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lunes, 11 de septiembre de 2023

Mi vida en estaciones, Helena Benítez de Zapata

Mi vida en estaciones es un libro que recoge las memorias de Helena Benítez de Zapata, una mujer que nació en Riosucio el 26 de junio de 1915 y murió en Cali el 5 de junio de 2009, después de haber dedicado su vida a la docencia y el periodismo, aunque también se reconoce como la primera mujer colombiana en haber ocupado la alcaldía de un municipio: fue alcaldesa de Riosucio entre 1955 y 1957, durante la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla.

Helena, de filiación conservadora, escribió este libro en 1987, en Cali, cuando tenía 72 años. "Mi vida en estaciones" es una canción que compuso cuando murió su madre y es también el título de este volumen, en el que estructura el relato de su propia vida en cuatro partes, una para cada estación: en la primavera rememora la niñez, en el verano la juventud, en el otoño los años más fructíferos de su vida laboral y el invierno corresponde a su vida en Cali y sus trabajos en periodismo y relaciones públicas en esa ciudad, aunque su actividad periodística comenzó en Manizales, tanto en La Patria como en Radio Manizales. El periodismo le venía de herencia porque su padre, Manuel Benítez, fue fundador y director del semanario "El Deber", en Riosucio.

El libro no tiene mayores pretensiones literarias y sin embargo está lleno de datos y frases valiosas. Por un lado, es útil para entender el contexto de la mujer escritora, periodista, docente, música y política entre los años 40 y 70 en Colombia. Helena Benítez escribe para sus allegados, en un tono casi confidencial, y eso la lleva a contar anécdotas personales y familiares que permiten adentrarse en la cotidianidad de las mujeres de su tiempo. Pero, de otro lado, se trata de una escritora hábil con el lenguaje, a quien se le notan los muchos años que ejerció el periodismo, y por eso su texto está lleno de frases conmovedoras y de descripciones vívidas. 

El prólogo, escrito por su primo Otto Morales Benítez, ayuda a ubicar la época y el contexto del legado de Helena Benítez de Zapata.

Algunos subrayados

era la calle del Mochilón, para mí el centro de donde partían todos los caminos del mundo (p. 28).

se vivía sin miedo. Ese miedo que acecha, desde hace tiempos, por los caminos detrás de los matorrales y hasta en la propia casa (p. 34).

(sobre viajar en carro) si alguien se mareaba, lo atribuían a una especie de alergia a la gasolina u otra enfermedad cualquiera. No se conocía el mareo (p. 57). 

esos pueblos nada ofrecían fuera de su aburridora monotonía. Todo permanecía en ellos igual y la vida era igual que las calles y las casas quietas sin el menor cambio. Uno se levantaba sabiendo a cuáles personas encontraría en cada sitio, en cada puerta, en cada esquina (p. 71). 

Cuando concebí a mi primer hijo, me parecía pequeño el mundo para que pudiera caber allí tanta dicha (p. 72). 

Mi esposo era liberal y en aquellos pueblos lo sabían, jamás fue activista, ni desempeñó cargo alguno en el gobierno, ni hizo parte de directorios o comités políticos. Pero en los pueblos se conoce de cualquier manera la identidad de todos. A Belén no pudo volver, y yo misma le pedí que se abstuviera de hacerlo (p. 79)

El boleteo y el secuestro son modalidades que vienen desde aquella infortunada época, porque en ellas encontró la guerrilla su mejor manera de financiarse, y de vivir en forma espléndida sin trabajar. Cualquier sitio que se toman queda devastado, pero no siembran un grano de maiz (p. 87).

ese estado de viudez para una mujer joven, que en razón de sus circunstancias económicas tiene que trabajar, la hacen a veces objetivo para rodearse de amigos espontáneos que con falsas intenciones buscan de manera especial una forma de acercarse a ella, declararle su admiración y hasta sus deseos de ayudarle, cuando en el fondo sus sentimientos son otros (p. 92).


Mi vida en estaciones
Helena Benítez de Zapata
Editorial Lealón
Medellín
Noviembre de 1990
178 páginas


domingo, 10 de septiembre de 2023

La Costa Nostra, de Laura Ardila Arrieta

La Costa Nostra es una investigación periodística que pudo salir a la luz gracias a la persistencia de su autora y a la presión ciudadana. El libro estaba listo para ser publicado por Editorial Planeta, pero a último minuto la editorial decidió abstenerse de imprimirlo porque, según dijo, había un alto riesgo de litigio. La periodista Laura Ardila denunció este acto de censura, la indignación ciudadana fue alta, la editorial Rey Naranjo decidió correr el riesgo y en menos de tres semanas el libro agotó su primera edición de 10.000 ejemplares.

Aunque la investigación se ocupa de un clan político de Barranquilla, el de Fuad Char y sus hijos, en realidad el libro presenta una radiografía sobre cómo funciona el poder político regional en Colombia, en el que los políticos nacionales posan en Bogotá de ser adalides de la lucha contra la corrupción, pero en las regiones se alían con el que les garantice votos, sin mayores miramientos de tipo ético y sin mayor interés del periodismo nacional. Sucede en Barranquilla, como lo cuenta Laura Ardila, pero también en el resto del país. 

La obra es una investigación periodística de largo aliento, dividida en seis capítulos, que comienza con la crónica sobre la llegada de los inmigrantes sirolibaneses al Caribe a comienzos del siglo XX, para contar la historia de los antepasados de Fuad Char en Lorica. Luego, poco a poco, la trama deja el tono histórico, se traslada a Barranquilla y se adentra en vericuetos de la reportería de investigación: nombres, contratos, fechas y datos precisos que revelan las claves de un entramado de corrupción electoral y política, en el que los mismos contratos públicos terminan financiando la compra de votos que garantiza la permanencia en los cargos. El telón de fondo son relaciones no muy claras con personas vinculadas al narcotráfico, el lavado de activos y el paramilitarismo.

Son muchos nombres que a veces pueden confundirse para quien no está familiarizado con la letra menuda de la política barranquillera, pero ese nivel de detalle es precisamente lo que le da valor al libro: es evidente que Laura Ardila investigó con suficiencia y conoce de lo que habla. La otra gran virtud es el lenguaje: la autora cita políticos pero también a Marbel Moreno y a Alfonso Fuenmayor. Se le nota que ha leído, que domina el oficio de escribir y que lo hace con seguridad desde su lenguaje Caribe. Sus expresiones costeñas refuerzan la verosimilitud del texto porque hacen notar que la autora no es una advenediza en el entorno que narra. Al contrario, lo cuenta desde las entrañas y con el mismo acento en el que ocurren los hechos.

Laura Ardila revela algunas de las características de la fórmula Char: cerrada endogamia; eficiencia corporativa que les garantiza éxito político; interés por monopolizar los mensajes y, en consecuencia, altos gastos en publicidad para periodistas locales y nacionales; alianzas con políticos de relevancia nacional y financiación bajo cuerda de políticos de otros partidos, lo cual les garantiza control absoluto del poder regional.

No sé si el libro ameritaba el intento de censura, porque buena parte de lo que cuenta (no todo) ya había sido publicado previamente por la autora en La Silla Vacía. No creo que el libro deteriore la imagen de los Char, que no es buena en el resto del país, y en Barranquilla controlan con o sin libro. Lo que sí creo es que esta publicación desnuda algunas claves sobre cómo funciona la política local en concreto, y valdría la pena rastrear cómo se observan esas tácticas en otras zonas del país, con menos visibilidad, pero con iguales niveles de corrupción. El mérito de este texto es que muestra cómo hacer ese tipo de rastreo periodístico. Sin duda este camino que abre Laura Ardila será inspirador para los reporteros que empiezan su carrera o están aún en las aulas y ven a partir de este ejemplo que los poderes intocables sí se pueden tocar.


Algunos subrayados

Del prólogo de Juanita León: "es una ventana a cómo se suele hacer política en Colombia: los discursos de estadista en la capital, mientras en las regiones esos mismos políticos entregan por debajo de la mesa bolsas de dinero a cambio de los votos que su verbo no logra movilizar" (p. 18).

Del texto de Laura Ardila: 

unas élites del poder nacional en Bogotá toleran y se asocian con fuerzas regionales, muchas veces cuestionadas, para servirse de sus votos y ganar elecciones. Luego, cuando el cuestionado regional cae en desgracia ante la ley o ya no es útil electoralmente, esos poderosos del centro toman conveniente distancia y desconocen a sus otrora aliados (p. 23).

mientras los periodistas políticos a veces nos concentramos solo en las declaraciones que ofrecen los poderosos en Bogotá, en las regiones se están dando movidas extraoficiales que definen tanto o más lo que pasa en el país (p.26).

maletas que cargaban más ilusiones que ropa (p. 29). 

Los taxistas suelen ser la primera memoria de un lugar (p. 41).

creyente entusiasta de las encuestas internas, que por tres décadas ha usado para tomar sus decisiones de política electoral (p. 48).

tiene al día su departamento de lealtades (p. 49). 

otro de tantos grupos que conformaban la colcha de retazos, cada uno con patrón propio, que era en ese entonces el Partido Liberal (p. 50).

controlar entes públicos era sinónimo de poderío, de capacidad para conseguir votos. Añadía brillo a la dignidad que significaba hacer política (p. 51). 

Una convivencia con el narcotráfico que no era nueva en una ciudad compleja, que llevaba -y lleva- décadas contando entre los miembros de su alta sociedad a personajes que hicieron riqueza traqueteando o lavando plata, sin que nadie dijera nada. Por miedo o por tolerancia (p. 91). 

Uno de los factores clave para entender esa imagen que tienen son las excelentes relaciones que han forjado con periodistas locales y nacionales, que son objeto de su dadivosidad (p. 97).

En Carnavales se ha vuelto común ver a directores o editores de grandes medios de Bogotá bailando en la carroza de los Daes o como invitados VIP en conciertos financiados por empresarios (p. 98).

La estrategia política que han tenido con el equipo ha consistido en hacer las compras de jugadores de fútbol más costosas en la historia de Colombia para llevar al Junior a su mejor década deportiva, al tiempo que gobiernan (p. 114). 

El mandatario empezó una estrategia de comunicaciones que desde entonces le ha apostado, más que a la difusión de mensajes, al control del mensaje, de un único mensaje, sostenido principalmente en la gestión de obras civiles (p. 121). 

Algunos asesores lo llaman "efecto espejo" y consiste en salir a buscar un validador afuera, si en tu propia casa no creen en tu mensaje (p. 123). 

Los Char sumaron una millonaria chequera en pauta oficial para los medios locales, adjudicada casi toda a dedo y ejecutada a través de intermediarios, agencias de publicidad o fundaciones que subcontratan, lo que hace difícil poder establecer la totalidad de beneficiarios (p. 124).

informalmente se conoce como content marketing, que consiste en publicar contenido institucional sin advertirlo; es decir, haciéndolo pasar como contenido periodístico del medio (p. 125). 

La gasolina con la que anda una maquinaria política, aparte de la plata, son los puestos. El acceso a lo público, a los recursos, al timón de mando (p. 151). 

La muy usual dinámica del poder en Colombia, que consiste en que unas élites de la capital patrocinan y se juntan con fuerzas regionales muchas veces cuestionadas para servirse de sus votos y ganar elecciones. Pero, a la hora de los líos judiciales o de imagen, les dan la espalda y no se despeinan, como si no fueran dos caras de la misma moneda (p. 157). 

Esta manera de conseguir votos usando lo público en beneficio propio es otra de las prácticas comunes de las maquinarias de los políticos tradicionales (p. 159). 

financiar políticos propios o de otras maquinarias. Esta decisión les garantizó contar con cabildantes que no hacían grandes exigencias burocráticas y tener total control sobre las secretarías y demás altos cargos del distrito (p. 177). 

Las maquinarias siempre están en elecciones o preparándose para unas (p. 185).


La Costa Nostra
Laura Ardila Arrieta
Rey Naranjo Editores
Bogotá
Agosto de 2023
224 páginas