Los libros no son un tema recurrente entre Mauricio y yo. No sé si Mauricio sea mi mejor amigo (no sé si exista un mejor amigo), pero sí es un amigo que atesoro desde la primera infancia y me conoce como muy pocas personas lo hacen. Por eso cuando Mauricio me recomienda un libro sé que estoy ante un consejo que no se puede eludir. Como yo no me puse en la tarea de conseguir Mi Amigo El Pintor, Mauricio vino hasta Bogotá y me lo dejó en la casa para que lo leyera.
Mi Amigo El Pintor está catalogado como literatura infantil y la escritora brasileña Lygia Bojunga ganó el premio Hans Christian Andersen por él.
Mi Amigo El Pintor es un vistazo rápido a la amistad desarrollada entre un niño y un pintor, que es su vecino. El libro tiene tres ideas centrales que me parecen muy fuertes y que son, seguramente, el motivo por el cual Mauricio quería que yo leyera el libro:
a. La expresión de los sentimientos es mucho más fácil a través de la sensaciones o de los símbolos que a través de las palabras. Mauricio y yo hemos hablado muchas veces de eso (siempre llega a la conversación esa línea mágica de Enjoy The Silence: Feelings are intense, words are trivial) y resulta que el pintor enseña al niño a manifestar sus sentimientos en términos de color. El silencio, para ambos, es blanco. Es terriblemente blanco.
b. Existen grandes amores en la vida del pintor que no son equiparables y sé que Mauricio también pensó en mí con esta idea. Esos tres amores son el arte, la mujer y la política. Yo nunca podría amar, por ejemplo, a una mujer que se interponga entre mi música y yo. Tampoco pude (esto ya hace parte de la autobiografía) amar a una mujer que me gustaba muchísimo pero tenía un pensamiento político muy fuerte y diametralmente opuesto al mío.
c. La muerte por voluntad propia siempre será una salida digna y no es una tragedia. Bueno, de eso sí que han estado plagadas mis conversaciones con Mauricio. El suicidio es una gran manifestación de autonomía y ni el suicida ni sus dolientes deberían culparse por ello.
Mi amigo el pintor tiene apenas 76 páginas. Es ideal como para una tarde soleada de domingo.
Como siempre, mi amigo el ingeniero hace recomendaciones literarias llenas de certeza y conocimiento. Mi amigo el ingeniero me recomienda el libro indicado en el momento indicado.
Como siempre, mi amigo el ingeniero hace recomendaciones literarias llenas de certeza y conocimiento. Mi amigo el ingeniero me recomienda el libro indicado en el momento indicado.
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Aquí, el fragmento escogido:
- Amor como el que tenemos el uno por el otro - dijo.
Me palpitó el corazón.
Toda la vida quise a mi Amigo mucho... mucho; pero siempre pensé que él me quería menos. No sé si porque yo era un niño y él no; o si porque él era artista y yo no; sólo sé que cuando habló de amor me palpitó el corazón. ¿Sería que en ese momento nos queríamos igual?
Quise ver si era así:
- ¿Cómo me quieres?
- Depende. Hay días en que te quiero como padre. Siento que no seas mi hijo; siento no poder decir: ¡Fui yo quien hizo a este muchacho chévere!
Sonrió. Después se puso serio, se sentó frente al caballete y se puso a pintar.
- Pero otros días no tengo ningún deseo de ser tu padre: solo quiero ser tu amigo y punto.
Siguió pintando un poco más.
- A veces te quiero porque eres mi compañero de parqués; otras veces, porque quisiera ser tú, es decir, ser otra vez niño. Es así: cada día te quiero en otra forma. Y si junto a todas esas formas veo que te quiero mucho, veo que es amor.
- A veces te quiero porque eres mi compañero de parqués; otras veces, porque quisiera ser tú, es decir, ser otra vez niño. Es así: cada día te quiero en otra forma. Y si junto a todas esas formas veo que te quiero mucho, veo que es amor.
Me pareció tan bueno que hablara de cómo me quería, que me quedé inmóvil, sin decir nada, mirándolo pintar.