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domingo, 14 de septiembre de 2014

Tiempo transcurrido, de Juan Villoro

Este librito corto comienza en 1968, año de la masacre de Tlatelolco, y culmina en 1985, año del terremoto en Ciudad de México, hecho que no se menciona en el texto. El autor escribe 18 "crónicas imaginarias", una por cada año, que funcionan como banda sonora del momento histórico a narrar. Los relatos se ubican en México, pero podrían ocurrir en cualquier país latinoamericano.

Acá los protagonistas no son la política, las protestas, la nacionalización de la banca o las crisis sociales. Esos son los telones de fondo que a veces se dejan entrever y otras no tanto, en relatos protagonizados por gente común y corriente que se aficiona al punk, o el rock, o la música disco en una época anterior al CD y a Internet. La música circula en cassetes mal grabados que llegan del norte, o que alguien que viajó grabó en alguna emisora, y así, como fragmentos, se va armando un imaginario sobre lo que suena en otros lados, en una época en la que, como dice el texto: "No entendía las canciones en inglés pero se las imaginaba".

Por estas páginas desfilan desde The Beattles, Mick Jagger, The Dors y Frank Zappa hasta The Police. Crónicas breves, desiguales, que definen personalidades complejas en una o dos líneas a partir de imágenes verbales que son pequeñas joyas, con mucha nostalgia en cada página. 

Particularmente recomendada, la crónica de 1971.

Algunas frases:
Desconfío de los que en momentos de peligro tienen más opiniones que miedo.

Tenía cuatro años cuando sus papás lo dejaron sin otra herencia que las facciones de su cara.

A Gus le fascinó el desdén con que administraba sus sentimientos.

Se siente obligado a pensar en las cosas que sucedieron exclusivamente para que alguien se acordara de ellas.

Tanto planeaba su viaje que a veces le parecía que ya había regresado.

Por primera vez en años permitió que alguien le cortara el pelo como fuera, empezó a dejar la mariguana, entró a estudiar administración y se volvió fanático del fútbol.

Ya no se preocupó por adelgazar porque eso era un "sentimiento pequeñoburgués".

Se volvió fanática de los nuevos cantantes cubanos, sin importarle que cantaran como si tuvieran la nariz devastada por la sinusitis.

El día en que la reprobaron en teoría sociológica I, descubrió que la educación estaba organizada de acuerdo con los intereses de la clase dominante. 

El Gato ha ido en busca del escape individual. Tres formas de aislamiento: la playa solitaria, los audífonos para oír rock progresivo, el cubículo donde ahora trabaja.

Despreciaban los anuarios del colegio donde los alumnos aplicados salían con caras muy plácidas, como si les hubieran dado a comer sus calificaciones.

No entendía las canciones en inglés pero se las imaginaba.

En plena juventud había conseguido algo que sólo parecía atributo de los mayores: aburrirse como una ostra. Su vida era una tranquila siesta después del almuerzo.

Tenía una de esas barbas superpobladas donde las migajas se pueden perder durante seis meses.

Le gustaban las películas donde los héroes se las arreglaban solos, sin tener que sesionar en comité.

En materia de música reconocía dos rubros: clásico (Julio Iglesias) y moderno (Mocedades).



Tiempo transcurrido (crónicas imaginarias)
Juan Villoro
Fondo de Cultura Económica
México DF
1986
125 páginas

martes, 9 de septiembre de 2014

Destinos intermedios, de Octavio Escobar Giraldo

Destinos intermedios es una novela negra publicada en 2010, que antecede en el tiempo narrativo a Saide, la primera novela que publicó Octavio Escobar Giraldo, en 1995. 

Las tres partes en que está dividida la novela se leen rápido, al mismo ritmo vertiginoso en el que ocurre la acción. O mejor, las acciones, porque empieza contando varias historias distintas y paralelas que se van entrelazando a manera de un rompecabezas, que sólo queda completo en la última escena.

Escribo escena y no capítulo, porque el libro se ve: se ven los carros, la carretera destapada, las mesas del restaurante de paso en la vía, la cama de la casa de citas, el hospital, el tiroteo, el centro comercial en el que hay una maratón de chistes. Todos los espacios y personajes se ven nítidamente, en medio del calor pegajoso del Magdalena Medio tolimense, lugar en el que ocurre la historia, que podría resumirse como el relato de lo que le pasó a Paula Cristina y a su amiga Erika, dos adolescentes que se volaron de Ibagué para encontrarse con dos amigos en Honda. Las cosas no salen como estaban planeadas y de pronto empiezan a empeorar a medida que avanzan las páginas, entre el miedo y la zozobra.

Llaman también la atención los personajes, por múltiples, disímiles y claros. No hay una única voz o un protagonista en torno al cual gire la narración. Hay varios personajes que se van relacionando de manera fortuita y fatal. Destinos intermedios son esos puntos del mapa que recorre un bus Bolivariano de una capital a otra, pero también son esas vidas que quedan a la mitad, por haber estado en un cruce de caminos en el momento equivocado, en una zona muy caliente, y no solo por el clima.

Dice Octavio Escobar que el espacio está inspirado en su experiencia, ya que prestó su servicio rural como médico en La Dorada, en una época en la que el narcotráfico ya financiaba buena parte de la economía local. Además, el locutor de la obra está inspirado en Pacheco y la cantante Jimena Sombras en Claudia de Colombia. Sin embargo se trata de guiños muy sutiles, que le sirven a él para crear un personaje definido, pero que pasan imperceptibles para el lector que no tenga dichos referentes.

Destinos Intermedios es una novela muy entretenida, que en la última página invita a dos acciones: primero, a volverla a leer, para re-armar el rompecabezas conociendo ya todas las fichas, y segundo, a leer a Saide, la otra novela en la que también aparecen algunos de los personajes que se incluyen en ésta.


Algunas frases:
Su busto lo más a la altura de las circunstancias que le era posible. 

¡detrás de todo hombre que triunfa hay una mujer muy sorprendida!

Una mujer de unos cuarenta años, redonda por todas partes y con una frente tan amplia que de inmediato inspiraba uno o dos apodos

Como siempre: buscando el futuro a través de un marido. Es la historia de este pueblo. 

Todo era como un sueño con problemas en la banda sonora

mangostinos, una fruta redonda, de cáscara violeta y durísima, que alberga unas pocas semillas rodeadas por una masa algodonosa de un sabor muy sutil, exquisita.

Sus profesores en Manizales no lo habían preparado para situaciones de ese tipo, ni para muchas otras; le hablaron demasiado de enfermedades que son más comunes en los libros de medicina que en las comunidades en las que se presentan, no de la violencia.

Las hijas controlan más que las esposas.



Destinos Intermedios
Octavio Escobar Giraldo
Editorial Periférica
Cáceres, España
2010
194 páginas