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martes, 23 de agosto de 2022

Cada oscura tumba, de Octavio Escobar Giraldo


En 1995 Octavio Escobar publicó Saide, una novela policiaca que ocurre en Aguas Blancas, un municipio que se parece mucho a La Dorada (Caldas). En 2010 salió Destinos Intermedios, otra novela policiaca que es una precuela de Saide, y que se complementa con Cada oscura tumba, publicada en 2022 y en donde reaparecen no solo Aguas Blancas sino personajes como Paula Cristina, Melva Lucy o El Suave, de los que volvemos a tener noticias años después. 

Al igual que Destinos Intermedios, Cada oscura tumba está dividida en tres partes, con capítulos que avanzan de manera independiente hasta que en algún momento se conectan. El hecho que detona la acción de Cada oscura tumba son los mal llamados falsos positivos: en la primera página el narrador cuenta la muerte de Anderson, un joven de Buenaventura con una discapacidad mental, y lo que ocurre en las más de 200 páginas siguientes es la historia de su hermana Melva Lucy, su duelo y su búsqueda de reparación, y la historia de Gabriel Álvarez Cuadrado, un abogado defensor de derechos humanos.

Aunque el trasfondo del libro es la vergonzosa masacre a cuentagotas de las ejecuciones extrajudiciales cometidas por el Ejército, la narración está llena de humor y de personajes entrañables que a partir de sus vidas sencillas, ordinarias, se crecen para mostrar la complejidad humana cuando los hechos obligan a tomar decisiones impensadas, o cuando las circunstancias externas o políticas se inmiscuyen en las vidas privadas. 

Cada oscura tumba es una memoria de un momento doloroso de la historia colombiana, con el proceso de paz con las Farc como telón de fondo, que registra con vértigo y virtuosismo un capítulo triste que merecemos no olvidar. 

Algunas frases

"muy próspero, gracias a su falta de ética" (pag 15).

"Joven: No olvide que está bien pago quien queda satisfecho consigo mismo" (pag 16).

"Si las Farc tienen, por decir algo, nueve mil combatientes, divisámoslos en tres partes. Un tercio de ellos cree en sus ideales y sus sueños. Después del acuerdo se dedicará a hacer política. Otro tercio son campesinos, muchachos del montón, que se fueron para la guerrilla porque era su mejor opción laboral. Esos volverán al campo o, en el peor de los casos, buscarán trabajo en las ciudades. El último tercio son desadaptados, criminales, personas sin Dios ni Ley, bandoleros que, como están en la guerrilla, podrían estar en cualquier otra organización criminal. Esos seguirán en lo suyo: matando, secuestrando, robando"
-Si seis mil combatientes dejan de disparar y empiezan a participar en nuestra democracia y se integran a la sociedad, el proceso de paz vale la pena ¿no les parece? -concluyó". (pag 19).

"El sistema es muy hijueputa. Pasan y pasan los años y el hijueputa sistema no nos hace justicia" (pag 26).

"En cine odiaba a parlanchinas y comelonas" (pag 35).

"El dolor es lo más respetable del mundo y a veces la única forma de que se sepa que lo sientes es repetir y repetir que sientes ese dolor" (pag 37).

"Todos los autores creen que escriben como los dioses. Como Minerva. Nadie que piensa que merece que otros lo lean tiene un ego pequeño. Lo bueno es que la mayoría de los que nosotros publicamos ya están muertos" (pag 40).

"Hay gente que cree que está bien lo que pasó, que le cree ciegamente al ejército (pag 48).

"Lo habitual era que un reclutador comenzara a ir a un barrio popular, identificara a las posibles víctimas, ganara su confianza, les ofreciera un trabajo que pudiera llamarles la atención, sencillo y con buena paga, y cuando tenían todo listo, los subían a un transporte y se los llevaban a otra zona del país, donde nadie los conociera. Entonces los detenían en un retén, fingían un enfrentamiento o los asesinaban directamente. utilizaron muchos métodos, algunos tan poco sutiles que es vergonzoso que ninguna autoridad hiciera nada" (pag 61).

"Una insatisfacción, que se sumó a una mejor comprensión de la capital, a la certeza de que ofrece oportunidades pero con la misma velocidad las derrumba, y que en sus calles puede ser devastadora la sensación de caída" (pag 98).

"Si las autoridades no se ajustan a las leyes, se desautorizan a sí mismas" (pag 100).

"Era nuestro trabajo. Alguien tiene que lavar la ropa sucia. Siempre hay ropa sucia" (pag 110).

"Los conejos abortan habitualmente, como algo natural" (pag 115).

"-¿Mató a muchos?
-Uno es muchos"" (pag 116).

-"Alguna excompañera de colegio a la que la belleza se le multiplicaba en los quirófanos" (pag 123).

-"estar sola me gusta, siempre están los libros, pero quiero saber que alguien, alguien específico, va a contestar el celular cuando yo lo necesite, y va a salir corriendo cuando me queje, cuando me abrume el dolor. No me quiero sentir botada en una sala de urgencia" (pag 127). 

"¿Te das cuenta de que estás violando mi derecho a la coexistencia humana con la persona que más quiero?" (pag 156).

"Si ese hijueputa desde chiquito llega a las fincas en helicóptero" (pag166).

"La gente que siempre va de afán es un peligro" (pag 186).

"La guerra es buen negocio para muy poquitos" (pag 189).

"-¿Le puedo ofrecer algo?
-Un café estaría muy bien. -Revisó el estado de su corbata.
-Tengo instantáneo, pero del bueno.
-Marca Oxímoron, supongo. Le agradezco. Definición colombiana de oxímoron: candidato liberal independiente". (pag 193).

"Era un ejemplar de la rara especie de los hombres justos, de esos que piensan que las normas establecidas se cumplen o el mundo se acaba, de aquellos que consideran que no basta con proteger al inocente o condenar al culpable, sino que también hay que preservar los acuerdos universales de conovivencia y, en últimas, resguardar la civilización que los hombres han forjado una generación tras otra" (pag 213).

"El Ejército no es un lugar normal, si es que existen los lugares normales" (pag 220).

"Bien pagado queda el que queda satisfecho. Mi ánimo no ha sido nunca mercenario" (pag 222).

"No tengo mucho en qué gastar, ni con quién. Pero el dinero es el dinero. Da gusto tenerlo. (pag 232).

Cada oscura tumba
Octavio Escobar Giraldo
Seix Barral
Bogotá, 2022
257 páginas

viernes, 5 de agosto de 2022

Cogito, ergo ¡Pum! Un homenaje a Orlando Sierra Hernández, de Fernando Alonso Ramírez

Hay varias maneras de leer Cogito, ergo ¡Pum!, el homenaje con el que el periodista Fernando Alonso Ramírez honra la memoria de quien fuera su mentor en el diario La Patria, el subdirector Orlando Sierra Hernández, asesinado en 2002 por orden del político liberal Ferney Tapasco González.

En primer lugar este libro puede entenderse como un gran reportaje que busca abordar la historia del crimen de Orlando Sierra desde distintas aristas: quién fue Orlando, quién fue su asesino, cómo se vivió su muerte en La Patria, cuál fue el camino para evitar que el crimen quedara en la impunidad y cómo hoy, 20 años después, se mantiene viva la memoria del columnista más importante que ha tenido La Patria en sus 100 años de historia. Desde este enfoque resulta muy valioso el prólogo escrito por Pedro Vaca Villarreal, relator especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quien explica la importancia de este caso emblemático dentro de la acostumbrada impunidad de crímenes contra periodistas, y agrega que "el mejor periodismo en Colombia está pasando ahóra, y una parte considerable de quienes lo hacen son de Manizales" y esa es una de las derrotas a los victimarios de Orlando.

Es también un libro de memoria testimonial: una obra que recoge voces de quienes recuerdan a Orlando, de lo que él escribió en La Patria, de lo que otros escribieron sobre él, y así la escritura se vuelve polifónica aunque el autor sea uno solo.

Por momentos, cuando se ocupa del crimen, el expediente y los sicarios, el libro toma un caracter policial, en el que el conocimiento jurídico del autor resulta útil para desenmarañar la cantidad de crímenes alrededor de la muerte del periodista asesinado.

Sin embargo la lectura que más me conmueve es la de abordar este libro como un ejercicio de duelo: como la tarea que emprende un pupilo tras el asesinato de su jefe y mentor. No existe palabra para denominar la orfandad en la que queda alguien que pierde la protección tutelar de su padrino, y al parecer tampoco hay palabras que le hagan justicia a ese dolor y ese duelo posterior. Quizás por eso el narrador de la historia es un periodista que se parapeta en los datos y en describir el sentimiento de los otros, ante la dificultad de nombrar aquello que resulta inaprensible y que le atraviesa el alma. Así, su forma de narrar este crimen tan cercano es tomando distancia: nos cuenta lo que él ve en los demás (en sus compañeros de redacción, en los expedientes, en las declaraciones de los otros periodistas) y es a partir de esas múltiples descripciones y voces que el lector intuye la dificulad que implica, tantos años después, desnudar el sentimiento personal. 

Así describe Fernando Alonso Ramírez cómo se vivió el crimen en la redacción: "Tardé unos segundos en caer en la cuenta de lo que sucedía. No era un atentado más en el centro de la ciudad, acababan de dispararle a Orlando Sierra Hernández, el hombre que todos los días dirigía nuestros consejos de Redacción, el poeta que me animaba a leer nuevos autores, el titulador creativo y el más importante columnista de la región (...) mientras las emociones nos agolpaban, lágrimas, madrazos, golpes sobre mesas y gritos mostraban nuestra impotencia y nuestra rabia. Era el momento de sacar adelante un periódico por Orlando y en honor a él". 

Y así, en el vértigo de tener que sacar adelante un periódico todos los días, todos los meses, todos los años, el tiempo para el duelo se evapora entre los consejos de redacción, las entrevistas, las noticias de última hora y la consulta de fuentes. 20 años más tarde este libro es ese duelo decantado en memoria para las nuevas generaciones de periodistas, que se perdieron la oportunidad de conocer a un hombre agudo y valiente, de carcajadas sonoras, pero que aún tienen la posibilidad de leerlo en los textos que se conservan en el archivo del periódico desde el que enfrentó al poder político-sicarial de Caldas.

Algunas frases
con el tiempo se supo que Partido Liberal y el paramilitarismo en Caldas llegaron a ser harina del mismo costal (p. 19). 

Las lágrimas de los periodistas mientras seguían haciendo su trabajo permanecen como una imagen imborrable en mi cabeza. (p. 19).

El Consejo de Redacción de La Patria es algo especial. Es un lugar sagrado en el que participan todos los integrantes de la Redacción en igualdad de condiciones. El Consejo era -es- una tertulia de aprendizaje, pues además del periódico se hablaba de otros temas (p. 27).

Sus lecciones se repiten cada día en el Consejo de Redacción por quienes alcanzamos a aprender de él y por quienes han escuchado sus relatos de boca de quienes lo vivimos, algunos de ellos tomados de grandes maestros: "Donde hay un adjetivo falta un dato", "un lid no puede arrancar con una negación", "si fueron hasta el lugar no pueden contar la noticia como si la hubieran reporteado por teléfono", "son mejores las fotografías que cuentan con elemento humano", "prefieran los primeros planos que los planos generales", "los datos son fríos, los nombres son cálidos", "vayan hasta el lugar de los hechos" y muchas más. (p. 28). 

Así surgió Punto de Encuentro, la tribuna desde donde Orlando, con un sentido del humor implacable, siempre fustigó a la clase dirigente. Esta columna se convirtió en la más influyente de la región. Sigue siendo para muchos el más importante columnista que ha tenido La Patria en toda su historia (p. 45). 

La decisión fue unánime y desde ahí lo que fue un secreto a voces, quién había dado la orden de matar a Orlando, dejó de ser una presunción para convertirse en una certeza: al subdirector de La Patria José Orlando Sierra Hernández lo mandó matar el expresidente del Partido Liberal de Caldas, Ferney Tapasco González (p. 89). 


Cogito, ergo ¡Pum! Pienso, luego ¡Pum! Un homenaje a Orlando Sierra Hernández
Fernando Alonso Ramírez Ramírez
Editorial La Patria
Manizales
Agosto de 2022
112 páginas