquetado para ofrecérselo a una población asustada por un mundo cambiante (p. 379). 

Imaginar resultó ser una acción más difícil de lo que parecía al principio. Descubrimos hasta qué punto ha sido aprisionada, cuadriculada y formateada nuestra imaginación. Decir qué mundo se quiere realmente, con propuestas claras, es mucho más complicado de lo que parece para personas que han sido domesticadas para obedecer o, en el mejor de los casos, para vivir sólo reaccionando a los ataques (...) De hecho, no es casualidad que los neofascistas ataquen tanto al arte. El arte promueve la imaginación y siempre es lo primero que intentan suprimir los Gobiernos y gobernantes autoritarios (p. 385).


La Amazonia. Viaje al centro del mundo.
Eliane Brum
Traducción: Mercedes Vaquero Granados
Penguin Random House
Bogotá
Enero de 2024 (primera edición en portugués: "Banzeiro òkòtó. Uma viagem à Amazônia Centro do Mundo", 2021)
432 páginas

miércoles, 10 de enero de 2024

La era de la ansiedad, de Roberto Palacio

Al comienzo de "La era de la ansiedad" su autor, el filósofo bogotano Roberto Palacio, advierte que el libro "está escrito de tal manera que cualquiera lo pueda entender. El que quiera pensar los tiempos en que vivimos quizá pueda encontrar algo de valor acá. Será una decepción, eso sí, para quien en él busque filosofía académica. O citas apa" (p. 19). La anotación se justifica por la bien ganada fama de los libros sobre filosofía: ladrillos pesados e inintelegibles que ahuyentan al lector no iniciado. 

Palacio se define a sí mismo como un "divulgador filosófico, ensayista y escritor" y en "La era de la ansiedad" desarrolla bien esos roles. Se trata de un ensayo de divulgación que aborda distintos conceptos que se sienten cercanos a la vida contemporánea y explica sus aristas a partir de las ideas de distintos autores que Palacio ha leído previamente y desglosa para el lector. 

El libro está compuesto por una introducción y 9 capítulos que, desde los títulos, dan cuenta del contenido de la obra: Identidad, El amor, La virtualidad, Cultura Woke, Argumentación, El conocimiento, La educación, La felicidad y Filosofía. Al final de cada capítulo Palacio presenta la bibliografía sugerida para ampliar el tema, con un comentario sobre cada obra (4 ó 5 libros por capítulo) lo cual hace que cada capítulo/ensayo se lea como una provocación para seguir ahondando en las elucubraciones que despierta. Los autores citados van desde Sartre y Camus hasta Martha Nussbaum, Bertrand Russell y Byung Chul Han, pasando por Montaigne, Socrates y Pascal, entre otros.

Palacio se muestra bastante crítico de la cultura woke, llama la atención sobre la vacuidad contemporánea que, desprovista de utopías, vacía la vida real para trasladarla al plano virtual, en donde tiene igual peso el que domina un libro de Dostoievsky y el que come 100 perros calientes en media hora. Señala que hay una confusión entre información y conocimiento y que en los tiempos actuales cotizan a la baja actividades como argumentar y pensar, lo cual se relaciona con una educación diseñada por competencias que buscan enseñar un oficio pero no enseñan a vivir/sentir ni a resolver situaciones complejas. En cambio, atiborran de actividades todos los espacios de la vida, para evitar el aburrimiento, con lo necesarios que son esos tiempos de ocio para poder pensar y crear.

Me hizo falta como lectora un capítulo de conclusiones o de cierre, una bibliografía unificada y quizás algún ensayo que abordara asuntos de filosofía política. La falta de debate de ideas políticas en el mundo contemporáneo se aborda en algunos capítulos y de hecho hay varias alusiones a Donald Trump, pero quizás faltó un ensayo dedicado de manera exclusiva a este tema. O quizás, como escribe el autor, esta carencia que encuentro revela un deseo personal: busco que el autor se interese en lo que me interesa a mí. 


Algunos subrayados

Dice el filósofo francés Michel Onfray que todos nacemos filósofos, pero solo unos tienen la suerte de seguirlo siendo cuando adultos (p. 14).

justamente esto es la ansiedad, el continuo palpitar del mundo dentro de nosotros cuando ya el vértigo y el peligro han cesado. Es la condición sin causa (p. 15).

la noción de “indignación” es central a la cultura contemporánea. (p. 18).

lo que más quisiéramos es ser alguien que no somos (p. 23).

detrás de los deseos de dejarse atrás por completo, se asomaba el odio difundido y masivo que está en todas partes: en las redes, en el trabajo, silencioso en las relaciones más cercanas. Odiamos lo que fuimos y no podemos modificar (p. 28)

Nuestra vida comienza a asemejarse a un programa de televisión que no tiene mucho sentido si no sale al aire (p. 30). 

No se trata ya de quién eres, sino de quién pareces ser. Ese eres realmente (p. 34).

¿Por qué nos parece prepotente la voz propia? El ejercicio de la voz, el ser deliberante, outspoken, se sienten como atrevimientos que pueden revelar nuestro secreto narcisismo y, en últimas, nuestras vulnerabilidades (p. 37).

Lo que más quiero del otro, entonces, es que me narre quién soy, cómo me ve; ¿cómo me veo en ti; cómo me ves?, ¿quién diablos soy yo para ti? La respuesta a esta pregunta es una que nunca me podrá dar el amante (p. 49).

Este es un conflicto característico del amor, volvámoslo a enunciar: quiero al otro capturado, al tiempo lo quiero libre. Lo que menos quiero es el compromiso jurado; nadie quiere oír decir al amante, recuerda Sartre, algo así como: ¡te amo porque me he comprometido a ello y no quiero desdecirme en mi palabra! (p. 52). 

El amor es tiempo: necesitamos tiempo para llegar a amar al otro, y, en otro sentido, si no se ama, no se dedica tiempo al otro (p. 55).

Hoy tenemos mascotas para vivir a través de ellas lo que quisiéramos ser pero no podemos: criaturas con tiempo infinito (p. 56)

No nos extrañará que muchas cosas en el mundo en el que vivimos no sean lo que parecen: la pornografía no es sexo, la política no es debate sobre las formas de gobierno. Ambas cosas, como diría Byung-Chul Han, son “representación”. Yo las llamo “coreografía”. La pornografía es coreografía, un cuidadoso y meticuloso estudio del ángulo que capta el acto sexual de una forma única; es interrupción constante y corrección exasperante, algo como la fotografía profesional de comida. La política también lo es. ¿No se pasa Kim Jong-un gran parte del día intentando pararse en el lugar preciso para que las ceremonias políticas se vean intachables? ¿No hay ejércitos de personas arreglando fotos para que no se vea en ellas nada inadecuado —tumultos pequeños, gente parada en lugares equivocados, los que no lloran en el funeral del líder? Es por ello que Slavoj Žižek dice que pornografía y política son dos caras de la misma moneda. Somos una realidad puesta en escena (p. 76).

Mientras el espacio público se vuelve íntimo, a quién ha de extrañar que el espacio institucional se vuelva uno de emociones. El periodista Niall Ferguson alguna vez afirmó que vivimos en una “emocracia”. Considérese el rol de las instituciones públicas; las sostiene en su lugar el deseo (P. 98).

El hablar de “narrativas” implica una independencia peligrosa de los hechos y de cualquier realidad objetiva (p. 104).

En el siglo xix teníamos la urbanidad de Carreño; hoy tenemos la corrección política (p. 107).

En mi país, la mermelada emocional se presenta como buenas maneras; no importa el abuso, si se despide a alguien o si se le insulta, siempre y cuando las palabras empleadas sean lo suficientemente floridas. Incluso, cuando se escuchan las grabaciones de los secuestradores que llaman a los familiares de los plagiados no es raro que el criminal, luego de la sarta de amenazas, termine diciendo algo como … y disculpe. Colombia es un país en el que puede ser más grave pasar sin saludar que disparar. Es común que cuando alguien es atracado, otros pregunten si el atracador fue amable. Es por ello que, al decir de Bertrand Russell, las buenas maneras son las formas de relación de los pueblos más barbáricos (p. 111).

La voz del que disiente se ha convertido en una especie de canto irresistible de las sirenas que toca silenciar, ¡porque es posible que cambie mi punto de vista! Se trata de un precepto personal (no concuerdo con una serie de ideas) convertido en obligación colectiva (nadie las debe escuchar) (p. 118).

El liberalismo contemporáneo es simplemente la libertad de poder ser más conservador que los conservadores, sin el estigma que ello implica (p. 121).

Argumentar no elimina la terquedad, no nos expone a ambientes más tolerantes. Tiene la capacidad contraria de sacar a relucir los dogmatismos. Pero mírese como se mire, en toda su imperfección, y hasta que una mejor estrategia sea inventada, la argumentación seguirá siendo una herramienta para evitar el dolor prevenible. ¿Por qué digo que la argumentación evita el dolor prevenible? De nuevo, fueron los antiguos griegos quienes dieron la clave acá: si no es por medio de argumentos, preguntaron, ¿cómo más persuadimos a otro a seguir un curso de acción? Con el cuchillo en el cuello, claro. Argumentar, por lo tanto, es una forma de evitar la violencia, la amenaza o al menos la furia enardecida de la indignación (p. 138).

Dos de los lenguajes principales del argumentar y del pensamiento crítico vienen contenidos en estas sencillas expresiones que usamos a diario: … supongamos que… … esto es como… Quien pueda incorporar una o las dos está en el camino de construir su propio pensar. De hecho, en mis seminarios sé que un estudiante ha aprendido a argumentar cuando usa en su lenguaje habitual con naturalidad estas expresiones (p. 146). 

un lugar común de nuestra forma de vida es que hemos externalizado casi todo… llevamos a cabo gran parte de nuestra vida fuera de nosotros: construimos la identidad en un espacio público aunque virtual de las redes sociales; hemos puesto en los escenarios públicos lo que amamos (p. 154).

mientras que en los mundos del conocimiento y la tecnología se intenta que las máquinas piensen como humanos, en los mundos “en desarrollo”, estamos en la tarea contraria de intentar que las personas piensen y actúen como máquinas a través de un algoritmo ciego (p. 158).

(Sobre la educación):  Mostramos nuestra admiración por otros o por lo que nos rodea, y a menudo los demás convierten esta mirada en propia, y la extienden como una parte de sus obsesiones e intereses (p. 175).

Educar tiene por objetivo convertirnos en seres abstractos, dice Rousseau, un ser que se puede exponer a cualquier accidente de la vida (p. 180)

Es muy común que los estudiantes, que bien pueden llevar diecinueve o veinte años sentados en un pupitre hacia el final de su proceso educativo, se hayan convertido en lo que llamo “estudiantes profesionales”. Son capaces de repetir una historia en una materia, la contraria en otra y ciertamente son expertos, como me consta, en generar el tipo de discurso que creen que su maestro quiere escuchar (p. 190).

Educar es mover a otro a ver sentido en donde no lo veía antes (p. 243).

 
La era de la ansiedad. Sobre el pensamiento y la emocionalidad en un mundo sin utopías
Roberto Palacio
Ariel, Editorial Planeta
Bogotá, 2023
264 páginas