Este es un libro de viajes, pero no sólo del viaje de Héctor Abad a El Cairo, sino también de las lecturas que Héctor Abad hizo sobre los viajes a Egipto de otros: Mark Twain, Flaubert, Kipling...
Tal vez eso se siente más de la cuenta: no sé si sobran citas o referencias bibliográficas, pero sí creo que falta un poco más de anécdota local de El Cairo de hoy. No es que el libro no tenga historias sobre el Egipto actual, claro que sí, y de hecho el autor recorre cafés, calles, mercados, mezquitas, va a las pirámides, al Nilo... pero así como él dice que El Cairo está escondido tras una capa de polvo, así mismo la historia del viaje se esconde entre citas de otros y entre detalles personales de Héctor con las 2 mujeres que viaja. El libro puede tener muchos párrafos que demuestren lo contrario, anécdotas en hoteles y taxis, pero mi sensación general al terminar es que me quedé con ganas de oír más voces de los egipcios. Seguro es difícil conseguirlo (o seguramente ése sería otro libro) pero es el sabor que me quedó.
Aunque también puede ser otra cosa y es que como me han gustado tanto otros libros de Héctor Abad, esperaba mucho más de este libro y me quedé con ganas. La culpa en ese caso no es de un libro publicado hace 10 años sino de mi propia expectativa.
Una anécdota: en varios pasajes el autor destaca la inmensa pobreza de El Cairo pero así mismo la tranquilidad y seguridad de la ciudad y en alguna parte señala que es difícil imaginar una revuelta o una manifestación social violenta como la que finalmente ocurrió el año pasado. Las revoluciones políticas ocurren cuando y donde menos se espera años atrás.
Me encantaría que algunos que ya han ido a El Cairo, como Laverde, leyeran el libro y me contaran qué piensan... no es lo mismo leer y juzgar un libro de viajes de un sitio que uno conoce, que de un sitio que apenas imagina por los libros de otros...
Oriente empieza en El Cairo es sobre cultura oriental y occidental, reflexión sobre las religiones, las mujeres, etc. y eso se nota en las frases que van a continuación:
“Sentimos una extraña nostalgia por lo nunca visto; nostalgia de todos los lugares menos el propio”.
“El viaje empieza mucho antes de partir, en el ensueño del viaje; lo que leemos y lo que imaginamos”.
“Me da igual. Todas las religiones son absurdas, y todos los dioses están tan muertos como los dioses del Egipto antiguo”.
“para ellos sigue siendo válido el retorcido silogismo del cabecilla musulmán que hizo incendiar la Biblioteca de Alejandría: Toda la sabiduría, toda la belleza y toda la bondad están contenidas en el Libro. Si otro libro es bello o sabio, su belleza y su sabiduría también están en el Corán. Si ya están en el Corán, no es necesario conservar esos libros. Si no están en el Corán, quiere decir que son malos y dañinos; en vez de leerlos, hay que destruirlos”.
“agradezco que el baile ya no sea tan serio y tan sangriento, como agradecería que a los toros de las corridas ya no los torturaran ni mataran. Lo agradezco, pero entiendo que lo que queda de las danzas antiguas es una mera pantomima, y que el toreo sin sangre sería, sí, más civilizado, pero perdería la mitad de su bárbaro encanto. Ya los bailes rituales no son más que remedos edulcorados de lo que fueron”.
“Todo lo que los puritanos critican de Occidente, la altanería de sus mujeres en minifalda, la arrogancia de sus pechos forrados y su pelo suelto, el desafío de su maquillaje, la coquetería de su moda traslúcida, todo eso que está quizá en la frontera de la vulgaridad, es también, a ratos, la felicidad”.
“Hay una sabiduría del ayuno que los occidentales no conocemos; no es el martirio lento de la dieta; es una abstinencia que resalta uno de los placeres más grandes de la existencia: la de suprimir una molestia, saciar un deseo, calmar un apetito. En Occidente, cada vez más, los deseos se cumplen demasiado pronto; somos una cultura sometida a una especie de ejaculatio praecox”
“Nuestro supuesto temor reverencial por los muertos, nuestro respeto a los antepasados, es una pía idea humana que casi nadie cumple. La regla es el saqueo, la destrucción, el robo, la apropiación de lo ajeno, la desacralización de lo que era para otros sagrado. Las nuevas religiones, fingiéndose más sabias, más sensatas y más santas, desalojan a las viejas a fuerza de codazos, de espaldas o de alfanjes”.
“Si hubiera dioses que miraran a los hombres, ellos nos adorarían, por este pertinaz e inútil esfuerzo nuestro por oponernos a la muerte, y por robarnos o ganarnos cualquier trozo de vida. Aunque a veces agobie su indiferente transparencia, el cielo es maravilloso, cuando miramos hacia arriba; pero mucho más variada e interesante es la tierra cuando la observamos desde el cielo, y cuando vemos abajo reflejado el paciente trabajo de los seres humanos”.
“La caridad cristiana ha tumbado más templos y borrado más mitos y ritos que todas las demás religiones juntas (supuestamente más bárbaras). Escombros en México, escombros en Guatemala, escombros en Colombia y Perú, escombros en Norteamérica, escombros en Egipto, eso han dejando las hordas cristianas (asesinas de dioses a nombre de otro Dios supuestamente menos furibundo) al entrar en contacto con otras religiones”.
“Los seres humanos no somos otra cosa que mamíferos con un cerebro más complejo. Esta complejidad nos da una ventaja de astucia contra los animales, que nos ha permitido esclavizarlos. Pero debería darnos también una ventaja moral: la compasión”.
“Los dioses, las religiones, nacen en Oriente, y en Occidente se mueren”.
Héctor Abad Faciolince
Oriente Empieza en El Cairo
Editorial Alfaguara
Bogotá
2002
211 páginas