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miércoles, 31 de diciembre de 2014

La Oculta, de Héctor Abad Faciolince

La Oculta es una finca en las montañas de Jericó. Tiene café, caballos, vacas, tecas y un lago oscuro en el que sus protagonistas nadan o descansan la mirada. La Oculta es un lugar paradisíaco aunque haya sido escenario de violencia y muerte: muerte natural, muerte política y muerte por razones del azar. 

La finca une a la familia de generación en generación. Desde los antepasados de origen judío que colonizaron la región y se hicieron a esta tierra, hasta las nuevas camadas que se reúnen allí para pasar la Navidad. 

La Oculta, el libro, es el monólogo de Antonio, Eva y Pilar, tres hermanos muy distintos que cuentan sus vidas, la historia de su familia, de la finca y del país, a partir de sus tres posiciones muy particulares: Pilar, la hija mayor, vive en la finca, la ama y no desearía venderla jamás. Eva odia la finca desde que unos paracos intentaron matarla allá y huyó nadando por el lago oscurecido por la noche. Antonio vive en Nueva York con su novio y tiene una foto de la finca como protector de pantalla en su computador. La Oculta es su patria.

En esta nueva novela de Héctor Abad reaparecen algunos temas presentes en El olvido que seremos: la familia, la unión familiar y esa obsesión tan paisa de vivir todos juntos y reunirse a menudo; la música y el violín, que tocaba la hermana muerta en El olvido que seremos y que acá interpreta Antonio el hermano ausente; el lenguaje antioqueño que sirve para nombrar, para hacer visibles, elementos de la cultura que van desde los fríjoles y la mazamorra, hasta el colerín calambroso. 

También acá, al igual que en El olvido que seremos, reaparece esa hipótesis según la cual la suerte juega un papel fundamental en la vida de la gente. El esfuerzo, la educación, la herencia y el talento trazan destinos, pero la suerte los trastoca de manera súbita.

En El olvido que seremos aparecía Alvaro Uribe como pretendiente de una hermana. Ella lo rechazó y él bautizó a una yegua con el nombre de la mujer esquiva "para poder montarla". En La Oculta aparecen los Uribe como mafiosos que negocian caballos, y más adelante, sin nombrarlo, aparece un ex presidentico malvado, ex novio de una hermana... un tipo mandón, mal amante y eyaculador precoz, con antepasados en Salgar, Antioquia, y con malquerencia por la gente a la que no le gusta madrugar. 

El libro se construye a partir de los monólogos de los 3 hermanos, quienes se alternan para contar la historia. El lenguaje es coloquial, sencillo, cercano al habla paisa, y se evidencia un especial cuidado en la frase que abre cada monólogo, por lo general una afirmación o sentencia que resume una posición frente a la vida o un asunto trascendental. 

La obra, si bien se trata de un relato de ficción, está llena de referencias históricas, desde la colonización del suoreste antioqueño hasta la guerrilla y los paramilitares, así como de referencias personales del autor y guiños sobre gustos y amistades. Se mencionan antepasados Abad y Faciolince, la finca La Inés que es propiedad de la familia del autor, y el primer maestro de Jericó es Jorge Orlando Melo "un señor que sabía de todo", como el ex director de la Biblioteca Luis Angel Arango, por citar solo algunos. 

Antonio, el hermano ausente, dedica su vida a estudiar los antecedentes familiares, la historia del apellido Angel, de origen judío, cómo llegó a Antioquia y cómo se extendió. Una colonización que representa una epopeya en la historia de Colombia, poco narrada en la literatura reciente (la colonización antioqueña en la zona cafetera ya fue objeto de este blog, en la reseña sobre 1851, Folletín de cabo roto, de Octavio Escobar Giraldo). Esa genealogía y lo que para la familia representa La Oculta, sintetizan el orgullo paisa: una familia, un origen y una tierra. Por eso resulta magistral que en las últimas páginas se ponga todo este anclaje en entredicho, al insinuar que posiblemente la familia no sea Ángel, de origen judío, sino fruto de una relación clandestina de una abuela con un palestino, un turco. Esta sospecha, suelta al azar, resulta relevante, porque pone a tambalear lo que se presenta como sólido a través de 334 páginas. Muestra que la vida, a veces, se construye sobre verdades que resultan ser las mentiras que nos creemos.


A continuación, como siempre, algunas citas:

Los hijos y los nietos girábamos a su alrededor como planetas de un sol tibio y benigno

La puse en Facebook, que es donde ahora se hacen los anuncios, los duelos y las visitas de pésame

Pilar es la mayor y ser la hija mayor tiene ventajas y desventajas. Hay responsabilidades con las que nadie más es capaz de cargar porque los otros hermanos son muy jóvenes. Pilar no se amilana ante ninguna dificultad; ella pasa por encima de lo que sea, sin rendirse nunca. Nada le da asco, nada le da vergüenza, nada le da miedo. Cuando hay algo casi imposible de resolver, en la casa pensamos: si no lo resuelve Pilar, no lo resuelve nadie.

Los muertos no hablan, los muertos no sienten, a los muertos no les importa que los vean desnudos, pálidos, demacrados, en el peor momento de su vida, por decirlo así. O quizás haya un momento aún peor, bajo tierra, o en el horno crematorio, pero ese ya casi nunca, por fortuna, lo tenemos que ver.

La verdadera vejez le había caído de repente desde el mismo momento en que había visto que mi mamá no respiraba.

Hay oficios raros en esta vida. Y uno de los más raros y difíciles es el oficio de hija mayor.

La hamaca es el mueble perfecto para leer, dice una amiga mía.

Recordar es como un abrazo que se les da a los fantasmas.

"Recuerden que no son más pero tampoco menos que nadie. Traten de vivir entre iguales; trabajen pero no manden, ni tampoco obedezcan".

Para él, la verdad acaba siendo las mentiras que se cree.

esos genes antiguos se le notan a ella todavía. Son como los lunares,como los tics y como las manías, que los heredamos de alguien aunque no sepamos bien de dónde vienen. 

dice que ya no está seguro de nada, y que las religiones van y vienen, como las modas, que hay más religiones muertas que religiones vivas, y más dioses muertos que dioses vivos, y que seguro faltan otras religiones y otros dioses todavía por nacer y morir. 

el cacao, de donde se saca la bebida más sabrosa del mundo, que antes solo tomaban los dioses, pero algún prometeo local se la robó en beneficio de los hombres.

para salir de Antioquia, que es un lugar con un encanto tosco, pero real, y al mismo tiempo un sitio asfixiante, clerical, intolerante, racista, homófobo, conservador, o por lo menos lo era hasta la médula cuando yo me vine. Ahora lo sigue siendo, aunque quizá un poco menos; incluso hasta Antioquia ha llegado la noticia de que el mundo cambia.

el ideal de hombre que tienen en mi tierra, un tipo de bigotes y sombrero, con espuela y zurriago, de pocas palabras y de lengua tajante, cortante, definitiva, y que al hablar no emite propuestas ni pensamientos sino sentencias. Ese modo de ser es el que yo más odio.

¿Por qué el bueno y el fuerte casi nunca coinciden en la misma persona? Tal vez porque el bueno nunca puede obligar, sólo convencer.

Las dulces delicias del alcohol, su euforia suave, cuando no es demasiado y simplemente sirve para que todos conversemos más sueltos y mejor, porque todo el mundo habla de los daños del trago, de sus estragos, que no son mentira, pero hay que mencionar también sus beneficios.

Creo que en esta vida es casi imposible sobrevivir sin mentiras,  al menos sin un poco de disimulo. 

Las desigualdades surgen por el esfuerzo o la astucia de algunos, incluso por la maldad; por los vicios o por la pereza o la simple mala suerte de otros. o por herencia, que es el caso mío, pero quién tenga hijos no quiere dejarles a ellos lo que recibió o lo que consiguió. A veces por la malicia, a veces por el mérito, a veces por la suerte. 

si le preguntaban se decía católico, y hasta oía la misa todos los domingos, se persignaba, le rezaba a Dios, a un dios que no sabía si existía o no, para no tener problemas con nadie, y para no ponerse a responder demasiadas preguntas, ni propias ni ajenas. 

No hay nada raro en que la gente se enamore. Lo raro es que haya algunas personas que no se desenamoran nunca. 

un día nos alejamos de la orgía perpetua, resolvimos que seríamos fieles y que nos dedicaríamos más al trabajo y a cuidarnos mutuamente, a tratar de ser felices en la moderación y no en el desenfreno.

Uno se acostumbra a un cuerpo como se acostumbra a una finca y a un paisaje: hay algo cómodo en ver siempre lo mismo cada día: hay un encanto en la rutina, así como se disfruta más una pieza para violín que has ensayado y oído muchas veces.

Los críticos deliran con lo que no se entiende, piensan que no han leído jamás una cosa más aguda y profunda sobre el arte.

La idea de esperar a la vejez para hacer al fin lo que uno quiere hacer, nunca me ha gustado.

La vida está colgada de un hilito, y en el aire hay tijeras que vuelan con el viento.

Nostalgias bobas de un pasado más difícil, que la gente, porque no sabe lo duro que era, idealiza.

Hay gente que no se casa y entonces siguen siendo como viudos el uno del otro el resto de su vida.

Mi papá decía que nuestro gran cerebro lo pagamos caro: con mucho dolor, muchos desgarros y mucha mortalidad al nacer, por las dimensiones exageradas de la cabeza. Y eso que nacemos antes de tiempo, sin acabar de gestarnos y eso hace tan larga la crianza y tan indefensas a las criaturas recién nacidas.

Lo único que se es que el año de mi muerte empieza por 10 y seguirán otras dos cifras, seguramente inferiores a 50.

En estas palabras que también son aire, que también son humo, tan solo las sombras del pensamiento, pero duran al menos un poco más que la carne y el aire del aliento.

Se nace creyendo que la gente es buena, hasta que la vida nos va desmintendo y nos demuestra que sí, que hay gente buena, pero a su lado hay montones de gente muy mala, con malas intenciones, calculadora, solapada y malagradecida. Gente con el corazón diminuto, no como un mango sino como una guayabita verde, agria.

 A veces las desgracias son así, no se espacian a través de los años, sino que se vienen todas juntas a la vez, como pasa también con las alegrías, una tras otra. La vida está hecha de rachas de alegrías y rachas de tristezas y largos años de calma, sin sobresaltos, que son los mejores. 

De un hombre mujeriego se dice que tiene éxito con las mujeres; yo podría decir más bien, que no ha tenido éxito con ninguna, porque lo bueno -supongo- es enamorarse y seguir enamorados. Toda la vida he sentido pesar de los donjuanes. 


Él, abogado, es de los que dicen pernoctar, y no pasar la noche, occiso en vez de muerto, condiscípulo en vez de compañero, corcel en lugar de caballo, institución educativa en vez de escuela, galeno en vez de médico y otras idioteces así. 

El campo embrutece, porque no hay cine, ni periódicos, ni bibliotecas, ni salas de conciertos, teatros, exposiciones, conferencias, universidades, o gente de todo tipo que va y viene y discute en los cafés. No hay conversación inteligente, informada, que es la mejor manera de dejar de ser brutos. 

Y esta especie de hijo, mis papeles y apuntes, los quiero como a un descendiente que hablará por mí cuando yo me haya muerto.

La gloria y la tragedia del amor son tan sencillas. Yo no me explico por qué les dan tantas vueltas los poetas, los psicólogos y los tratadistas, siendo un asunto tan simple, ue para mí es así: dos se aman, y sin dejar de amarse (sin dejar de amarse, lo subrayo), poco a poco, casi sin darse cuenta, se desaman hasta llegar a odiarse.

en este mundo extraño en el que basta una imprudencia o una casualidad para que toda una vida sea ya infeliz.

A veces parece que lo más importante sucede sin motivo y de repente, como caído del cielo, como una avalancha que se desprende de una montaña y te arrastra. Muchas cosas son así, bruscas y repentinas.

La Oculta
Héctor Abad Faciolince
Editorial Alfaguara
Bogotá
2014
334 páginas

domingo, 14 de septiembre de 2014

Tiempo transcurrido, de Juan Villoro

Este librito corto comienza en 1968, año de la masacre de Tlatelolco, y culmina en 1985, año del terremoto en Ciudad de México, hecho que no se menciona en el texto. El autor escribe 18 "crónicas imaginarias", una por cada año, que funcionan como banda sonora del momento histórico a narrar. Los relatos se ubican en México, pero podrían ocurrir en cualquier país latinoamericano.

Acá los protagonistas no son la política, las protestas, la nacionalización de la banca o las crisis sociales. Esos son los telones de fondo que a veces se dejan entrever y otras no tanto, en relatos protagonizados por gente común y corriente que se aficiona al punk, o el rock, o la música disco en una época anterior al CD y a Internet. La música circula en cassetes mal grabados que llegan del norte, o que alguien que viajó grabó en alguna emisora, y así, como fragmentos, se va armando un imaginario sobre lo que suena en otros lados, en una época en la que, como dice el texto: "No entendía las canciones en inglés pero se las imaginaba".

Por estas páginas desfilan desde The Beattles, Mick Jagger, The Dors y Frank Zappa hasta The Police. Crónicas breves, desiguales, que definen personalidades complejas en una o dos líneas a partir de imágenes verbales que son pequeñas joyas, con mucha nostalgia en cada página. 

Particularmente recomendada, la crónica de 1971.

Algunas frases:
Desconfío de los que en momentos de peligro tienen más opiniones que miedo.

Tenía cuatro años cuando sus papás lo dejaron sin otra herencia que las facciones de su cara.

A Gus le fascinó el desdén con que administraba sus sentimientos.

Se siente obligado a pensar en las cosas que sucedieron exclusivamente para que alguien se acordara de ellas.

Tanto planeaba su viaje que a veces le parecía que ya había regresado.

Por primera vez en años permitió que alguien le cortara el pelo como fuera, empezó a dejar la mariguana, entró a estudiar administración y se volvió fanático del fútbol.

Ya no se preocupó por adelgazar porque eso era un "sentimiento pequeñoburgués".

Se volvió fanática de los nuevos cantantes cubanos, sin importarle que cantaran como si tuvieran la nariz devastada por la sinusitis.

El día en que la reprobaron en teoría sociológica I, descubrió que la educación estaba organizada de acuerdo con los intereses de la clase dominante. 

El Gato ha ido en busca del escape individual. Tres formas de aislamiento: la playa solitaria, los audífonos para oír rock progresivo, el cubículo donde ahora trabaja.

Despreciaban los anuarios del colegio donde los alumnos aplicados salían con caras muy plácidas, como si les hubieran dado a comer sus calificaciones.

No entendía las canciones en inglés pero se las imaginaba.

En plena juventud había conseguido algo que sólo parecía atributo de los mayores: aburrirse como una ostra. Su vida era una tranquila siesta después del almuerzo.

Tenía una de esas barbas superpobladas donde las migajas se pueden perder durante seis meses.

Le gustaban las películas donde los héroes se las arreglaban solos, sin tener que sesionar en comité.

En materia de música reconocía dos rubros: clásico (Julio Iglesias) y moderno (Mocedades).



Tiempo transcurrido (crónicas imaginarias)
Juan Villoro
Fondo de Cultura Económica
México DF
1986
125 páginas

martes, 9 de septiembre de 2014

Destinos intermedios, de Octavio Escobar Giraldo

Destinos intermedios es una novela negra publicada en 2010, que antecede en el tiempo narrativo a Saide, la primera novela que publicó Octavio Escobar Giraldo, en 1995. 

Las tres partes en que está dividida la novela se leen rápido, al mismo ritmo vertiginoso en el que ocurre la acción. O mejor, las acciones, porque empieza contando varias historias distintas y paralelas que se van entrelazando a manera de un rompecabezas, que sólo queda completo en la última escena.

Escribo escena y no capítulo, porque el libro se ve: se ven los carros, la carretera destapada, las mesas del restaurante de paso en la vía, la cama de la casa de citas, el hospital, el tiroteo, el centro comercial en el que hay una maratón de chistes. Todos los espacios y personajes se ven nítidamente, en medio del calor pegajoso del Magdalena Medio tolimense, lugar en el que ocurre la historia, que podría resumirse como el relato de lo que le pasó a Paula Cristina y a su amiga Erika, dos adolescentes que se volaron de Ibagué para encontrarse con dos amigos en Honda. Las cosas no salen como estaban planeadas y de pronto empiezan a empeorar a medida que avanzan las páginas, entre el miedo y la zozobra.

Llaman también la atención los personajes, por múltiples, disímiles y claros. No hay una única voz o un protagonista en torno al cual gire la narración. Hay varios personajes que se van relacionando de manera fortuita y fatal. Destinos intermedios son esos puntos del mapa que recorre un bus Bolivariano de una capital a otra, pero también son esas vidas que quedan a la mitad, por haber estado en un cruce de caminos en el momento equivocado, en una zona muy caliente, y no solo por el clima.

Dice Octavio Escobar que el espacio está inspirado en su experiencia, ya que prestó su servicio rural como médico en La Dorada, en una época en la que el narcotráfico ya financiaba buena parte de la economía local. Además, el locutor de la obra está inspirado en Pacheco y la cantante Jimena Sombras en Claudia de Colombia. Sin embargo se trata de guiños muy sutiles, que le sirven a él para crear un personaje definido, pero que pasan imperceptibles para el lector que no tenga dichos referentes.

Destinos Intermedios es una novela muy entretenida, que en la última página invita a dos acciones: primero, a volverla a leer, para re-armar el rompecabezas conociendo ya todas las fichas, y segundo, a leer a Saide, la otra novela en la que también aparecen algunos de los personajes que se incluyen en ésta.


Algunas frases:
Su busto lo más a la altura de las circunstancias que le era posible. 

¡detrás de todo hombre que triunfa hay una mujer muy sorprendida!

Una mujer de unos cuarenta años, redonda por todas partes y con una frente tan amplia que de inmediato inspiraba uno o dos apodos

Como siempre: buscando el futuro a través de un marido. Es la historia de este pueblo. 

Todo era como un sueño con problemas en la banda sonora

mangostinos, una fruta redonda, de cáscara violeta y durísima, que alberga unas pocas semillas rodeadas por una masa algodonosa de un sabor muy sutil, exquisita.

Sus profesores en Manizales no lo habían preparado para situaciones de ese tipo, ni para muchas otras; le hablaron demasiado de enfermedades que son más comunes en los libros de medicina que en las comunidades en las que se presentan, no de la violencia.

Las hijas controlan más que las esposas.



Destinos Intermedios
Octavio Escobar Giraldo
Editorial Periférica
Cáceres, España
2010
194 páginas


domingo, 6 de abril de 2014

San Mateo y el ángel, de Miguel Ángel Manrique

San Mateo y el ángel es un cuento largo, construido a partir de cinco cartas, en las que se narra el periplo de un cuadro que se le atribuye a Caravaggio. La obra fue pintada en 1602, recorrió de manera clandestina distintos países hasta terminar quemada en Berlín al final de la Segunda Guerra Mundial.

El cuadro existió y los principales hechos que se narran en el relato son producto de la investigación documental. No obstante el escritor crea un narrador, un narratario y utiliza el recurso del género epistolar para explicar en primera persona los avatares de la obra por distintas zonas de Europa.

Algunas frases:
-Los hombres modernos -dijo mister Feeney- quisieron ser ricos. Lo unico que lograron fue producir, acumular y clasificar objetos, cosas, basura.

Estoy muy delgada, las ratas, en cambio, se ven bien alimentadas.

Creo, Grace, que el acto más salvaje y deshumanizador que puede cometer un hombre es destruir las obras que nos han legado otros hombres. No entiendo cómo podemos quemar libros o cuadros.


San Mateo y el ángel
Miguel Ángel Manrique
Taller de Edición Rocca
Bogotá
2011
73 páginas

miércoles, 2 de abril de 2014

Temporal, de Tomás González



Después de las montañas de Abraham entre bandidos, o la finca de La Historia de Horacio y Los caballitos del Diablo, Tomás González vuelve al mar. El mar que se vislumbra entre la ciudad de La luz difícil, y que es tan relevante en Primero estaba el mar, su primera novela.

En Temporal el mar es tan protagonista como puede serlo en El viejo y el mar, el clásico de Ernest Hemingway. Y es que es muy difícil leer Temporal sin recordar la historia de Santiago el pescador solitario. Acá también hay una jornada de pesca, una pesca formidable y luego el mar arrebata lo que antes se ha sacado con tanto esfuerzo. Pero a diferencia de Santiago, los pescadores de Temporal no van solos. Son tres: El padre odiado y sus hijos mellizos, Mario y Javier, tan distintos en todo que no se confunden en ni una sola línea del relato.

Si algo le compite en protagonismo al mar en esta historia, es el odio. El odio de los hijos al padre, del padre a los hijos, del padre a la madre y viceversa. Un odio que define a la familia y que el escritor califica como frío.

Creo que esta no es la mejor novela de Tomás González, pero es una excelente novela. Es tan buen escritor que tiene obras mejores que ésta, en mi concepto. No tiene el humor que caracteriza otros de sus libros, pero sí ese lenguaje desenfadado, seco, sin adornos ni artificios. Un lenguaje directo, despojado de todo artilugio, que suena tan tan tan natural que debe tener mucho trabajo de edición detrás.

Algunas frases:

Nunca es mucha la plata para eso de comprar libros, así sean usados

A Javier lo exasperaba la manía de Mario de decir que no le había pedido el ser a nadie y que mejor habría sido no haber nacido, y se debía controlar para no responderle que eso uno no lo pedía, ser o no ser, no seas marica, eso te llega y es cosa tuya si te pegas un tiro o metes la puta cabeza al inodoro, a nadie le importa un soberano culo.

La admiración que alguna vez sintió por él –única forma de amor que el viejo al final hizo posible- había desaparecido hacía ya mucho tiempo. El poder absoluto quizás deslumbre a un niño, no a un joven.

Javier tendía a concluir que la vida no era más que un perpetuo entrar a los infiernos y salir de ellos.

“Aquí se cansa uno a la larga de contemplar tanto hijueputa atardecer, creeme”.

Ustedes, güevones, nacieron con el pan debajo del brazo. No es sino salir y agarrar el pescado y volverse para la casa a fritarlo y comérselo. Los cocos les caen en las mismas cocorotas desde las palmas. El plátano y el arroz no valen nada. Pero ni eso hacen estos negros vagos.

Su ira reapareció y se hizo fría.

En los libros que hasta ahora había leído casi nunca había gente feliz.

En alguna parte Javier había leído que uno no nace para ser feliz sino para admirar el mundo. Cuando llega la alegría, lo hace sin ton ni son y porque le dio la gana.

Aunque mucho menos intensa e ingenua que en Mario, en Javier la conciencia de la crueldad de la Creación es constante. No era por lástima de los animales sino más bien por sentido estético que tanta matazón lo asombraba –pues las cosas son como son, y a quién carajo le importa una gallina-. Y además, siendo Dios tan poco escrupuloso en lo que a justicia se refiere, ellos, llegado el caso, tendrían, ¿cierto?, la opción de hacer lo que quisieran. Cosa que nunca había ocurrido, por supuesto, al menos no en instancias graves, pero esa decisión de respetar a los demás es algo que uno toma libremente, piensa Javier, y libremente puede dejar de tomar según le dé la gana.

Con la idea de dar un toque ambientalista, bueno siempre para el negocio, puso basureros de plástico verde abrazados a los troncos de las palmas y avisos en las duchas, que decían: “El agua es de todos, cuídela”. Pero era realista y se ahorró los costos de un nuevo pozo séptico”.

Fugaces en su eternidad, como todo lo demás, son las tormentas.



Temporal
Tomás González
Alfaguara
2013
147 páginas


miércoles, 15 de enero de 2014

Mientras escribo, de Stephen King



Si no me lo hubiera recomendado la persona que lo hizo (y que merece toda mi credibilidad) no habría leído "Mientras escribo", básicamente porque está firmado por Stephen King y no he leído nada de King porque he leído lo que se dice de él: autor de best sellers, de libros de consumo rápido y fácil que no pueden ponerse en el mismo estante de la literatura de verdad-verdad.

Prejuicios aparte, leí "Mientras escribo" y me gustó. Me entretuvo y además me pareció honesto el ejercicio de poner por escrito cuáles son las motivaciones de un escritor, sus dificultades, sus "atascos de imaginación", su caja de herramientas (el vocabulario, la gramática, los personajes, los diálogos, la historia, las figuras literarias...), etc. 

El libro tiene una primera parte autobiográfica, narrada con bastante humor, en la que King narra su infancia, las penurias económicas de su familia y sus inicios como escritor (ganaba 6.000 dólares mensuales y cuando un agente logró vender su primera obra a una editorial, por 400.000 dólares, se le ocurrió que había que celebrar y decidió comprarle un regalo lujoso a su esposa. Le compró un secador de pelo). 

La segunda parte aborda los asuntos más técnicos: cómo escribir, qué errores evitar, de qué hablar, cómo corregir y editar, cómo buscar agente literario, etc...

En resumen, un libro útil para quienes quieren escribir, y un libro entretenido para quienes gustan de las (auto)biografías.
 
Algunas frases:
Me acuerdo de que en la misma época creía que una puta era una mujer altísima. Un hijo de puta tenía condiciones para jugar a baloncesto.



La aparición de la tele en el domicilio de los King fue relativamente tardía, de lo cual me alegro. Pensándolo bien, pertenezco a un grupo bastante selecto: el de la última promoción de novelistas norteamericanos que aprendieron a leer y escribir antes que a tragarse su ración diaria de basura visual.



Si no hay objeción, me gustaría aclarar algo lo antes posible. No hay ningún Depósito de Ideas, Central de Relatos o Isla de los Best-sellers Enterrados. Parece que las buenas ideas narrativas surjan de la nada, planeando hasta aterrizar en la cabeza del escritor: de repente se juntan dos ideas que no habían tenido ningún contacto y procrean algo nuevo. El trabajo del narrador no es encontrarlas, sino reconocerlas cuando aparecen



La verdad es que estaba bastante contento. A la edad en que todavía no hay que afeitarse, el optimismo es una respuesta perfectamente legítima al fracaso.



Casi todos los escritores de novelas, cuentos o poesía de quienes se ha publicado siquiera una línea han sufrido alguna u otra acusación de estar derrochando el talento que les ha regalado



Escribir una historia es contársela uno mismo —dijo él—. Cuando reescribes, lo principal es quitar todo lo que no sea la historia.



Había veces (sobre todo en verano, al tomarme la pastilla de sal de la tarde) en que tenía la impresión de repetir la vida de mi madre. Solía tomármelo a chunga, menos cuando estaba cansado o se me acumulaban las facturas. Entonces me deprimía y pensaba: ¿Para esto he nacido? No puede ser. Luego me decía: Media humanidad piensa lo mismo.



Los matrimonios jóvenes reciben pocas cartas. Parece que se haya olvidado todo el mundo de ellos, menos las compañías del gas y la electricidad



Escribir es una labor solitaria, y conviene tener a alguien que crea en ti. Tampoco es necesario que hagan discursos. Basta, normalmente, con que crean.



Ahora ya sé qué significa estar borracho: una vaga sensación de buena voluntad, otra más nítida de tener casi toda la conciencia fuera del cuerpo, flotando encima como una cámara en una película de ciencia ficción y filmándolo todo, y por último el mareo, el vómito y el dolor de cabeza.





Los libros son la magia más portátil que existe.



La primera regla del vocabulario es usar la primera palabra que se te haya ocurrido siempre y cuando sea adecuada y dé vida a la frase. Si tienes dudas y te pones a pensar, alguna otra palabra saldrá (eso seguro porque siempre hay otra), pero lo más probable es que sea peor que la primera, o menos ajustada a lo que querías decir.



Si quieres ser escritor, lo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselas. No he visto ningún atajo



Una descripción acertada suele componerse de una serie de detalles bien escogidos que lo resumen todo. En la mayoría de los casos serán los primeros que se le ocurran al escritor



Para aprender a escribir diálogos conviene hablar y escuchar mucho; sobre todo escuchar, v fijarse en los acentos, los ritmos, los dialectos y la jerga de varios grupos. A los solitarios como Lovecraft suele salirles mal el diálogo, o poco espontáneo, como sí no lo escribieran en su lengua materna.



Cuando se sufre un atasco imaginativo, el aburrimiento puede ser muy aconsejable.



Opino que estar casado, entre otras cosas, significa emitir el voto decisivo cuando el otro no sabe qué derrotero tomar


Mientras escribo
Stephen King
Editorial Plaza y Janés
2002
320 páginas